C¨®rcega: para¨ªso tur¨ªstico con tasas de asesinatos m¨¢s altas que Nueva York
La alta tasa de homicidios y una tradici¨®n de violencia asemejan a la isla m¨¢s a Sicilia que a la Francia continental
"No estoy tranquilo", confiesa S¨¦verin Medori, alcalde de Linguizzetta, un pueblo en la costa este de C¨®rcega. La inquietud de Medori tiene una explicaci¨®n: Fran?ois Servetto, un hamp¨®n condenado, entre otros motivos, por amenazar a Medori, debe salir pr¨®ximamente de prisi¨®n. ¡°Veremos qu¨¦ ocurre¡±.
Medori se convirti¨® en una peque?a figura medi¨¢tica porque hizo lo que pocos cargos electos hacen en la isla mediterr¨¢nea: denunciar en voz alta lo que otros mantienen callado; llevar a los tribunales los intentos de intimidaci¨®n de los que fue v¨ªctima en 2014, cuando optaba por la reelecci¨®n como alcalde.
¡°Sufr¨ªa amenazas por tel¨¦fono. Recib¨ª mensajes. Me mataron vacas. Y, adem¨¢s, hubo disparos. Y visitas¡±, resume sentando en la mesa de una pizzer¨ªa en la carretera que conecta Linguizzetta con Bastia, la segunda ciudad de C¨®rcega, con cerca de 40.000 habitantes.
El caso de S¨¦verin Medori salt¨® a la prensa nacional francesa y se convirti¨® en un ejemplo de la inc¨®moda excepcionalidad corsa, la pervivencia de pr¨¢cticas violentas que acercan m¨¢s a la isla a Sicilia o al sur de Italia que a la Francia continental.
En C¨®rcega palabras como "vendetta" o "omert¨¤" ¡ªla primera, propia de la lengua corsa; la segunda, importada del italiano¡ª, o conceptos como clanismo y clientelismo, son de uso corriente. En 2012, el entonces ministro del Interior franc¨¦s, Manuel Valls, visit¨® la isla tras el asesinato de Jacques Nacer, un destacado empresario de Ajaccio, la capital. Y pronunci¨® unas palabras que traer¨ªan cola: ¡°Demasiados asesinatos. Demasiadas personas que no hablan. Demasiados intereses. Demasiada mafia¡±.
La tasa de homicidios ha bajado en a?os recientes, pero en C¨®rcega es similar a la de pa¨ªses como Argentina o Kenia, seg¨²n datos del Banco Mundial, y supera a la de Nueva York. Con 6,5 homicidios anuales por 100.000 habitantes, la ¡®Isla de la Belleza¡¯ ¡ªel nombre que recibe esta destino tur¨ªstico privilegiado¡ª supera proporcionalmente ¡ªno en n¨²meros totales: la poblaci¨®n de C¨®rcega es inferior¡ª a las regiones m¨¢s crimen de Francia, como son las de Par¨ªs y Marsella, y es netamente superior a la media nacional.
¡°La gente aqu¨ª no se da cuenta de que, durante a?os, han vivido en una zona de conflicto de baja intensidad¡±, dice en su despacho en el diario Corse-Matin, despu¨¦s de cerrar la edici¨®n del d¨ªa, su redactor jefe adjunto, Antoine Albertini. ¡°A m¨ª me ha ocurrido cubrir en una sola jornada seis homicidios o tentativas de homicidio¡±.
En un reportaje publicado este verano en Le Monde, Albertini recordaba que, desde 1988, han muerto asesinadas m¨¢s personas en C¨®rcega que militares franceses muertos en operaciones exteriores desde 1963. Y entre 2001 y 2012 murieron m¨¢s del doble en la isla que los franceses que murieron en la guerra de Afganist¨¢n en el mismo periodo.
En el reportaje, el periodista abordaba un tema delicado: la posible existencia de una cultura de la violencia en C¨®rcega. Las altas tasas de homicidios se explicar¨ªan en parte por la tradici¨®n de las armas y su fuerte presencia en la isla. Podr¨ªa especularse tambi¨¦n con el car¨¢cter insular y la geograf¨ªa monta?osa, pero hay otras islas monta?osas en el Mediterr¨¢neo sin las tasas de criminalidad de C¨®rcega. O podr¨ªa recordarse que esta fue en el pasado una tierra de mercenarios y que sufri¨® entre los a?os setenta del siglo XX y hace tres a?os el azote de la violencia pol¨ªtica.
¡°La representaci¨®n que el pueblo corso se hace de s¨ª mismo es la de un pueblo de guerreros¡±, dice a EL PA?S Jean-Guy Talamoni, l¨ªder independentista y presidente de la Asamblea corsa. ¡°No creo que Gandhi hubiera tenido mucho ¨¦xito en C¨®rcega¡±. La violencia nacionalista ya ha terminado, pero la prioridad de la lucha antiterrorista por parte del Estado franc¨¦s posiblemente dej¨® el campo libre a la criminalidad mafiosa.
Para C¨®rcega, la imagen de isla violenta es un estigma, con frecuencia un prejuicio que se le aplica desde fuera, pero tiene ra¨ªces antiguas. El historiador Jean-Pierre Arrighi recuerda que ya los autores de la Antig¨¹edad, entre ellos S¨¦neca, cultivaron la imagen de C¨®rcega como un sin¨®nimo de naturaleza, un lugar salvaje y ex¨®tico. Esta visi¨®n llevaba a dos conclusiones opuestas: C¨®rcega era una isla de personas agresivas y grosera; o, al contrario una especie de para¨ªso terrenal cuyos habitantes eran seres justos y beat¨ªficos.?La doble visi¨®n que llega hasta hoy: el para¨ªso tur¨ªstico, o el infierno del crimen. Ambas son hiperb¨®licas, por supuesto, pero no son nuevas.
El gran te¨®rico de la violencia corsa fue el escritor Prosper M¨¦rim¨¦e, que hizo en C¨®rcega una operaci¨®n literaria similar a la que realiz¨® en Espa?a con?Carmen, la novela que inspir¨® la ¨®pera de Bizet. La Carmen corsa es?Colomba, publicada en 1840. Esta novelita es un tratado sobre la vendetta, la venganza entre familias. ¡°Es imposible hablar de los corsos sin atacar o justificar su pasi¨®n proverbial¡±, dice el narrador. La vendetta, dice el historiador Arrighi, ¡°no es forzosamente violenta¡±. ¡°Se trata de un m¨¦todo de disuasi¨®n¡±, contin¨²a. Como la bomba at¨®mica. Seg¨²n este sistema, ¡°cada familia se comporta como un Estado¡±, explica, citando la tesis de un jurista de los a?os veinte. ¡°Hay provocaci¨®n, declaraci¨®n de guerra y tratado de paz, a veces en presencia del prefecto, o del obispo¡±. Un personaje en Colomba observa: ¡°Hay m¨¢s asesinatos aqu¨ª que en otros lugares, pero jam¨¢s ver¨¢ una causa innoble en estos cr¨ªmenes. Nosotros tenemos muchos asesinos, cierto, pero no hay ni un ladr¨®n¡±. El argumento ¡ªmuchos cr¨ªmenes de sangre pero seguridad en las calles y un cierto orden social¡ª sigue escuch¨¢ndose: la dicotom¨ªa que ya apuntaban los cl¨¢sicos.
Al alcalde S¨¦verin Medori le mataron a tiros ocho de sus vacas, le enviaron SMS amenazantes y dispararon cerca de su casa. El culpable era la pareja de su oponente pol¨ªtica. Medori hab¨ªa frenado proyectos urban¨ªsticos en su municipio, en la denominada ¡®llanura oriental¡¯, una de las pocas zonas llanas de la isla, sin sobreexplotaci¨®n tur¨ªstica.
¡°Estaba seguro de que si no pon¨ªa una demanda, volver¨ªa a empezar. Y ya basta¡±, dice Medori. ¡°Desgraciadamente estamos acostumbrados aqu¨ª. Hay un fondo de violencia en la sociedad corsa¡±.
Al periodista Albertini los fantasmas de los muertos le acechan en cada paso por su ciudad. ¡°Del norte al sur de Bastia, en unos pocos kil¨®metros cuadrados, cualquier itinerario lleva por su rastro invisible, cualquier recorrido permite recordar¡±, escribi¨® en Le Monde.
Ahora, en la esquina del boulevard Paoli con la calle del general Abbatucci, Albertini se?ala a izquierda y derecha. ¡°?Ve este ramo de flores? Un militante nacionalista fue asesinado aqu¨ª. Y justo delante muri¨® otro. Y all¨ª muri¨® un tipo de mi edad en 2008. Y en aquella plaza, all¨ª, entre los a?os 80 y los 2000 hubo cinco o seis muertos. Si subimos por el boulevard Paoli, hay tres o cuatro muertos y dos o tres tentativas de asesinato en 20 a?os¡±.
Alguien podr¨ªa tener la idea de organizar itinerarios tur¨ªsticos en Bastia, un ¡°murder tour¡± como se hace en algunas ciudades norteamericanas. No es el momento. ?Quiz¨¢ en diez o cincuenta a?os, cuando la violencia quede atr¨¢s? ¡°No¡±, responde. ¡°En cien a?os habr¨¢ cambiado poco¡±.
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