Los ibad¨ªes, los musulmanes que el ISIS no ha logrado alistar en sus cruentas filas
La considerada tercera rama del islam es seguida por dos millones y medio de personas de un total de 1.800 de musulmanes y rechaza la violencia contra las personas y los animales
Las mezquitas de la isla tunecina de Yerba poseen una identidad propia. Ni sus techos, ni sus minaretes se elevan demasiado alto, y sus paredes apenas atesoran decoraci¨®n alguna. Su sobriedad no es solo una cuesti¨®n de estilo arquitect¨®nico, sino que responde a una filosof¨ªa diferente. De hecho, se trata m¨¢s bien de una teolog¨ªa diferente. La isla de Yerba fue durante muchos siglos un refugio no solo para los jud¨ªos tunecinos, sino tambi¨¦n para los musulmanes de la minoritaria confesi¨®n ibad¨ª, considerada por muchos la tercera rama del islam, mucho menos conocida que sus ¡°hermanas¡± mayores, la sun¨ª y la chi¨ª.
Sin embargo, su clasificaci¨®n dentro del islam es una cuesti¨®n contenciosa. A pesar de su peculiar teolog¨ªa, muchos ibad¨ªes se consideran parte de la confesi¨®n sun¨ª, la mayoritaria, quiz¨¢s para eludir la connotaci¨®n despectiva asociada al t¨¦rmino utilizado a menudo para describirlos: ¡°kharijitas¡±. No en vano, esta definici¨®n est¨¢ sobre todo asociada a algunas sectas musulmanes que hace siglos combatieron de forma violenta contra la ortodoxia sun¨ª. La propia palabra significa literalmente ¡°los que salieron¡±.
¡°Nuestra interpretaci¨®n de la religi¨®n rechaza la violencia, y no solo contra las otras personas o uno mismo, sino tambi¨¦n contra los animales, con la excepci¨®n de si se trata de satisfacer las necesidades alimentarias. Por eso, ning¨²n ibad¨ª se alist¨® nunca a Al Qaeda o el ISIS¡±, apunta Sa?d Baruni, toda una eminencia dentro de la comunidad ibad¨ª por su conocimiento de la propia historia. Este hombre, de gesto pausado y ataviado con unas gafas ovaladas, es el responsable de un centro cultural y de una rica biblioteca que recoge los m¨¢s antiguos documentos de la comunidad ibad¨ª de Yerba, y que fue fundada por un ancestro en 1805.
A la confesi¨®n ibad¨ª se la llama a menudo la m¨¢s ¡°democr¨¢tica¡± del islam. ¡°Las diferencias entre las diversas escuelas son sobre todo hist¨®ricas. Los chi¨ªes argumentaban que el sucesor de Mahoma deb¨ªa ser un descendiente de su propia familia, los sun¨ªes, de un miembro de su tribu, y los ibad¨ªes, cualquier musulm¨¢n, el m¨¢s capaz y fruto de la deliberaci¨®n entre los fieles, aunque no fuera ni ¨¢rabe¡±, asevera Baruni, sentado en su precioso despacho.
Los ibad¨ªes son muy poquitos, menos de dos millones y medio sobre un total de 1.800 de musulmanes. Es decir, solo un 0,1%. La mayor¨ªa, unos dos millones, viven en Om¨¢n, donde es la religi¨®n mayoritaria. El resto en Yerba, en la regi¨®n de Mzab, en Algeria, y en la Jebel Nafusa, en Libia. En la id¨ªlica isla del sur de T¨²nez, ellos representaban la mayor¨ªa de la poblaci¨®n antes de la irrupci¨®n del turismo de masas, que atrajo a miles de inmigrantes del continente, de rito malikita. Sin embargo, las relaciones entre ambos grupos son excelentes. De hecho, los imanes ibad¨ªes se suelen formar en la Universidad de la Zeituna, el m¨¢s hist¨®rico centro de teolog¨ªa del Magreb y situada en T¨²nez capital, pero completan su formaci¨®n en la doctrina ibad¨ª al margen de la ense?anza formal.
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