La sequ¨ªa causa miseria y muerte en Marruecos
Los habitantes del pueblo donde fallecieron 15 personas en una estampida durante un reparto ben¨¦fico de comida aseguran que la falta de agua est¨¢ destrozando sus cosechas
Lakbira Sabiri ten¨ªa 65 a?os y ocho hijos. Era una de las casi mil mujeres que acudieron este domingo a la plaza principal de Sidi Bulaalam, un pueblo de 7.000 habitantes situado a cinco horas y media en coche al sur de Rabat. Se llev¨® a su hija Aziza Lamari. Llegaron a las 12 de la noche y pasaron toda la madrugada del domingo esperando. Ya hab¨ªa mujeres que estaban all¨ª desde la madrugada del s¨¢bado. El mecenas del pueblo, Abdelkabir Hadidi, hab¨ªa anunciado que distribuir¨ªa de forma gratuita diez kilos de harina, dos litros de aceite, tres paquetes de t¨¦, cuatro paquetes de az¨²car y cinco kilos de arroz. Hadidi llevaba desde 2013 organizando la misma acci¨®n caritativa, una vez al a?o.
¡°De repente¡±, relata la hija de Lakbira Sabiri, ¡°muchas mujeres empezaron a impacientarse. Hab¨ªa vallas de hierro delante de los puestos de alimentos. Las barras cayeron al suelo y las mujeres se vieron atrapadas y pisoteadas en ellas. Ni los ayudantes de este hombre ni los gendarmes que hab¨ªa all¨ª hac¨ªan nada por nosotras. Mi madre muri¨® aplastada. La gente la pisaba y yo no pod¨ªa hacer nada por evitarlo. Apareci¨® un polvo en el aire que nos asfixiaba. No s¨¦ de d¨®nde ven¨ªa, pero no se levant¨® del suelo. ?l y sus ayudantes segu¨ªan grab¨¢ndonos con sus c¨¢maras sin hacer nada¡±.
La hija de Sabiri, y otros habitantes del pueblo consultados sostienen que el mecenas Abdelkabir Hadidi, un hombre muy religioso, sol¨ªa utilizar estas grabaciones de v¨ªdeo para enviarlas a Arabia Saud¨ª y conseguir dinero de los ¨¢rabes. Este diario ha intentado ponerse en contacto con Hadidi pero su casa, situada en la misma plaza central donde murieron las 15 personas, se encontraba custodiada por gendarmes que no permit¨ªan el acceso.
Lakbira Sabiri es la ¨²nica v¨ªctima mortal del pueblo. El resto lleg¨® de las localidades vecinas. Mohamed Lfirk, un joven del pueblo, asegura que a las mujeres del pueblo no les gusta ser grabadas, les parece humillante. Y sostiene tambi¨¦n algo que este diario no ha podido corroborar pero que repiten varias personas consultadas: ¡°El a?o pasado ya murieron cinco que aguardaban en la cola. Y aquello se silenci¨®¡±, a?ade Lfirk.
Todos los consultados aseguran que la causa de la miseria en el pueblo es la falta de agua. Marruecos padece varias temporadas de sequ¨ªa que este a?o est¨¢ alcanzando su cota m¨¢xima. Hay otras zonas del pa¨ªs, como la localidad sure?a de Zagora, donde los habitantes llevan varios meses manifest¨¢ndose para que se distribuyan mejor los escasos recursos. En Sidi Bulaalam llevan diez a?os sin una buena cosecha a causa de la lluvia.
Aziza Lamari muestra en la habitaci¨®n de su madre varios sacos de trigo. ¡°Esto es lo que tenemos para alimentarnos el resto del a?o¡±. Ahora, su casa se ha convertido en un centro de peregrinaje para los periodistas locales. Pero la familia de Sabiri no pide comida. ¡°Lo ¨²nico que queremos es agua¡±, dice Elgalia Bent Ahmed, una se?ora mayor, que ignora su propia edad. ¡°Tenemos que recorrer cinco kil¨®metros para traer a casa un bid¨®n de agua de 20 litros por el que pagamos un dirham [equivalente a 10 c¨¦ntimos de euro]¡±, a?ade Aziza Lamari. ¡°Tambi¨¦n compramos cuatro toneladas de agua por 120 dirhams¡±. Hay una cisterna en el centro del pueblo que distribuye agua a cambio de ese dinero. Cerca de esa cisterna se encuentra la del mecenas Abdelkabir Hadidi. Ah¨ª es gratuita, pero hay mucha gente esperando.
Milud, otro hijo de Lakbira Sabiri, ense?a el agujero abierto en el suelo donde suelen almacenar el agua que beben, con la que cocinan y se asean. Si uno se asoma apenas se ve agua. Tira una piedra y el sonido es seco.
Exigencia del mecenas
Otra forma de ganarse la vida, comenta Aziza Lamari, consiste en comprar en el pueblo el afiyash, el fruto con el que se elabora el aceite de arg¨¢n, tan apreciado en Occidente, lo limpian en casa y lo revenden despu¨¦s. ¡°Trabajamos durante dos d¨ªas para conseguir 10 dirhams (un euro)¡±, concluye Aziza Lamari. La misma operaci¨®n de la piedra en otro almac¨¦n de agua construido en el suelo, la repetir¨¢ en su casa otro vecino, Mustafa el Harrad, de 27 a?os. ¡°En este pueblo la gente tiene miedo a hablar porque tenemos miedo a las autoridades. Los pol¨ªticos de la zona siempre dicen que todo est¨¢ bien, que no hay ning¨²n problema. Pero aqu¨ª no hay nada. La plaza donde murieron estas mujeres es la misma donde se organizan los partidos de f¨²tbol. Tenemos un centro de salud donde solo viene un enfermero los jueves¡±.
¡°Ahora mismo¡±, contin¨²a Mustafa el Harrad, ¡°la ¨²nica forma que tengo yo de ganarme la vida es marcharme a Skjirat (a unas cinco horas desde su casa) y trabajar por 120 dirhams (12 euros) la jornada, en la cosecha del tomate. O bien, ir a Marrakech y trabajar en el aceite y la naranja por 150 dirhams (15 euros) la jornada. Aqu¨ª la gente no tiene ganado porque ser¨ªa una carga m¨¢s sin agua. Yo temo que cuando se vayan los periodistas y el mundo se haya olvidado de nosotros, volver¨¢n los gendarmes a presionarnos por habernos atrevido a hablar¡±.
Sad¨ªa Ali, una vecina de Mustafa el Harrad, habla bien del mecenas. ¡°A m¨ª me construy¨® una reserva de agua en casa y me trajo el agua gratis¡±, asegura.
Cuando se pregunta por qu¨¦ solo acud¨ªan mujeres a la recogida de alimentos, Lfirk, asegura que el mecenas lo exig¨ªa as¨ª. ¡°No era necesario congregar a tantas mujeres de la comarca. ?l pod¨ªa haber distribuido los mismos alimentos yendo a los ocho pueblos de la zona. Pero quer¨ªa que acudieran por centenas para tener buenas grabaciones¡±.
Los vecinos de Sidi Bulaalam no hacen alusi¨®n al cambio clim¨¢tico, ni al boicot de Donald Trump a los acuerdos de Par¨ªs sobre el cambio clim¨¢tico, ni analizan las causas profundas de su pobreza. Pero tienen claro que a ellos les est¨¢ faltando algo tan indispensable como el agua.
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