Muere Dom Franzoni, el abad de la bas¨ªlica de San Pablo Extramuros castigado por el Vaticano
Particip¨® con 36 a?os en el Vaticano II y sostuvo que fue Pablo VI quien primero ¡°congel¨®¡± aquel concilio

Conocido como Dom Franzoni (dom, del lat¨ªn dominus, es un honor que solo se atribuye a los monjes benedictinos), a Giovanni Battista Franzoni lo calificaba este viernes el peri¨®dico La?Repubblica, de Roma, con motivo de su muerte el pasado d¨ªa 13, como un ¡°cat¨®lico marginado pero coherente¡±. Lo fue en grado extremo. Hab¨ªa sido casi todo ¡ªy pudo ser mucho m¨¢s si hubiera querido¡ª en la Iglesia romana de la mano de Pablo VI, su amigo del alma cuando eran j¨®venes. Pero un d¨ªa decidi¨® dar un portazo e irse a uno de los arrabales de Roma a fundar una comunidad de base que se har¨ªa famosa. Antes, hab¨ªa participado por derecho propio en el Concilio Vaticano II con apenas 36 a?os (el m¨¢s joven de los conciliares italianos) porque Dom Franzoni era en los a?os 60 del siglo pasado nada menos que el abad de la bas¨ªlica de San Pablo Extramuros del Vaticano, casi tan grande como la de San Pedro, que ya es decir. La tradici¨®n dice que all¨ª est¨¢ enterrado Pablo de Tarso, el aut¨¦ntico secretario de organizaci¨®n del primer cristianismo, por encima del pescador Pedro. Por eso, a pesar de no ser obispo, como abad de esa bas¨ªlica ten¨ªa derecho Franzoni a participar con voz y voto en el Vaticano II.
"No es que nosotros, viejos y a menudo enfermos, poseamos la verdad o seamos indispensables, mas algo interesante podremos decir como testigos del contexto (humores, esperanzas, temores, desilusiones, indignaciones) en que se discutieron y redactaron documentos. Ning¨²n discurso o cr¨®nica, y menos a¨²n los mismos documentos, pueden presentar mejor el contexto de aquel acontecimiento que cambi¨® el catolicismo moderno durante d¨¦cadas, metido en conserva m¨¢s tarde por los ¨²ltimos Papas¡±, dijo en 2011 a los congresistas de la Asociaci¨®n de Te¨®logos y Te¨®logas Juan XXIII, reunidos en el paraninfo del sindicato Comisiones Obreras en Madrid. El Dom fue aquel primer fin de semana de septiembre la figura estelar del congreso.
Sus problemas empezaron cuando Pablo VI orden¨® congelar algunas de las reformas que los conciliares m¨¢s avanzados hab¨ªan cre¨ªdo irrenunciables. El todav¨ªa abad alz¨® la voz y fue la primera v¨ªctima. En realidad, al concilio lleg¨® como la inmensa mayor¨ªa de los prelados: sin saber las intenciones del pont¨ªfice convocante, Juan XXIII, que ya entonces se hab¨ªa rodeado de lo m¨¢s granado y avanzado de la teolog¨ªa europea, entre otros Joseph Ratzinger y Hans K¨¹ng. Recordaba Franzoni en 2011, en declaraciones a EL PA?S: "Yo hab¨ªa entrado en el Vaticano II como un moderado, pero para muchos, italianos en gran parte, era progresista y en ese camino fui despertado por la presencia e intervenciones de cardenales como el belga Leo Suenens, arzobispo de Malinas-Bruselas, o de Giacomo Lercaro, arzobispo de Bolonia, o de patriarcas como el griego melquita Maximos IV".
Las traiciones al concilio empezaron con Pablo VI. En muchas partes se afirma que fueron Juan Pablo II y despu¨¦s el cardenal Joseph Ratzinger ¡ªa partir de 2005 Benedicto XVI¡ª los que pusieron un freno a los fermentos post-conciliares. Franzoni no est¨¢ de acuerdo. Seg¨²n ¨¦l, fue el mismo Pablo VI quien puso las premisas para que el Concilio pudiera ser, al menos en parte, domesticado, y el post-concilio enfriado. El punto principal lo refer¨ªa a la autoridad papal y la consiguiente papolatr¨ªa reinante y creciente. Tambi¨¦n lamentaba c¨®mo Pablo VI enfri¨® e, incluso, evit¨® el debate sobre el celibato sacerdotal. Desde entonces, la cuesti¨®n ha provocado infinitas disputas y mucho sufrimiento, con decenas de miles de sacerdotes (solo en Espa?a, m¨¢s de 6.000) que abandonaron para casarse y, tambi¨¦n, con?decenas de miles de parroquias y millones de fieles sin sacerdotes que les atiendan al menos los domingos y dem¨¢s fiestas de guardar.
Franzoni tambi¨¦n puso el grito en el cielo por la prohibici¨®n de la p¨ªldora anticonceptiva. Cuando se discuti¨® sobre los m¨¦todos moralmente leg¨ªtimos para controlar la natalidad, numerosos prelados sostuvieron que a los c¨®nyuges se les deb¨ªa otorgar libertad de conciencia, tesis contradicha por otros menos numerosos pero m¨¢s combativos. Los progresistas confirmaron ¡ªse hab¨ªa descubierto la p¨ªldora poco tiempo antes¡ª?que no era sabio oponerse a la ciencia y emitir sentencias en campos tan opinables. Pareci¨® claro que la gran mayor¨ªa del Concilio era favorable a la tesis abierta. Intervino entonces Pablo VI reserv¨¢ndose la determinaci¨®n de los medios moralmente l¨ªcitos para regular la natalidad. Lo hizo con la enc¨ªclica?Humanae vitae.
Franzoni tambi¨¦n puso el grito en el cielo por la prohibici¨®n de la p¨ªldora anticonceptiva
Se quej¨®, adem¨¢s, del endurecimiento de la falible autoridad papal, que castigaba a cientos de te¨®logo acabando sin miramiento con la teolog¨ªa de la liberaci¨®n en favor de una Iglesia de los pobres. ?l mismo fue una de las v¨ªctimas cuando en Italia, en mayo 1974, se program¨® un refer¨¦ndum para decir si se derogaba la ley sobre el divorcio. Se trataba de discutir sobre una ley civil, no sobre un sacramento, pero la Conferencia Episcopal italiana intent¨® imponer, moralmente, y no solo a los cat¨®licos, sino a todos los ciudadanos, el votar s¨ª a la abrogaci¨®n. Franzoni se opuso p¨²blicamente. Fue suspendido a divinis. Los d¨ªas 12 y 13 de mayo de 1974 aquella Italia ¡ªque seg¨²n el Vaticano era cat¨®lica al 98%¡ª vot¨® no, en un 60%, a la cancelaci¨®n de la ley del divorcio. Fue un gran golpe para el Papa y los obispos.
Alejado de todos los cargos y acosado por las jerarqu¨ªas ¡ª¡°su concepci¨®n de la Iglesia es incompatible con la doctrina cat¨®lica¡±, dijo finalmente una nota oficial del Vicario General de Roma¡ª, pero jaleado por los medios de comunicaci¨®n, Franzoni resisti¨® m¨¢s de lo debido, reconoci¨® m¨¢s tarde. Nunca quiso romper su amistad con Pablo VI, que le confes¨® haber aguantado cuanto pudo las presiones de la curia. Ten¨ªa otra culpa a sus espaldas. "Muchas veces, recib¨ª a personas a las que el aparato del Vaticano cerraba el despacho del Papa. Si el Papa dice y hace una cosa en San Pedro, t¨² no puedes decir o hacer algo distinto en San Pablo, me dec¨ªan¡±. La presi¨®n fue tan grande que un d¨ªa camin¨® hasta el Vaticano y present¨® la dimisi¨®n. Se le acept¨® meses despu¨¦s, en septiembre de 1973, coincidiendo con el golpe criminal de Pinochet en Chile.
Nacido en 1928 en Varna (Bulgaria), a donde sus padres fueron en busca de trabajo y comida, Franzoni pas¨® su adolescencia en Florencia. Fue ordenado sacerdote en 1955 y ense?¨® filosof¨ªa en la Universidad benedictina de Farfa. Ha fallecido en Canneto Sabino, una aldea?de 568 habitantes de la ciudad italiana de Fara en Sabina (en la provincia de Rieti). Se hab¨ªa casado en 1991 con Yukiko Ueno, una periodista japonesa atea. La boda se celebr¨® en la Embajada de Italia en Tokio. Prol¨ªfico escritor, entre su treintena de libros en solitario o colectivos cabe destacar los m¨¢s pol¨¦micos, como Las sombras Wojtyla (1999); Hasta el cielo es de Dios. El cr¨¦dito para los pobres, (2000); Autobiograf¨ªa de un cat¨®lico marginal(2014)?y La mujer y el c¨ªrculo roto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.