La claustrofobia de la lucha contra el terrorismo
Las excesos en las medidas contra el yihadismo pueden da?ar los mismos valores que se tratan de defender en ese combate
Se ha convertido en una rutina del horror: cada vez que se produce un atentado yihadista en Europa la pesquisa revela, de forma sistem¨¢tica, que los autores hab¨ªan sido investigados en alg¨²n momento u otro, que hab¨ªan estado en el radar de la polic¨ªa o de los servicios secretos pero que, al final, lograron actuar. La misma pol¨¦mica que ha estallado ahora en el Reino Unido, tras los atentados del s¨¢bado en Londres, se produjo en Francia el 13 de noviembre de 2015, despu¨¦s de los atentados de Par¨ªs que costaron la vida a 130 personas.
Bernard Godard, que hab¨ªa sido durante d¨¦cadas el mayor experto en islam del Ministerio del Interior franc¨¦s, asegur¨® entonces que era necesario aumentar los efectivos policiales, vigilar lo que ocurr¨ªa en los barrios y las prisiones, por las que han pasado muchos de los que luego cometen atentados, as¨ª como llevar a cabo programas de desradicalizaci¨®n. Y cre¨ªa que incluso se necesitaban medios para ir m¨¢s all¨¢: "Recabar informaciones m¨¢s profundas sobre redes que se est¨¢n constituyendo es importante, pero no es suficiente. Hay que prevenir antes, hay que trabajar incluso sobre el tr¨¢fico de armas. Es esencial coordinar todos los servicios: hay muchas historias de tr¨¢fico de armas y drogas que acaban relacionadas con el terrorismo".
Para poner en marcha todas esas medidas se necesitaban muchos fondos, pero tambi¨¦n jugar con los l¨ªmites de los mismos valores que se tratan de defender frente al terror, al forzar las fronteras del Estado de derecho con medidas que van desde la vigilancia constante hasta la detenci¨®n domiciliaria preventiva, dictada por la polic¨ªa, ni siquiera por un juez.
Cuando se produjeron los atentados contra el transporte p¨²blico de Londres, en julio de 2005, se descubri¨® que tres de los cuatro suicidas que mataron a 52 personas proven¨ªan de un barrio en el que eran conocidos. La polic¨ªa se dio cuenta entonces de que no sab¨ªa lo que ocurr¨ªa en las mezquitas, m¨¢s all¨¢ de algunos templos especialmente escandalosos por su radicalismo del llamado Londonist¨¢n. Scotland Yard anunci¨® entonces la creaci¨®n de una polic¨ªa especial de proximidad. Hasta el nacimiento primero de Al Qaeda y luego del Estado Isl¨¢mico (ISIS), los servicios de seguridad se hab¨ªan curtido en la lucha contra el terrorismo cl¨¢sico, contra una organizaci¨®n como el IRA, no contra una ideolog¨ªa que puede convertir en un asesino de masas a cualquier fan¨¢tico que tenga a mano un coche y un cuchillo.
Desde entonces, las medidas antiterroristas no han hecho m¨¢s que aumentar, tanto en Francia como en Reino Unido, los dos pa¨ªses europeos que han sufrido con m¨¢s violencia los atentados yihadistas en los ¨²ltimos a?os. No se trata solo de desplegar una enorme presencia policial (e incluso del Ej¨¦rcito) en los espacios p¨²blicos: en Reino Unido, cualquier ciudadano es grabado casi de manera constante cuando sale a la calle. Sin embargo, todo eso se ha revelado por ahora insuficiente. La polic¨ªa puede detectar si alguien se ha radicalizado, por su propia informaci¨®n, a trav¨¦s de agentes de barrio o encubiertos, o por la colaboraci¨®n ciudadana (mezquitas, imanes, vecinos, vigilancia de redes sociales), investigar si alguien desaparece y puede haber viajado a Siria, Irak, Afganist¨¢n o Pakist¨¢n y tambi¨¦n buscarle cuando regresa. ?Y luego?
Las llamadas Control Orders?permit¨ªan retener a una persona en un domicilio vigilado "para proteger a los ciudadanos del riesgo de terrorismo"
En Francia existe una figura controvertida, que se aplica gracias al estado de excepci¨®n, renovado desde el ataque contra Charlie Hebdo en enero de 2015: la asignaci¨®n a residencia, una medida de restricci¨®n de la libertad de un individuo, contra el que no hay cargos concretos, pero que la polic¨ªa considera que puede ser un peligro para la sociedad. En Francia, el pasado mes de marzo estaban en esa situaci¨®n 68 personas, 20 de ellas desde hace m¨¢s de un a?o, mientras que en febrero de 2016 se hab¨ªa alcanzado la cifra m¨¢xima de 268. Reino Unido aplic¨® una medida similar entre 2005 y 2011, las llamadas Control Orders, que permit¨ªan retener a una persona en un domicilio vigilado "para proteger a los ciudadanos del riesgo de terrorismo", b¨¢sicamente una privaci¨®n de libertad sin ir a la c¨¢rcel con una acusaci¨®n gaseosa.
Fueron abolidas en 2011 tras una sentencia judicial, pero despu¨¦s de la ¨²ltima oleada de atentados algunos pol¨ªticos, entre ellos la primera ministra Theresa May, han se?alado que los derechos humanos son menos importantes que la lucha contra el terrorismo. Con motivo de su centenario, el Imperial War Museum de Londres ha dedicado una exposici¨®n a la guerra contra el terror con un trabajo del artista Edmund Clark, dedicado precisamente a esas Control Orders. Justo antes de su abolici¨®n, logr¨® acceder durante dos meses, en diciembre de 2011 y enero de 2012, a la casa donde estaba recluido un hombre. La exposici¨®n, basada en decenas de peque?as fotos con todos los detalles de la vivienda, trata de trasladar al visitante la sensaci¨®n de claustrofobia y encierro que deb¨ªa sufrir la persona recluida en esa casa. Pero esta met¨¢fora puede aplicarse a la sociedad: no se trata de un problema legal ¡ªque tambi¨¦n¡ª, sino sobre todo de saber si las medidas que tomamos para evitar la violencia acabar¨¢n por encerrarnos tambi¨¦n a nosotros, por someternos a la misma claustrofobia que trataba de recrear Clark. El debate lleva abierto m¨¢s de una d¨¦cada y nadie ha encontrado una soluci¨®n. Tampoco a la violencia.
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