La presidencia menguante
El imperio del caos de Donald Trump est¨¢ debilitando la m¨¢xima instituci¨®n de los Estados Unidos
Donald Trump?no puede quejarse. Recibi¨® una presidencia poderosa?de hecho, en su apogeo. Lo dicen los expertos constitucionales: la caja de herramientas con que cuenta el actual presidente es la m¨¢s surtida y potente que pueda imaginarse. Adem¨¢s de tener en sus manos el poder ejecutivo, su partido tiene mayor¨ªa en la C¨¢mara de Representantes y en el Senado?y acaba de llenar una vacante en el Tribunal Supremo que da mayor¨ªa conservadora a la m¨¢xima instituci¨®n constitucional. El problema con los poderes enormes que tiene el presidente es saber usarlos. Algo realmente complicado para alguien como Trump.
La clave del poder presidencial se halla en la comprensi¨®n de una sentencia c¨¦lebre, acu?ada por Richard Neustadt, profesor de ciencia pol¨ªtica y asesor de los presidentes Truman y Kennedy: el Gobierno de Estados Unidos consiste en ¡°instituciones separadas con poderes compartidos¡±. Estamos hablando, naturalmente, de divisi¨®n de poderes y de?los famosos ¡®checks and balances¡¯, los controles y equilibrios que deben regir en una democracia de calidad como pretende ser Estados Unidos.
Todos los presidentes hasta ahora, quiz¨¢s con la excepci¨®n de Nixon,?han comprendido esta compleja estructura del poder y han sabido sacarle partido, incluso, para incrementar sus m¨¢rgenes de poder presidencial. No es el caso de Trump, que ha resultado un presidente inh¨¢bil y zoquete respecto a sus funciones y competencias y de escasa fiabilidad para sus interlocutores, por su facilidad para el embuste y la trampa.
La ¨²ltima exhibici¨®n de las dificultades que tiene el actual inquilino de la Casa Blanca para captar como funciona la m¨¢quina del poder la hemos tenido esta semana en el testimonio de James Comey, el director del FBI?despedido por Trump porque se neg¨® a someterse al dictado presidencial?y no quiso frenar la investigaci¨®n sobre las interferencias rusas en la campa?a electoral.
El magnate del ladrillo no es capaz de entender el car¨¢cter de las instituciones, con sus amplios m¨¢rgenes de independencia, del que sus responsables deben ser celosos guardianes, ni tampoco se le ocurre que tenga que compartir sus decisiones con nadie. Instituciones confundidas y amalgamadas y todo el poder concentrado en el Despacho Oval, esta es su concepci¨®n de un poder presidencial. Su conciencia de los l¨ªmites de su propio poder es nula y se limita a una idea muy simple y antigua: ordeno y mando.
Hay una erosi¨®n del poder presidencial que se observa desde el interior de la Casa Blanca hasta las cumbres internacionales
Con Trump, las instituciones se ven deslegitimadas y atacados los poderes separados e independientes. Lo sufren los jueces, los polic¨ªas, los diplom¨¢ticos, los agentes secretos y los periodistas. El anta?o Departamento de Estado, instrumento fundamental del poder blando estadounidenses, ha visto recortado un 30% su presupuesto, mientras son abrumadores los huecos y vacantes en su organigrama de embajadores y subsecretarios, fundamental para la presencia en el mundo. No se f¨ªa de ellos, como no se f¨ªa del FBI y la CIA, de la judicatura y la fiscal¨ªa, o de The New York Times y la CNN, piezas singulares de la difusi¨®n del poder de la democracia americana.
La ineptitud de Trump para la presidencia, ampliamente exhibida en el medio a?o que lleva en la Casa Blanca, puede llevar a un final abrupto y no deseado, pero de momento ya ha producido numerosas modificaciones en los poderes efectivos del presidente e incluso de la instituci¨®n. La m¨¢s evidente es la incapacidad del ejecutivo para no hacer realidad ni una sola de sus promesas electorales, tal como qued¨® en evidencia cuando se cumplieron los primeros cien d¨ªas.
Los decretos de expulsi¨®n de inmigrantes, impugnados y paralizados por los tribunales uno detr¨¢s de otro, son la prueba m¨¢s flagrante. Tambi¨¦n es el caso de la ruptura con el acuerdo de Par¨ªs sobre el cambio clim¨¢tico, que ha conducido a que los mayores Estados y metr¨®polis ¡ªCalifornia y Nueva York, entre muchos otros¡ª puenteen a la Casa Blanca y sigan comprometidos con los objetivos de limitar las emisiones.
Esa es la primera paradoja del trumpismo. Lleg¨® a la Casa Blanca con el sonsonete populista de que iba a limitar los poderes de Washington y una vez dentro del famoso cintur¨®n que rodea la capital son ¨¦l y los suyos los que desconectan del pa¨ªs real y se ven impugnados, por las ciudades, los Estados y los ciudadanos, aut¨¦nticos contrapoderes del poder omn¨ªmodo de Washington.
Las ciudades y los Estados est¨¢n robando protagonismo al Washington oficial de un trumpismo en creciente desprestigio
La historia de la presidencia en los ¨²ltimos 70 a?os, desde la victoria en la II Guerra Mundial y sobre todo la guerra de Corea ¡ªdeclarada por Truman sin la autorizaci¨®n del Congreso¡ª, es la de un incremento constante de los poderes efectivos de la Casa Blanca. Aunque la ca¨ªda de Nixon y el esc¨¢ndalo del Watergate, tan evocado estos d¨ªas a prop¨®sito del hipot¨¦tico impeachment de Donald Trump, condujeron a una reacci¨®n del Congreso que llev¨® a la disminuci¨®n de poderes presidenciales, muy r¨¢pidamente los sucesivos presidentes fueron recuperando el territorio perdido, especialmente George W. Bush y tambi¨¦n Barack Obama.
La segunda paradoja del trumpismo se expresa en la debilidad de un presidente con tantos poderes y la erosi¨®n, sobre todo de cara al futuro, de una instituci¨®n tan preeminente. A los temores de una nueva presidencia imperial como la que pretend¨ªa Nixon o de un Ejecutivo capaz de concentrar todos los poderes, tal como reivindicaron los juristas de Bush hijo tras el 11-S, est¨¢ sucedi¨¦ndole la evidencia de un presidente incapaz de aplicar su programa y que adem¨¢s ha disparado todas las alertas respecto a los poderes excesivos concentrados en la Casa Blanca, especialmente respecto al poder militar y espec¨ªficamente al poder m¨¢s inquietante, que es el nuclear.
A pesar de todo, Trump sigue teniendo poder, mucho poder, que a veces exhibe como hizo en Afganist¨¢n con el lanzamiento de ¡®la madre de todas las bombas¡¯ o en Siria rociando con misiles unas instalaciones militares de Bachar el Asad. Aunque sea menguante, es un poder de enorme valor estrat¨¦gico que nadie le puede hurtar, al menos mientras le dure el impulso que le llev¨® a la presidencia y no quede ahogado y cercado por los esc¨¢ndalos, tal como muchos esperan que suceda lo m¨¢s pronto posible. Este es el poder disruptivo, es decir, su capacidad para cambiar el ritmo, la agenda y las expectativas de todos gracias a sus intervenciones intempestivas, especialmente las que hace a trav¨¦s de Twitter, algo y que asesores suyos como Steven Bannon valoran como su mayor baza pol¨ªtica y que tiene una enorme relevancia en el actual paisaje geopol¨ªtico mundial. Que se lo pregunten a Putin o a la Casa de los Saud.
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