Vivir en vitrina
Por vez primera se puede investigar la procedencia de las escuchas ilegales en M¨¦xico
Lo sorprendente no es que se esp¨ªe a periodistas, activistas, miembros de la oposici¨®n, pol¨ªticos y empresarios. Buena parte de los esc¨¢ndalos de los ¨²ltimos a?os tienen que ver con grabaciones clandestinas que salen a la luz sin procedencia clara, pero frecuencia alarmante. Desde aquellas entre el "gober precioso" Mario Mar¨ªn y Kamel Nacif para escarmentar a Lydia Cacho, hasta la pesadilla que signific¨® para la constructora espa?ola OHL la difusi¨®n de conversaciones telef¨®nicas de algunos de sus altos funcionarios en M¨¦xico. Pasando por un largo etc¨¦tera que incluye a Josefina V¨¢zquez Mota durante la campa?a presidencial de 2012; Lorenzo C¨®rdova, el presidente del instituto electoral, en una referencia despectiva a pueblos ind¨ªgenas; el conductor Pedro Ferriz en un asunto de faldas; Purificaci¨®n Carpinteyro, como diputada del PRD, haciendo propuestas de negocios a un exfuncionario de Telef¨®nica.
Hace 19 a?os, cuando yo era director de un diario en Guadalajara, el reportero que cubr¨ªa la fuente policiaca me mostr¨® un casete con grabaciones de mis llamadas telef¨®nicas de las ¨²ltimas semanas. Se lo hab¨ªa pasado una mano an¨®nima de la Procuradur¨ªa del Estado de Jalisco.
Los que participamos de una u otra manera en la vida p¨²blica damos por sentado que estamos sujetos a la madeja de espionaje que unos y otros han montado para enterarse de lo que hacen aliados y enemigos. Peor a¨²n, sabemos que todo lo que all¨ª se documenta tiene tambi¨¦n el prop¨®sito potencial de lastimar y descalificar cuando as¨ª se considere oportuno. El presunto insulto de Lorenzo C¨®rdova a los ind¨ªgenas surgi¨® de una frase sacada de contexto en una llamada privada, pero una vez que circula en redes sociales no hay contenci¨®n de da?os que valga.
As¨ª pues, lo sorprendente no es que el New York Times publique un reportaje resultado de la investigaci¨®n de Citizen Lab de la Universidad de Toronto (con la ayuda de organizaciones civiles que operan en M¨¦xico) sobre la utilizaci¨®n de Pegasus, un software israel¨ª, para espiar a una docena de periodistas. Un car¨ªsimo y sofisticado programa vendido por los israel¨ªes a Gobiernos con la condici¨®n expresa de ser empleado solo en contra de criminales y terroristas; un software que la actual Administraci¨®n compr¨® en varios millones de d¨®lares (15 documentados, 80 podr¨ªa ser la suma a lo largo de varios a?os).
Lo nuevo es que por vez primera se tiene un hilo conductor para investigar la procedencia de este enorme universo clandestino de escuchas ilegales. Dentro del Gobierno existir¨ªa la documentaci¨®n del pago de esta compra, un rastro de las oficinas y funcionarios que en concreto que recibieron los equipos y programas vinculados a Pegasus, los cursos y talleres de capacitaci¨®n correspondientes. Hasta ahora est¨¢ documentado que cuatro instituciones recibieron la herramienta: la PGR, el Cisen y las secretar¨ªas de Gobernaci¨®n y de la Defensa Nacional. La publicaci¨®n del diario neoyorquino deja en claro que el programa israel¨ª fue encontrado en los tel¨¦fonos de los periodistas y activistas mencionados (Carmen Aristegui, Mario Patr¨®n, Juan Pardinas, entre otros), unir las dos puntas de la madeja no requerir¨ªa de un Sherlock Holmes.
Pero requerir¨ªa de un m¨ªnimo de dignidad. La oficina de la presidencia env¨ªo una carta al New York Times en la que sostiene que el Gobierno mexicano no esp¨ªa periodistas y sugiere a los afectados poner una denuncia ante las autoridades correspondientes. Como estrategia de control de da?os, fue una respuesta desafortunada, por decir lo menos. Ni siquiera se hizo el intento de proferir un tibio "vamos a investigar", como en el caso de los asesinatos de periodistas, si Pegasus en efecto est¨¢ sembrado en los aparatos de estas personas y si ese programa solo ha sido vendido en M¨¦xico al Gobierno. La responsabilidad de certificar estos hechos y luego actuar en consecuencia es obvia. Horas despu¨¦s nos enteramos que los datos correspondientes a la compra de software de espionaje hab¨ªa sido clasificada por las autoridades para no ser develada hasta dentro de cinco a?os. Al buen entendedor.
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