Una noche pavorosa en la que las llamas avanzan pese a los esfuerzos
El tr¨¢gico incendio de Pedrog?o sigue extendi¨¦ndose por la sierra mientras los bomberos y los equipos de emergencias tratan de contenerlo
Una noche pavorosa. La gente no se f¨ªa y pasa la noche fuera de sus casas, en la carretera, mirando para hacia d¨®nde van las llamas. Dos d¨ªas despu¨¦s, no hay control m¨¢s all¨¢ del que manda el viento. En el alto de Cabe?adas, se ven los distintos focos y riachuelos de fuego que avanzan como si fueran lava. Los coches tambi¨¦n se sienten atrapados. Se cierran unas carreteras y se abren otras. El primer ministro, Ant¨°nio Costa, pretend¨ªa hablar el domingo en el pueblo de G¨®is, pero no llega. Va a Cortes.
Portugal lucha contra el fuego de Pedr¨®g?o Grande que este fin de semana ha matado al menos a 62 personas, buena parte de ellas atrapadas en sus coches en una carretera que se convirti¨® en un infierno.
Es una noche rara, con luz y niebla. Pero nada es lo que parece, la luz es fuego y la niebla, humo. En una curva, aparece el humo y en otra caen sobre el coche ramas de fuego. Una marmota cruza la carretera. Pobre, escapa del fuego y se encuentra con la muerte.
En las cunetas brotan llamas de la nada. La humedad es del 0%. La vegetaci¨®n es sofocante, pinos y eucaliptus que no dejan pasar la luz, pero no hay casi helechos. Su lugar lo ocupa el eucaliptus, maldito eucaliptus que chupa el agua a todos los dem¨¢s.
Casi no circulan ni los animales. Los p¨¢jaros dejaron de o¨ªrse hace dos d¨ªas.
El aire acondicionado del coche ya no sirve. Entra el humo en el veh¨ªculo, se respira, se masca. La guardia republicana impide llegar a este periodista a su hotel en Pedrog?o Pequeno, tampoco se puede volver al Grande. Todo est¨¢ cortado. Y en los caminos abiertos llueve ceniza y caen ramas de fuego. ?C¨®mo deben estar las cerradas! Cada vez pasan m¨¢s coches de emergencias. Si van deprisa, suelen ser de bomberos; si van despacio, son ambulancias con heridas quemados.
Aparecen en el camino anacr¨®nicas se?ales de posibles nevadas, que suena a cruel iron¨ªa. La entrada en ?lvares es bajo una lluvia de chispas y humo. ?lvares tiene una playita fluvial y un parque de bomberos. A las diez de la noche toca rancho: caldo verde, caldereta de carne y un pl¨¢tano. Bomberos y soldados comen de pie y vuelven a los camiones diez minutos despu¨¦s. Sus camiones ya han cargado agua en la playa. Sobre el pueblo crepita el monte. Parece que estamos a salvo, con tantos socorristas, pero el fuego ha cortado Internet y el tel¨¦fono. Hay que huir a un lugar sin fuego, para poder enviar esta cr¨®nica.
Otra vez para Gois, que recibe con una lluvia de ceniza.
El fuego sigue a lo suyo. Los hidroaviones han parado por la noche, pero las llamas no duermen.
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