Merkel y la tentaci¨®n del ¡®todav¨ªa no¡¯
La canciller har¨¢ lo justo en una Europa que necesita cambios con urgencia, pero la ambici¨®n de las reformas europeas depende del color de sus socios de coalici¨®n
Angela Merkel es una equilibrista que camina con parsimoniosa lentitud sobre un alambre de p¨²as. Por ese alambre de la interminable y mutante crisis europea se han despe?ado una treintena de l¨ªderes; solo Merkel sigue en pie. ¡°Donde crece el peligro crece tambi¨¦n la salvaci¨®n¡±, dice un verso de H?lderlin, aunque a la canciller le sienta mejor la prosa afilada de Maquiavelo, el primero en pensar una forma de poder que se forja por medio del desconcierto y la confusi¨®n. Las crisis profundas siembran la discordia, dec¨ªa Maquiavelo: esas rivalidades pueden ser el motor de la historia. Merkel aprendi¨® esa lecci¨®n y ha aprovechado la crisis para dibujar los contornos de una Europa m¨¢s germana que nunca. Pero su gesti¨®n deja da?os colaterales: el eje francoalem¨¢n est¨¢ desdibujado a la espera de Macron; las brechas Norte-Sur (por la crisis del euro) y Este-Oeste (por la migraci¨®n) han desempolvado viejos fantasmas y desconfianza; el Brexit es el primer divorcio de la UE en 60 a?os. Todo eso ha ocurrido bajo el liderazgo incontestable de Merkel en Bruselas. Mientras eso suced¨ªa y algunos pa¨ªses se coc¨ªan en el fuego lento de la austeridad, a Alemania le iba estupendamente en casa: seguro que hay una larga palabra alemana para definir esa aparente paradoja.
Los diarios de Berl¨ªn y M¨²nich abren estos d¨ªas sus primeras p¨¢ginas con Catalu?a: as¨ª de aburridas son las elecciones, salvo por el detalle de que la UE de los pr¨®ximos tiempos empezar¨¢ a dise?arse a partir del resultado de este domingo. La reforma de la eurozona, esencial para que la pr¨®xima crisis no se lleve por delante el euro, depende del perfil del ministro de Finanzas, y tal como est¨¢n las cosas quiz¨¢ lo mejor es que siga el eterno Wolfgang Sch?uble: alguna de las alternativas tiene mucha peor pinta. Theresa May lleva meses jugando al despiste porque sabe que el grado de dureza del Brexit est¨¢ supeditado a los colores de la nueva coalici¨®n. Las relaciones de Europa con Turqu¨ªa, con Rusia, incluso con los Estados Unidos del pat¨¢n de Trump: todo est¨¢ en funci¨®n del veredicto de las urnas.
La ¨²nica certeza es que Merkel repetir¨¢. El periodismo es algo m¨¢s fiable explicando el pasado que en los ejercicios de prospectiva, pero ah¨ª va una segunda quiniela: nadie deber¨ªa esperar giros copernicanos. El rasgo caracter¨ªstico de la conducta de la canciller en Europa es su tendencia a la inacci¨®n, al todav¨ªa no, al m¨¢s adelante ya veremos. (En esa querencia por el titubeo recuerda vagamente a Rajoy, salvando las colosales distancias). Parte de lo que suceda depender¨¢ de sus socios: con el SPD habr¨¢ m¨¢s dureza en el Brexit y m¨¢s ambici¨®n con el euro; con los liberales, el Brexit ser¨¢ m¨¢s blandengue y el Sur ya puede echarse a temblar.
Merkel, en fin, har¨¢ lo justo, por mucho que Europa necesite un buen arre¨®n: su Alemania est¨¢ muy c¨®moda con el actual status quo. Si Macron hace las reformas prometidas, quiz¨¢ tengamos algo m¨¢s de ambici¨®n. Y si viene un l¨ªo por Italia, la canciller tendr¨¢ que volver a arremangarse para salvar otra pelota de partido. Porque tarde o temprano llegar¨¢ el en¨¦simo latigazo de la Gran Recesi¨®n, y en ese caso abr¨®chense los cinturones: Merkel volver¨¢ a caminar con parsimoniosa lentitud sobre el alambre de p¨²as europeo. Con su rocosa estabilidad. Con esa veta de oportunismo de los supervivientes pol¨ªticos, a menudo implacables pero capaces de ceder (hasta cierto punto, sin traicionar su esencia) en situaciones l¨ªmite. Haciendo lo que nadie m¨¢s sabe hacer: seguir en pie.
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