Inclinado ante el emperador
Trump celebra el aniversario de su elecci¨®n con reverencias y elogios desmesurados a Xi Jinping. El presidente de EE?UU se aferra a Pek¨ªn para resolver la amenaza nuclear norcoreana
Justo un a?o despu¨¦s de su elecci¨®n, Donald Trump ha paseado y cenado con Xi Jinping en la Ciudad Prohibida, el palacio imperial donde los emperadores chinos recib¨ªan el homenaje de sus s¨²bditos y de los enviados extranjeros en la ceremonia compleja y humillante del kowtow.
El acto de sumisi¨®n ceremonial al emperador ten¨ªa muchas modalidades, con variaciones en el n¨²mero de reverencias e incluso en su intensidad, hasta llegar a dar con la frente en el suelo. Nadie pod¨ªa sustraerse a ella, ni siquiera los enviados de los monarcas europeos, vasallos del hijo del cielo en la imaginaci¨®n mitol¨®gica del imperio del centro.
Donald Trump acaba de practicar con Xi Jinping una modalidad posmoderna y ligera del kowtow. Si hace un a?o acusaba a China de ladrona de puestos de trabajo estadounidense, y de manipuladora de su moneda para incrementar su super¨¢vit comercial con EE UU, ahora ha endosado a los presidentes que le precedieron la responsabilidad del enorme desequilibrio en la balanza comercial a favor de China. Adem¨¢s, ha reconocido que no pod¨ªa descalificar a la superpotencia por aprovecharse de la mala pol¨ªtica comercial de su pa¨ªs.
No le ha bastado la denigraci¨®n de sus antecesores para disculpar al rival estrat¨¦gico, sino que adem¨¢s se ha deshecho en elogios y lisonjas personales hacia Xi, ¡°un hombre muy especial¡±, a quien ya pirope¨® hace unas semanas por la ¡°gran victoria pol¨ªtica¡± obtenida en su reelecci¨®n como secretario general del Partido Comunista. Trump no ha recibido ni un solo gesto de reciprocidad por parte del l¨ªder chino, perfectamente consciente de lo que busca alguien tan sensible a los elogios como es el presidente estadounidense.
El Washing?ton trumpista en su primer a?o sintoniza mejor con la monarqu¨ªa saud¨ª y la dictadura china que con Occidente
Nada se entender¨ªa de la pol¨ªtica china de Trump sin la peligrosa crisis que se le ha abierto en la pen¨ªnsula de Corea, donde la escalada nuclear del r¨¦gimen de Pyongyang est¨¢ a punto de resolverse de forma muy adversa para Washington, pues se enfrenta al dilema de escoger entre la consolidaci¨®n de una potencia at¨®mica con capacidad de alcanzar territorio estadounidense o entrar directamente en una confrontaci¨®n armada de altos costes en vidas y en inestabilidad geopol¨ªtica.
Obama ya se lo advirti¨® cuando lleg¨® a la Casa Blanca: Corea del Norte era el problema m¨¢s espinoso que le dejaba encima de la mesa. Trump apenas le hizo caso, como demuestra la fr¨ªvola incontinencia verbal y tuitera con que se ha expresado durante todo su primer a?o presidencial, amenazas incluidas, respecto a Kim Jong-un, mof¨¢ndose tambi¨¦n de los esfuerzos diplom¨¢ticos de su secretario de Estado, Rex Tillerson.
La resoluci¨®n del dilema deber¨¢ producirse en los pr¨®ximos meses, seg¨²n se?ala un sombr¨ªo informe del Congreso de EE UU del pasado 27 de octubre. En el documento, se analizan todos los escenarios b¨¦licos para liquidar el arsenal norcoreano, desde bombardeos a¨¦reos hasta la invasi¨®n terrestre, para evitar que alcance una capacidad nuclear disuasiva que obligue a su aceptaci¨®n de facto y a un equilibrio del terror, como sucedi¨® con la Uni¨®n Sovi¨¦tica al principio de la Guerra Fr¨ªa.
Queda una oportunidad, pero est¨¢ en manos de China, el ¨²nico pa¨ªs que puede influir sobre Corea del Norte con una combinaci¨®n de sanciones y presi¨®n pol¨ªtica. Si esta v¨ªa fracasa, Trump se enfrentar¨¢ a la obligaci¨®n de tomar la grav¨ªsima decisi¨®n de ordenar la destrucci¨®n del arsenal nuclear norcoreano, operaci¨®n que requiere una invasi¨®n terrestre, seg¨²n el Pent¨¢gono, y que puede ocasionar decenas de miles de v¨ªctimas civiles solo en los primeros d¨ªas.
China puede influir en
Corea del Norte con sanciones y presi¨®n pol¨ª-
tica. Si esto fracasa, EE UU tendr¨¢ que tomar una grave decisi¨®n
Estamos en el umbral de lo impensable, en puertas de un peligro b¨¦lico de dimensiones desconocidas. Tambi¨¦n era impensable la elecci¨®n de Trump hace un a?o, y este es el dato central del a?o transcurrido desde los comicios. El balance empieza en el momento mismo en que todos los aventureros del mundo reciben el mensaje estimulante de que la primera superpotencia ha ca¨ªdo en manos de uno de ellos, y de que cualquiera de las locuras pol¨ªticas imaginables puede abrirse camino en el nuevo mundo trumpista, al menos en el territorio de los mundos paralelos o de las fake news (esas noticias falsas que tanto rendimiento dan a los movimientos populistas).
Trump no es consciente del acto de vasallaje que acaba de hacer en Pek¨ªn, entre otras razones porque cree que puede desmentirse inmediatamente. En su idea de la pol¨ªtica, todo es instant¨¢neo y se organiza en torno a la apariencia, como ocurre en los espect¨¢culos televisivos. Gobernar es firmar decretos solemnemente en el Sal¨®n Oval o intercambiar sonrisas con Xi Jinping en la Ciudad Prohibida ante las c¨¢maras. Lo que suceda luego con el decreto o lo que salga de las conversaciones tiene escasa importancia. Trump jam¨¢s se ruboriza por desmentirse y siempre lo resuelve descalificando a los otros. Su palabra va mucho m¨¢s all¨¢ de las fake news. Es inconsistente, ajustada solo al instante. Solo Twitter le permite ser as¨ª. ?l y la red social est¨¢n hechos el uno para el otro.
Pero el kowtow de Trump no es un gesto vol¨¢til, sino una expresi¨®n del retroceso de Washington en la direcci¨®n de los asuntos mundiales desde hace un a?o y de la ventana de oportunidad que se le ha abierto a China, y en concreto a su presidente Xi Jinping, para acortar la distancia que les separa todav¨ªa, hasta conseguir, a mitad del siglo XXI, el relevo como superpotencia. Los lemas trumpistas America first (Am¨¦rica primero) y America great again (America otra vez grande) significan, al parecer, ceder gentilmente el paso a China y hacerlo tambi¨¦n en el plano de las ideas y de los valores, en el que EE UU consigui¨® sus victorias m¨¢s resonantes en el siglo XX.
La elecci¨®n de Trump hace un a?o es parte de la desoccidentalizaci¨®n del mundo. El mundo trumpista est¨¢ m¨¢s cerca de Putin, Erdogan, Xi Jinping y Mohamed bin Salman que de sus aliados occidentales, Merkel y Macron. Es autoritario y plut¨®crata, nacionalista y xen¨®fobo, extremista y polarizado, inseguro y selv¨¢tico. No se construye con alianzas y acuerdos basados en valores e intereses compartidos y guiados por una visi¨®n estrat¨¦gica m¨¢s o menos com¨²n, sino por los m¨¢s brutales intereses inmediatos, los deals o contratos comerciales, aut¨¦nticas transacciones entre negociantes poderosos.
Desde hace un a?o, el riesgo de guerra ha aumentado, en Oriente Pr¨®ximo ¡ªdonde ya es una realidad¡ª y en Corea, con la eventualidad de un ataque nuclear, que ser¨ªa el primero desde 1945. Tambi¨¦n ha aumentado el riesgo de proliferaci¨®n, sobre todo por el boicoteo de Trump al acuerdo con Ir¨¢n. Las alianzas de seguridad se han aflojado y el multilateralismo ¡ªmadre de todos los avances en el ¨²ltimo medio siglo¡ª ha recibido un severo rev¨¦s. Lo peor, sin embargo, es el mal ejemplo y el est¨ªmulo para aventureros, vigentes desde el 8 de noviembre de la elecci¨®n presidencial e incluso antes, el 20 de julio de 2016, cuando fue nominado candidato del Partido Republicano, el viejo y gran partido de Abraham Lincoln.
The Washington Post ha contabilizado m¨¢s de 1.300 mentiras o tergiversaciones de Trump desde su elecci¨®n (un promedio de cuatro mentiras al d¨ªa), en un pa¨ªs donde la mentira ha llevado a la apertura de procesos de destituci¨®n de dos presidentes. Que Trump ocupe el cargo todav¨ªa y no haya sido depuesto por el Congreso dice mucho y mal de la sociedad que le permiti¨® llegar a la Casa Blanca y le ha mantenido hasta ahora en el poder. Pero esto tampoco dice mucho a favor del mundo que tiene en ¨¦l a un l¨ªder y maestro de perversi¨®n pol¨ªtica.
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