La mezquita de C¨®rdoba, compleja e inaprensible
Los principios formales del templo musulm¨¢n estaban definidos con tanta claridad desde su origen que las ampliaciones posteriores del edificio no supusieron transformaciones radicales
Es evidente que los constructores de la mezquita de C¨®rdoba tuvieron presente la de Damasco y que eran conscientes, por tanto, de las claras diferencias que median entre la teolog¨ªa isl¨¢mica y la cristiana, diferencias que, naturalmente, iban a quedar reflejadas en su arquitectura. El islam enfatiza la omnipotencia de Dios, a quien se reserva el poder de creaci¨®n. De ah¨ª que haya que entender la deliberada ausencia en la cultura isl¨¢mica de im¨¢genes creadas por el hombre como un signo de respeto a Dios. La extensi¨®n de estas ideas a la arquitectura supuso el abandono de la unidad y la singularidad que caracterizaban a la arquitectura tradicional de Occidente, y la aparici¨®n, como contrapartida, de una arquitectura gen¨¦rica y no particularizada. En ella la nueva idea de oraci¨®n que la religi¨®n isl¨¢mica tra¨ªa consigo pod¨ªa encontrar la atm¨®sfera que precisaba: la difusa presencia de Dios se materializaba as¨ª en la infinitud del artificial espacio de la mezquita. En otras palabras, tanto la axialidad y secuencialidad como la imponente centralidad de las primeras iglesias y bas¨ªlicas cristianas desaparec¨ªan de las mezquitas en aras de un espacio neutro y sin caracterizar. El foco del espacio cristiano ¡ªel altar¡ªera absorbido por el todo. El nuevo foco fue la quibla, un ¡°muro de oraci¨®n¡± continuo, con un peque?o nicho ¡ªel mihrab¡ª inspirado probablemente en los ¨¢bsides cristianos, pero sin la significaci¨®n lit¨²rgica de ¨¦stos. El mihrab, sin embargo, implicaba la necesidad de la simetr¨ªa, que, una vez m¨¢s, aparece como inevitable principio formal capaz de imponer un cierto orden, incluso bajo las circunstancias de abstracci¨®n e indiferenciaci¨®n inherentes a la arquitectura de la mezquita. La iglesia cristiana, longitudinal y procesional, se transforma en un edificio con patio, a modo de ciudadela sagrada, en el que la transici¨®n al espacio cubierto debe entenderse como un paso adelante en la relaci¨®n, individual y privada, que el islam establece con Dios. (¡)
Los principios formales de la mezquita de C¨®rdoba estaban tan claramente establecidos desde su origen y eran tan determinantes que las ampliaciones posteriores del edificio no supusieron transformaciones radicales. La futura vida de un edificio est¨¢ impl¨ªcita en los principios formales que lo han hecho nacer, y de ah¨ª que su entendimiento nos proporcione una pista para comprender su historia. Tal haremos ahora al ver de qu¨¦ modo est¨¢n dichos principios presentes en la larga vida de la mezquita. (¡) Durante los dos siglos posteriores a su construcci¨®n, la mezquita de C¨®rdoba permaneci¨® como la hab¨ªa dejado Almanzor. Pero a principios del siglo XIII la ciudad cay¨® en manos cristianas y volvi¨® a ser objeto de cambios.
Parece ser que la transformaci¨®n de la mezquita en iglesia cristiana se llev¨® a cabo sin que su estructura arquitect¨®nica resultase afectada. Fernando III el Santo ocup¨® discretamente una de las esquinas de la ampliaci¨®n de Almanzor para celebrar en ella el culto de los conquistadores. Algunos a?os despu¨¦s, la entrada a la mezquita de Alhaqu¨¦n (¡) pas¨® a ser la capilla mayor y se llam¨® a partir de entonces capilla de Villaviciosa. Qued¨® all¨ª establecido el foco cristiano de la mezquita, en tanto que el resto permaneci¨® pr¨¢cticamente inalterado.
Cuando Alfonso X el Sabio decidi¨® construir una nueva capilla en la que habr¨ªa de ser enterrado, lo hizo junto a la capilla de Villaviciosa. Es interesante subrayar aqu¨ª que la capilla real fue construida a la manera de la mezquita y ejecutada con mano de obra isl¨¢mica, sin dar paso al estilo de los conquistadores, el g¨®tico. Esto indica una cierta tolerancia por parte de los constructores cristianos hacia el medio cultural y religioso de los vencidos. La mezquita permaneci¨®, por tanto, casi inalterada desde la ¨¦poca de Almanzor hasta finales del siglo XV. Fue entonces cuando el obispo Manrique, influido sin duda por el renacido estado de guerra ¡ªGranada, ¨²ltimo de los reinos moros, caer¨ªa poco despu¨¦s¡ª, decidi¨® transformar la mezquita en una aut¨¦ntica iglesia cristiana. La falta de articulaci¨®n espacial de la mezquita era inadecuada para el culto cristiano, familiarizado a lo largo de siglos con la axialidad de las bas¨ªlicas y de las catedrales. Y, por ello, el primer paso hacia la iglesia cristiana fue abrir una nave longitudinal, lo que fue posible con la simple sustituci¨®n de tres arcos por un solo arco ojival. As¨ª comenz¨® una nueva ¨¦poca en la vida de la mezquita de C¨®rdoba.
La inserci¨®n de la catedral fue realizada con tal precisi¨®n que su presencia en el interior de la mezquita constituye una continua sorpresa
Debe, sin embargo, subrayarse que los constructores cristianos actuaron con profundo conocimiento de la mezquita y de su significado. Tal conocimiento se hac¨ªa especialmente evidente en el cambio que se produjo en la orientaci¨®n. Los constructores cristianos comprendieron el valor de la orientaci¨®n y, en cuanto que pretend¨ªan eludir la utilizaci¨®n de la mezquita isl¨¢mica, la trastocaron radicalmente.
Tambi¨¦n, desde un punto de vista pragm¨¢tico, la nueva iglesia iba a quedar inteligentemente emplazada: los constructores cristianos soportaron el empuje horizontal de sus arcos apoy¨¢ndolos en una de las viejas quiblas, con lo que s¨®lo se precis¨® colocar contrafuertes en uno de los lados. La primera intervenci¨®n cristiana en la mezquita se caracteriz¨®, pues, por su econom¨ªa y su eficacia.
La mezquita de C¨®rdoba, que hab¨ªa sobrevivido 200 a?os en manos de cristianos sin cambios sustanciales, se encontraba en notable peligro cuando, al final de la guerra, con la ca¨ªda de Granada en 1492, surgieron voces que, no contentas con haber instaurado el culto cristiano en ella, reclamaban su completa transformaci¨®n en una aut¨¦ntica catedral cristiana. Tal prop¨®sito dio lugar a vivas disensiones, con intervenciones reales y clamor popular, que solo concluyeron cuando, en 1523, Carlos I aprob¨® el proyecto del Cabildo.
Los cristianos estaban inquietos al percibir lo sagrado en el espacio de la mezquita y ve¨ªan la construcci¨®n de la nueva catedral como necesaria purificaci¨®n de aquella. Nadie se lo plante¨® en t¨¦rminos de una ampliaci¨®n, de una nueva estructura. La discusi¨®n se centr¨® m¨¢s bien en c¨®mo construir en el interior de la vieja mezquita: inclusi¨®n en vez de extensi¨®n. (¡)
La inserci¨®n de la catedral fue realizada con tal precisi¨®n que su presencia en el interior de la mezquita constituye una continua sorpresa para quien ama detenerse ante los problemas que gravitaron sobre el trabajo del arquitecto. En la planta no se aprecia el ingenioso modo en que el impresionante hueco de la catedral niega violentamente la modesta altura de la mezquita, aumentando as¨ª el dramatismo que implica el encuentro de dos arquitecturas tan diferentes. Parad¨®jicamente, la catedral favorec¨ªa la unidad de la mezquita. Incluso la ampliaci¨®n de Almanzor, que hasta entonces hab¨ªa carecido de sentido, adquiri¨® coherencia al envolver el cuerpo de la iglesia cristiana. Con esta operaci¨®n se desvaneci¨® la presencia ¡ªenfatizada por las distintas quiblas¡ª de las mezquitas anteriores, desde Abderram¨¢n I hasta Almanzor, y s¨®lo sobrevivi¨® una mezquita: la compleja e inaprensible mezquita de C¨®rdoba.
Rafael Moneo es arquitecto y premio Pritzker en 1996. Este fragmento forma parte del ensayo ¡®La vida de los edificios¡¯, que la editorial Acantilado publica el 28 de noviembre.
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