La siguiente guerra en Oriente Pr¨®ximo
La derrota del Estado Isl¨¢mico en Mosul y la desaparici¨®n del autoproclamado califato no auguran sin embargo un futuro de paz en una regi¨®n cuya hegemon¨ªa sigue en disputa
Con la recuperaci¨®n de Mosul en el norte de Irak, es posible que pronto el Estado Isl¨¢mico (ISIS) sea cosa del pasado. Pero su derrota y la desaparici¨®n del autoproclamado califato sirio-iraqu¨ª no traer¨¢n paz a Oriente Pr¨®ximo, ni tampoco pondr¨¢n fin a la tragedia siria. Lo m¨¢s probable es que se abra un nuevo cap¨ªtulo en la sangrienta y ca¨®tica historia de la regi¨®n, no menos peligroso que los que se han sucedido desde la ca¨ªda del Imperio Otomano, al final de la I Guerra Mundial.
La continuaci¨®n de la violencia parece casi indudable, porque esta regi¨®n sigue siendo incapaz de resolver sus conflictos internos, o de crear algo parecido a un marco s¨®lido para la paz. Sigue atrapada en alg¨²n lugar entre el siglo XIX y XX.
Las potencias occidentales malamente pueden negar su responsabilidad en las penurias de Oriente Pr¨®ximo. Cualquier menci¨®n al acuerdo Sykes-Picot, por el que Reino Unido y Francia partieron los territorios tras la ca¨ªda del Imperio Otomano, todav¨ªa incita tanta furia en el mundo ¨¢rabe que parece como si el plan (elaborado en secreto en 1916) hubiera sido concebido ayer.
Tampoco hay que olvidar el papel que desempe?¨® la Rusia zarista en la regi¨®n. Tras la II Guerra Mundial, su sucesora, la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y su rival de la Guerra Fr¨ªa, Estados Unidos, acometieron all¨ª m¨²ltiples intervenciones. En realidad, es posible que ning¨²n pa¨ªs haya contribuido tanto a la ca¨®tica situaci¨®n actual en la regi¨®n como Estados Unidos. Al principio, su inter¨¦s en Oriente Pr¨®ximo se basaba en la necesidad de petr¨®leo, pero con el comienzo de la Guerra Fr¨ªa, el inter¨¦s econ¨®mico pronto fue sustituido por el inter¨¦s estrat¨¦gico de evitar la aparici¨®n de Gobiernos antioccidentales y prosovi¨¦ticos. A la b¨²squeda de influencia estadounidense, decisiva en la regi¨®n, se sum¨® m¨¢s adelante un estrecho v¨ªnculo de defensa con Israel, y, finalmente, las dos grandes intervenciones militares en las guerras del Golfo contra el Irak de Sadam Husein.
La continuaci¨®n de la violencia parece casi indudable, porque esta regi¨®n sigue siendo incapaz de resolver sus conflictos internos
El involucramiento estadounidense en Afganist¨¢n tambi¨¦n tuvo profundas repercusiones. La insurgencia de los ochenta, apoyada por Washington y lanzada como una yihad contra la ocupaci¨®n sovi¨¦tica, transform¨® a dos estrechos aliados de Estados Unidos (Pakist¨¢n y Arabia Saud¨ª) en amenazas estrat¨¦gicas. Esto qued¨® de manifiesto el 11 de septiembre de 2001, cuando se supo que 15 de los 19 atacantes enviados por Al Qaeda eran saud¨ªes. Y Pakist¨¢n cre¨® a los talibanes, que dieron a Al Qaeda un refugio desde el cual tramar ataques contra Estados Unidos y Occidente.
El ¨¦xito de la primera guerra del Golfo ¡ªlanzada en enero de 1991 por el presidente George H. W. Bush¡ª fue aniquilado 12 a?os despu¨¦s por su hijo, el presidente George W. Bush, cuya propia guerra del Golfo caus¨® una cat¨¢strofe regional que contin¨²a hasta hoy. Bush padre se limit¨® a buscar la liberaci¨®n de Kuwait, y no intent¨® un cambio de r¨¦gimen en Irak, pero los objetivos de su hijo fueron mucho m¨¢s ambiciosos.
La idea era derrocar a Sadam Husein y crear un Irak democr¨¢tico, que actuara de catalizador de un cambio generalizado en Oriente Pr¨®ximo y lo transformara en una regi¨®n democr¨¢tica prooccidental. En el Gobierno de Bush hijo, el idealismo imperial se impuso al realismo pr¨¢ctico, y el resultado fue una desestabilizaci¨®n que dura hasta hoy y que ha contribuido a permitir que Ir¨¢n extienda su influencia.
Tras la desaparici¨®n del Estado Isl¨¢mico, el siguiente cap¨ªtulo de la historia en Oriente Pr¨®ximo se decidir¨¢ en una confrontaci¨®n abierta y directa entre la Arabia Saud¨ª sun¨ª y el Ir¨¢n chi¨ª por el dominio de la regi¨®n. Hasta ahora, este conflicto latente se dirimi¨® con sigilo y mayormente a trav¨¦s de intermediarios. Las dos potencias globales activas en la regi¨®n tomaron claro partido: Estados Unidos con Arabia Saud¨ª y Rusia con Ir¨¢n.
El conflicto por la hegemon¨ªa ir¨¢ sustituyendo a la actual ¡°guerra contra el terror¡±. Y ahora que Arabia Saud¨ª y cuatro aliados sun¨ªes han aislado a Qatar (en parte por la estrecha relaci¨®n de los qatar¨ªes con Ir¨¢n), el conflicto ha llegado a lo que puede ser su primer punto de inflexi¨®n en el centro mismo de la regi¨®n, el golfo P¨¦rsico.
Ahora que Arabia Saud¨ª y cuatro aliados sun¨ªes han aislado a Qatar, el conflicto ha llegado a lo que puede ser su primer punto de inflexi¨®n
No hace falta apuntar que cualquier enfrentamiento militar directo con Ir¨¢n desatar¨ªa un incendio regional infinitamente m¨¢s grande que todas las guerras previas en Oriente Pr¨®ximo. Adem¨¢s, con Siria todav¨ªa en llamas e Irak debilitado por la lucha sectaria por el poder, es probable que el ISIS o alguna reencarnaci¨®n suya se mantenga activo en la zona.
Otro factor desestabilizante es la reapertura de la ¡°cuesti¨®n kurda¡±. Los kurdos (un pueblo sin Estado propio) han demostrado ser combatientes fiables en la lucha contra el ISIS, y quieren usar su nuevo ascendente pol¨ªtico y militar para avanzar hacia la autonom¨ªa, o incluso hacia la formaci¨®n de un Estado independiente. Para los pa¨ªses afectados (sobre todo Turqu¨ªa, pero tambi¨¦n Siria, Irak e Ir¨¢n) esta cuesti¨®n es un casus belli en potencia, porque afecta a su integridad territorial.
Si se tienen en cuenta estas cuestiones sin resolver y la escalada del conflicto por la hegemon¨ªa entre Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª, cabe vaticinar que el siguiente cap¨ªtulo en la regi¨®n no ser¨¢ en absoluto pac¨ªfico.
Tal vez el desastre en Irak haya ense?ado a Estados Unidos que, a pesar de su superioridad y poder¨ªo militar, no puede ganar una guerra terrestre en Oriente Pr¨®ximo. El presidente Barack Obama trat¨® de retirar las fuerzas estadounidenses de la regi¨®n, algo que result¨® dif¨ªcil en lo pol¨ªtico y en lo militar. Por eso descart¨® una intervenci¨®n armada en la guerra civil siria (ni siquiera desde el aire), lo que dej¨® un vac¨ªo que Rusia no tard¨® en llenar, con todas las consecuencias conocidas.
El sucesor de Obama, Donald Trump, tambi¨¦n hizo campa?a con la promesa de una retirada. Pero tras asumir el cargo lanz¨® misiles crucero sobre Siria, extendi¨® los compromisos de Estados Unidos con Arabia Saud¨ª y sus aliados, y endureci¨® la ret¨®rica estadounidense hacia Ir¨¢n.
Trump tiene mucho que aprender sobre Oriente Pr¨®ximo en poco tiempo, pero la regi¨®n no va a esperar a que lo haga. No hay motivos para el optimismo.
Joschka Fischer, durante dos d¨¦cadas uno de los l¨ªderes del Partido Verde alem¨¢n, ocup¨® entre 1998 y 2005 los cargos de ministro de Exteriores y vicecanciller de Alemania.
Traducci¨®n de Esteban Flamini.
Project Syndicate, 2017.
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