El naufragio del Brexit
La tercera ronda de negociaci¨®n entre Bruselas y Londres no aclara el horizonte cuando solo faltan 18 meses para que se cumpla el plazo
El Brexit solo tuvo un d¨ªa de gloria, el del refer¨¦ndum. Su mayor ap¨®stol, el l¨ªder del UKIP, Nigel Farage, ahora desaparecido, pero entonces triunfante, e incluso candidato sugerido por Trump para embajador brit¨¢nico en Washington, quiso declarar aquel 23 de junio como el D¨ªa de la Independencia al estilo del 4 de julio americano. Nadie le ha hecho caso. Al contrario, muchos brit¨¢nicos lo recordar¨¢n como uno de los mayores errores cometidos en su historia contempor¨¢nea, un d¨ªa para el olvido e incluso la infamia. Desde entonces, el Brexit es un barco a la deriva que sus pasajeros abandonan.
Se trata de una m¨¢quina destructiva que ha dividido y sembrado la discordia entre los ciudadanos, erosionado a los grandes partidos y perjudicado hasta la aniquilaci¨®n las carreras pol¨ªticas de quienes lo impulsan. De momento se ha cobrado un primer ministro, David Cameron, y lleva camino de cobrarse un segundo, Theresa May, adem¨¢s de abrasar las ambiciones de buen n¨²mero de candidatos a ocupar el n¨²mero 10 de Downing Street, como es el caso de Boris John?son, actual ministro de Exteriores, o Michael Gove, secretario de Estado de Medio Ambiente.
A los dirigentes brit¨¢nicos les ha costado entender que ya no tienen las poderosas palancas de un socio de la UE desde el mismo d¨ªa en que tomaron la decisi¨®n de salirse del club. Todav¨ªa ahora les cuesta adaptarse a las condiciones de negociaci¨®n de un pa¨ªs tercero porque est¨¢n acostumbrados a modelar las reglas e influir en los comportamientos desde dentro, como si fueran todav¨ªa uno de los tres socios de mayor peso y autoridad.
Nada expresa mejor esta debilidad como la queja brit¨¢nica respecto a los prop¨®sitos de castigo que atribuyen a sus exconsocios de la UE. Son los brexiters los que han impuesto de entrada un juego de suma cero ¡ªyo gano lo que t¨² pierdes¡ª en sustituci¨®n de la solidaridad sin¨¦rgica entre europeos ¡ªyo gano porque ganamos todos¡ª, por lo que ahora no deber¨ªan extra?arse de los escasos o nulos beneficios que pueden obtener del triste momento en que toca pagar las facturas.
Reino Unido busca mantenerse en la UE hasta el a?o 2022 con un per¨ªodo transitorio que permita negociar el acuerdo definitivo
El hecho es que, desde que el pueblo soberano decidi¨® independizarse de la UE, el Brexit no ha hecho m¨¢s que retroceder. Al principio, la primera ministra pretend¨ªa eludir las consecuencias que tiene la solicitud formal de salida ¡ªla activaci¨®n del art¨ªculo 50 del Tratado¡ª en la determinaci¨®n de un plazo perentorio para la obtenci¨®n de un acuerdo, mediante una negociaci¨®n a toda prisa que diera garant¨ªas sobre el estatus de Reino Unido en la UE, pero tropez¨® con la posici¨®n cerrada de la UE, que exig¨ªa primero pedir la salida y luego empezar la negociaci¨®n. No habr¨ªa la m¨¢s m¨ªnima concesi¨®n a quien quiere irse y a la vez conservar las ventajas del club. O comerse el pastel y seguir teniendo el pastel, como os¨® ejemplificar el lenguaraz Boris Johnson. Si Reino Unido quer¨ªa negociar, ten¨ªa que pedirlo primero para que empezara a correr el plazo de la negociaci¨®n, cosa que Theresa May hizo el 29 de marzo.
Una confusi¨®n similar se ha producido ya con la negociaci¨®n. Londres intent¨® mezclar la negociaci¨®n del divorcio con la del acuerdo definitivo, pero de nuevo se ha encontrado con la dur¨ªsima oposici¨®n de Bruselas, que exige resolver tres puntos cruciales, al menos en una fase avanzada, antes de empezar a discutir sobre el estatus final que tendr¨¢ Reino Unido respecto a la UE. En primer lugar, la aportaci¨®n financiera correspondiente a los compromisos adquiridos por la UE con Reino Unido dentro, que significan en un c¨¢lculo inicial unos 100.000 millones de euros. En segundo lugar, preservar la frontera abierta y sin controles entre el Ulster y la Rep¨²blica de Irlanda, a pesar de que se tratar¨¢ de un l¨ªmite exterior de la UE. Y finalmente, mantener los derechos de los trabajadores europeos en Reino Unido y brit¨¢nicos en la UE.
En ninguno de estos cap¨ªtulos se ha conseguido avanzar hasta la tercera ronda de negociaciones que se celebr¨® esta semana, a pesar de que Londres se present¨® por primera vez con un manojo de siete documentos que contienen aparentemente la posici¨®n negociadora brit¨¢nica. Bruselas ha pedido mayor concreci¨®n, a pesar de que ya se han producido algunos avances ¡ªnuevas concesiones brit¨¢nicas¡ª como es admitir por primera vez la necesidad de una sustanciosa aportaci¨®n financiera; explorar un acuerdo provisional que conserve la uni¨®n aduanera hasta 2022 y haga de puente entre el actual mercado ¨²nico y el acuerdo de libre comercio definitivo, y preservar alg¨²n tipo de control jur¨ªdico del Tribunal de Justicia Europeo en los arbitrajes durante este periodo transitorio.
Las ideas iniciales m¨¢s descabelladas ya se han disuelto. El Brexit ya no es el Brexit, como pretend¨ªa la se?ora May. El Brexit duro ha muerto y estamos ya en el Brexit blando. Tampoco interesa llegar al plazo l¨ªmite sin acuerdo. No es en absoluto mejor un no acuerdo que cualquier acuerdo. Hace falta un periodo transitorio, por tanto, que permita pr¨¢cticamente mantener el statu quo actual respecto a la libre circulaci¨®n de capitales, servicios y mercanc¨ªas en tanto no se culmine la negociaci¨®n del futuro acuerdo de libre comercio.
El aplazamiento del Brexit da pie a nuevas iniciativas, como un segundo refer¨¦ndum para evitar el abandono efectivo del club europeo
El modelo que est¨¢ prefigur¨¢ndose en la actual fase de negociaci¨®n se parece al de Noruega. Forma parte del mercado ¨²nico, hace aportaciones financieras a la UE y se halla bajo la jurisdicci¨®n del Tribunal de Luxemburgo sin participar en las instituciones ni en todas las pol¨ªticas europeas. Para Reino Unido, un pa¨ªs de tanto peso en la historia europea, tiene el inconveniente de que confiere un estatus de peque?o pa¨ªs a quien siempre ha tenido vocaci¨®n de centralidad. Es peor que el acuerdo que Cameron someti¨® a refer¨¦ndum e incluso que el estatus actual de Reino Unido.
Por primera vez en a?os hay una UE unida frente a un Londres acomplejado y a la defensiva. Y eso empez¨® exactamente al d¨ªa siguiente del refer¨¦ndum, en cuanto se vio que nadie en Londres entre los m¨¢s entusiastas del Brexit era capaz de gestionar su victoria y en Bruselas, en cambio, se produc¨ªa una extra?a y nueva sinton¨ªa entre las instituciones e incluso entre los pa¨ªses socios; pero se agrav¨® cuando Theresa May, en su personal exhibici¨®n de arrogancia, os¨® adelantar las elecciones para obtener una mayor¨ªa de mayor calibre y se encontr¨® con un parlamento colgado, en manos de los votos ultras de un partido norirland¨¦s.
El laborismo tambi¨¦n est¨¢ virando hacia posiciones transaccionales respecto al Brexit. Una parte de la opini¨®n brit¨¢nica, bien representada por el ex primer ministro Tony Blair, ha empezado a agitar la idea de un segundo refer¨¦ndum. Para terminar de complicar las cosas, dos potencias industriales como Jap¨®n y Corea del Sur, que la primera ministra acaba de visitar, prefieren esperar a que sean los socios de la UE los que tracen la pauta de su futura relaci¨®n con Londres antes de negociar sus respectivos acuerdos bilaterales de libre comercio.
En el Brexit subyace la creencia de que Reino Unido puede jugar por libre en el mundo global y establecer las reglas de juego en negociaciones bilaterales con los otros grandes jugadores, la UE entre ellos. Las conversaciones de Londres con sus socios globales demuestran, en cambio, que el principal activo brit¨¢nico era y sigue siendo su proximidad y su pertenencia a la UE. El Brexit retrocede, pierde velocidad y puede incluso que en alg¨²n momento decaiga, porque el Reino Unido global es una superstici¨®n.
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