El cocodrilo se zamp¨® al camarada Bob
Robert Mugabe, fugaz estrella de la lucha anticolonial y sanguinario dictador de Zimbabue, acaba de ser devorado por su n¨²mero dos, Emmerson Mnangagwa. Nada hace pensar que el pa¨ªs que pudo ser un ejemplo en ?frica vaya a salir del desastre
En su pa¨ªs se le conoce como El Cocodrilo, y dada la dificultad de su apellido tiene todos los n¨²meros para que as¨ª se le conozca en todo el mundo. Ya se sabe que los cocodrilos esperan pacientemente y en la m¨¢s absoluta inmovilidad, incluso con los ojos cerrados como si estuvieran dormidos, a que la presa se sit¨²e en el punto m¨¢s pr¨®ximo posible para zamp¨¢rsela de un solo bocado.
Su nombre, Emmerson Mnangag?wa, no es f¨¢cil de retener. Es el nuevo jefe de Estado de Zimbabue, con menos oportunidades que su ¨²nico antecesor, Robert Mugabe, para exhibir su personalidad ante sus conciudadanos, que ya le conoc¨ªan muy bien, y sobre todo ante el mundo, que empez¨® a tener noticia de su existencia cuando fue destituido como vicepresidente y empez¨® la pelea en la c¨²spide del poder.
Por su edad, 75 a?os, es improbable una larga permanencia en el cargo. Eso en el caso de que gane las elecciones presidenciales que se celebrar¨¢n en 2018. Aunque de momento ya acaba de ganar la partida con la oportunidad que le brinda el destino de sacar a su pa¨ªs del pozo negro en el que ¨¦l mismo se ha esforzado por hundirlo hasta el ¨²ltimo minuto como n¨²mero dos del r¨¦gimen.
El relevo ha sido lisa y llanamente un golpe de Estado militar organizado por el vicepresidente depuesto, por m¨¢s esfuerzos que este haga para maquillarlo como una reacci¨®n presidencial a un procedimiento parlamentario de deposici¨®n (impeachment). Mugabe firm¨® su renuncia despu¨¦s de resistirse durante una semana confinado por los militares en la residencia presidencial.
El nuevo presidente, vinculado a la matanza de 20.000 civiles ndebeles dos a?os despu¨¦s de la independencia, tiene un violento historial
La disputa en la c¨²spide es de libro. Quien tiene todo el poder lo retiene tanto tiempo como puede. Primero con trampas y luego con violencia. Ni siquiera la edad o la enfermedad son impedimentos. Mugabe pensaba presentarse por en¨¦sima vez a las elecciones del pr¨®ximo a?o. En el norte del continente africano, en Argelia, est¨¢ la prueba de que un enfermo terminal, sentado en su silla de ruedas y sin capacidad para comunicarse, como Abdelaziz Buteflika, puede seguir ganando elecciones.
En el l¨ªmite aparece el impulso din¨¢stico que transforma a los d¨¦spotas en monarcas y suele producir un rechazo visceral entre los poderes f¨¢cticos. Mubarak en Egipto y Ben Ali en T¨²nez cayeron por este motivo. En el caso de Mugabe era su esposa Grace, 40 a?os m¨¢s joven, la que aspiraba a sucederle, apoyada por un grupo de j¨®venes ambiciosos del partido ¨²nico en el poder, el ZANU-PF (Zimbabwe African National Union- Patriotic Front). Ellos fueron los que intentaron dar un golpe de palacio, destituyendo a Mnangagwa como vicepresidente y oblig¨¢ndole a exilarse por unos d¨ªas en Sud¨¢frica.
Si la larga y siniestra leyenda de Mnangagwa acredita su comportamiento como un cocodrilo, todav¨ªa m¨¢s su ascenso a la m¨¢xima magistratura, precedida por una espera de a?os, si no de d¨¦cadas. El Cocodrilo es el hombre fuerte de la seguridad del Estado y de los servicios secretos desde la independencia en 1980, de forma que no hay crimen de Estado en la violenta historia dictatorial de Robert Mugabe al frente de Zimbabue en la que Mnangagwa no se halle comprometido.
Su nombre se asocia a las matanzas de Matabeleland, dos a?os despu¨¦s de la independencia, en las que una brigada formada en Corea del Norte masacr¨® a unos 20.000 civiles ndebeles, etnia a la que pertenec¨ªa Josua Nkomo, el aut¨¦ntico padre de la independencia del pa¨ªs, con el que Mugabe compiti¨® primero y al que persigui¨® y mand¨® al exilio posteriormente. Tambi¨¦n se asocia con la participaci¨®n de las fuerzas militares zimbabuenses en la guerra del Congo en apoyo de Joseph Kabila, las violentas ocupaciones de propiedades agr¨ªcolas y las turbulentas interferencias en los procesos electorales para evitar la victoria de la oposici¨®n.
Las dos facciones enfrentadas son corruptas y desp¨®ticas. Si acaso, el Beria zimbabuense tiene m¨¢s experiencia y pragmatismo
Al final, Mugabe ha ca¨ªdo v¨ªctima de una disputa generacional en la que han vencido los veteranos excombatientes de la independencia. Constitu¨ªan la principal base pol¨ªtica y electoral del presidente depuesto, pero ahora han preferido jubilarlo antes que permitir la toma del poder por parte de su esposa y sus amigos m¨¢s j¨®venes. No es f¨¢cil detectar diferencias pol¨ªticas entre las facciones enfrentadas, igualmente corruptas y desp¨®ticas. Si acaso, la experiencia y el pragmatismo que se le atribuye al Beria zimbabuense le habilitan mejor que a los voraces cachorros del partido ¨²nico para el programa de recuperaci¨®n econ¨®mica que necesita el pa¨ªs.
Zimbabue es todo un caso en la historia de ?frica. El nuevo pa¨ªs surgido de la independencia sobre las cenizas de la dictadura blanca y racista de Rodesia del Sur ten¨ªa todo para convertirse en un modelo de descolonizaci¨®n y en ejemplo puntero para el continente, especialmente por su educaci¨®n, su sanidad, su industria agraria exportadora y sus infraestructuras. Gracias a los acuerdos de Lancaster House, patrocinados por el Gobierno de Margaret Thatcher, arranc¨® como una democracia multipartidista, con un Ejecutivo en el que se incluyeron dos ministros blancos, conserv¨® a funcionarios blancos en altos puestos de la administraci¨®n y del ej¨¦rcito y preserv¨® las ricas propiedades agr¨ªcolas en manos de los colonos.
Pero pronto todo se torci¨® con la liquidaci¨®n de la oposici¨®n y la deriva hacia un sistema de partido ¨²nico, hasta convertirse en un r¨¦gimen tan racista y desp¨®tico como el que Mugabe combati¨®, con la diferencia a peor de que la corrupci¨®n y la incompetencia de sus dirigentes, incluido Mnangagwa, han dejado el pa¨ªs en ruinas y obligado a huir despavoridos, primero a la poblaci¨®n blanca (queda solo un 10% de los casi 300.000 que hab¨ªa en 1980) y luego tambi¨¦n a los zimbabuenses (entre tres y cinco millones).
Probablemente estaba inscrito en la ideolog¨ªa de Mugabe y su partido, de cu?o mao¨ªsta, que venci¨® abrumadoramente por mayor¨ªa absoluta en la elecciones de la independencia y ten¨ªa en su agenda oculta la reforma agraria que desposeyera a los propietarios blancos y repartiera la tierra a la poblaci¨®n ind¨ªgena, tal como termin¨® sucediendo a partir sobre todo del a?o 2000, a costa de violencias, cr¨ªmenes, corrupci¨®n y, sobre todo, destrucci¨®n de la econom¨ªa. Para el Camarada Bob, tal como se le conoc¨ªa, los colonos brit¨¢nicos eran lo mismo que el imperialismo yanqui para Fidel Castro, y a ellos recurr¨ªa en cada ocasi¨®n en que necesitaba trasladar las responsabilidades de sus fracasos a un enemigo exterior.
En Robert Mugabe, 93 a?os, 37 en el poder, 60 en pol¨ªtica, primero como militante anticolonialista, luego como jefe de un movimiento armado, se resume una historia larga y tr¨¢gica, que tuvo un principio esperanzador, incluso brillante, y luego se convirti¨® en un horror sin fin. En sus a?os de guerrilla se le consideraba un Robespierre africano. Tambi¨¦n mereci¨® la apelaci¨®n de Hitler negro. Para lord Carrington, el ministro brit¨¢nico que negoci¨® la independencia, era un ¡°pol¨ªtico reptiliano¡±.
Su bi¨®grafa, la periodista sudafricana ya desaparecida Heidi Holland (Cena con Mugabe, La historia no contada de un combatiente por la libertad que se convirti¨® en tirano, 2008), lo retrata como un hombre inseguro y desconfiado, oportunista y lleno de doblez. Su reinado ha sido largo pero su gloria, breve. Fue la estrella fugaz de la descolonizaci¨®n africana. Nelson Mandela le eclips¨® total y merecidamente como contraejemplo ideol¨®gico, pol¨ªtico y sobre todo moral. Ahora se lo ha zampado de un solo y largo bocado el silencioso y descarado cocodrilo de sus propios servicios secretos.
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