Nuevas armas contra la corrupci¨®n
La reciente experiencia latinoamericana muestra novedades importantes en la acci¨®n judicial
En las calles de Mosc¨² o en los noticieros de Espa?a y, por cierto, en las calles y redes de Am¨¦rica Latina la gente clama contra la corrupci¨®n. Deseando que se corte ese c¨ªrculo vicioso que empobrece a los pueblos y que enriquece a unos cuantos sinverg¨¹enzas. De acuerdo con la OCDE, en corrupci¨®n se desvanece el 5% del producto global.
El desarrollo democr¨¢tico permite que hoy se ventile por todo lo alto la corrupci¨®n reciente en varios pa¨ªses y que se den algunos pasos serios para investigar y sancionar a los corruptos. Si bien para algunos la corrupci¨®n de hoy es considerada ¡°m¨¢s de lo mismo¡±, el hecho es que no es igual. Al margen de lo que la democracia significa como espacio para que la mugre no permanezca en la oscuridad, la reciente experiencia latinoamericana pone a la luz novedades muy importantes ¡ªy positivas¡ª en la acci¨®n de la justicia.
Podr¨¢ ser manido hablar del caso Lava Jato, pero es necesario volver a mencionarlo para poner de manifiesto algunos pasos fundamentales que hoy se dan en la justicia latinoamericana. Muchos hubieran sido impensables hace 10 o 15 a?os. Estos tienen que ver con desarrollos pol¨ªticos y jur¨ªdicos tanto en el derecho interno de algunos pa¨ªses de la regi¨®n como en el tratado internacional fundamental sobre la materia: Convenci¨®n de Naciones Unidas contra la Corrupci¨®n, adoptada en el 2003, de la que hoy ya son parte 181 pa¨ªses.
Dado el escepticismo extendido que suele existir en la opini¨®n p¨²blica sobre los efectos pr¨¢cticos y la ¡°utilidad¡± real de los acuerdos o arreglos internacionales, en honor a la objetividad debe decirse, con toda claridad, que ese escepticismo es completamente infundado en el caso de esta Convenci¨®n, el ¨²nico tratado mundial contra la corrupci¨®n. En ella se han recogido varios aspectos progresivos fundamentales que son herramientas claras y concretas para que avancen investigaciones penales simult¨¢neas ¡ªy en interacci¨®n¡ª entre varios pa¨ªses. Destacan tres aspectos fundamentales.
En primer lugar, se explicita que el sector privado puede ser no s¨®lo v¨ªctima, sino actor en la corrupci¨®n. Y que, entre otras cosas, debe cerrarse la ¡°puerta giratoria¡± en la que altos funcionarios pasan despu¨¦s a actividades privadas ¡°directamente relacionadas con las funciones desempe?adas o supervisadas por esos funcionarios p¨²blicos¡± (art. 12). Tambi¨¦n se establece el principio de la responsabilidad penal de las personas jur¨ªdicas (art. 26) que hoy aparece en primer plano en investigaciones como Lava Jato. Este camino era impensable hace muy poco tiempo.
En segundo lugar, alentar medidas para que las personas que hayan participado en delitos de corrupci¨®n proporcionen informaci¨®n ¨²til a las autoridades. En Am¨¦rica Latina, el Per¨² fue pionero en esto en el a?o 2000 cuando en el Gobierno de transici¨®n de Valent¨ªn Paniagua se dictaron las normas sobre ¡°colaboraci¨®n eficaz¡± que fueron decisivas para destapar judicialmente el m¨¢s grande proceso de corrupci¨®n de la historia peruana producido durante el Gobierno de Fujimori. Despu¨¦s siguieron las normas de ¡°delaci¨®n premiada¡± en Brasil y otros pa¨ªses. La Convenci¨®n le da car¨¢cter universal a ese precepto y avanza en precisar que esa colaboraci¨®n puede prestarse a las autoridades de otro Estado (art. 37).
En tercer lugar, la Convenci¨®n es contundente y precisa en normas para la cooperaci¨®n penal internacional: extradici¨®n (a¨²n son tratados bilaterales), investigaciones fiscales, asistencia judicial, etc. Nada de esto se hab¨ªa escrito y pactado internacionalmente antes con tanta claridad. Y, en especial, nada de esto se hab¨ªa traducido en procesos investigativos efectivos como los que hoy se llevan a cabo, por ejemplo, en la colaboraci¨®n entre fiscales de Brasil y de Per¨². Hasta hace poco hubiera sido una ¡°herej¨ªa¡± ¡ªy hasta una ilegalidad¡ª que un fiscal de un pa¨ªs le entregue a fiscales de otro pa¨ªs expedientes de investigaciones en curso. Ahora es pr¨¢cticamente un deber.
Nuevo escenario, pues, y varios pasos en una marcha que ni los m¨¢s optimistas hubieran so?ado hace una d¨¦cada.
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