Justin Trudeau, el pol¨ªtico que siempre sigue adelante
El primer ministro de Canad¨¢, se erige como la ant¨ªtesis de Donald Trump en todos los terrenos
Justin Trudeau naci¨® para ganar. A sus 45 a?os, el hijo del legendario primer ministro Pierre Trudeau ha hecho de la perfecci¨®n una catapulta. Querido por las masas, due?o de una mente privilegiada, en¨¦rgico, culto y seductor, el jefe del Gobierno canadiense irradia una luz visible desde cualquier punto del planeta. Un aura que le ha convertido en la ant¨ªtesis de Donald Trump.
Si el presidente de Estados Unidos resulta excesivo, inculto y fieramente incorrecto, Trudeau parece flotar en un nirvana de transparencia y civilidad. Un algodonoso universo donde la perspectiva progresista se cumple a rajatabla. Defiende el matrimonio homosexual, es genuinamente feminista, ama la diversidad ling¨¹¨ªstica, apoya la legalizaci¨®n de la marihuana, acepta por miles a los refugiados sirios¡
Su perfecci¨®n resulta a veces agotadora y posiblemente oculte puntos de quiebra. Pero si existen, nadie ha dado con ellos. Despu¨¦s de dos a?os de gobierno, Trudeau sigue siendo el espejo de una forma limpia de hacer pol¨ªtica. Un hombre respetado, que ha tenido una intensa vida que ¨¦l mismo ha contado al mundo en un libro que ahora se publica en Espa?a bajo el t¨ªtulo de Todo aquello que nos une (editorial Deusto). Son 266 p¨¢ginas ¡ªescritas antes de su victoria de 2015¡ª en las que nos acerca tanto al trastorno bipolar de su madre como al divorcio de sus padres, a su trabajo de portero de discoteca e incluso al vibrante flechazo y boda con la presentadora de televisi¨®n Sophie Gr¨¦goire. Momentos fundamentales de su existencia. Detonaciones que a¨²n reverberan en ¨¦l y que describe con la llaneza propia de alguien acostumbrado a rendir cuentas.
Nacido en 1971, cuando su padre era primer ministro por el Partido Liberal, Justin creci¨® en el 24 de Sussex Drive, en Ottawa. En la residencia oficial, una mansi¨®n de piedra gris, vio desfilar a lo largo de 13 a?os casi ininterrumpidos a los grandes del planeta. Ronald Reagan declam¨¢ndole un poema vaquero, Lady Di correteando por la puerta de atr¨¢s. Margaret Thatcher, Helmut ?Schmidt, Olof Palme¡ Desde los albores, el poder y sus personajes formaron parte de su osamenta educativa, aunque ninguno tanto como su padre, la figura que todo lo ata. ¡°El ancla de mi infancia¡±, dice el autor.
Hijo del primer ministro Pierre Trudeu, trat¨® de ni?o a Olof Palme, Lady Di, Ronald Reagan
Franc¨®fono, cat¨®lico y liberal, Pierre Trudeau dio a sus tres hijos una educaci¨®n privilegiada. Eran su pasi¨®n. Para atenderlos, celebraba los almuerzos ministeriales en casa. Los domingos se los llevaba a la monta?a para que reverenciaran la inmensidad de Canad¨¢. Quer¨ªa que fueran los mejores. ¡°Se esperaba de nosotros que supi¨¦ramos historia, teolog¨ªa cat¨®lica y la base de la filosof¨ªa tan bien como sab¨ªamos hacer un giro en paralelo sobre los esqu¨ªs¡°.
Las exigencias paternas tuvieron su contrapeso en la madre. Margaret Joan Sinclair, 30 a?os menor que su marido, viv¨ªa en otro mundo. Desinhi?bida, adelantada a su tiempo y mucho m¨¢s liberal que el padre, para ella la residencia oficial no era un espacio de perfeccionamiento, sino ¡°la joya de la corona del sistema penitenciario canadiense¡±. El choque no tard¨® en llegar.
¡°Recuerdo los malos momentos como una sucesi¨®n de instant¨¢neas dolorosas; yo entrando en la biblioteca y encontrarme a mi madre llorando; o¨ªrla hablar de marcharse mientras mi padre permanec¨ªa de pie frente a ella, r¨ªgido y p¨¢lido. Yo descubriendo que mi madre ya no se refer¨ªa al 24 Sussex como su casa. Yo leyendo titulares de peri¨®dicos sobre la separaci¨®n de mis padres¡±.
La ruptura en 1977 supuso un estallido nacional y dom¨¦stico. El padre se volvi¨® m¨¢s circunspecto; obtuvo la custodia, se centr¨® en sus tres hijos. La madre inici¨® una huida hacia adelante que la lanz¨® a las revistas del coraz¨®n, los brazos de grandes estrellas y las fiestas b¨¢quicas del Studio 54. Todo ocurri¨® en su infancia, pero ning¨²n reproche sale por boca de Trudeau. Ni siquiera cuando le hicieron mobbing en la escuela con fotograf¨ªas de su madre publicadas en una revista para adultos.
Su madre conviv¨ªa en otro mundo y consideraba la residencia oficial de Otawa una prisi¨®n
Es una constante. En la descripci¨®n de su vida no hay rencor hacia nadie. Como mucho, distancia. Se r¨ªe de s¨ª mismo, del adolescente con acn¨¦ severo, encorvado e inseguro. O de su trabajo de juventud como portero de la discoteca Rogue Wolf. ¡°De todos los t¨ªos que trabajaban en la puerta del Rogue Wolf, yo era el m¨¢s peque?o (¡), pero sol¨ªa ser el primero a quien se llamaba para resolver los marrones. Lo hac¨ªan porque sol¨ªa conseguir buenos resultados. Descubr¨ª que el secreto es ser diplom¨¢tico, no dejarse intimidar. Mi sensatez era mi mayor activo¡±.
Las an¨¦cdotas perlan la autobiograf¨ªa. Y Trudeau, licenciado en Literatura Inglesa y Pedagog¨ªa, constantemente busca elevarlas. Puede ser un viaje inici¨¢tico a ?frica o un cruce de miradas con un anciano en Daca (Banglad¨¦s). Para el primer ministro toda acci¨®n tiene un sentido. Es una lecci¨®n pol¨ªtica. Sea un fracaso o una victoria.
Trabaj¨® como portero de discoteca en su juventud y all¨ª aprendi¨® la importancia de la diplomacia
En 1995 Canad¨¢ se acerc¨® al abismo. Por solo 54.288 papeletas se escap¨® de la ruptura en el refer¨¦ndum por la independencia de Quebec. ¡°Cu¨¢nto hubiera cambiado nuestro pa¨ªs si solo 27.145 votantes a favor del no hubieran decidido apoyar a los separatistas. Es probable que no existiera Canad¨¢. ?Y qu¨¦ mensaje habr¨ªamos ofrecido al mundo? Si incluso un pa¨ªs tan respetuoso con las diversidades hubiera fracasado a la hora de reconciliar sus diferencias, ?qu¨¦ esperanza habr¨ªa tenido el resto del mundo de entenderse? Es una cuesti¨®n que me impulsa a seguir adelante¡±.
Seguir adelante. Esa es la consigna de Trudeau. Quintaesencia del progresismo, lector contumaz, orador brillante y convencido de s¨ª mismo. As¨ª es el hombre que hace peque?o a Trump.
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