Zimbabue se queda sin billetes
La dependencia de las monedas extranjeras, el paro y la falta de inversi¨®n maniatan al sucesor de Mugabe
Entre sand¨ªas, aguacates y plantas medicinales reposa un dat¨¢fono para pasar la tarjeta de d¨¦bito. Jane Mashandu, la due?a de un comercio, mima a su nieta y compagina leer el futuro a unos j¨®venes a trav¨¦s de hojas ba?adas en agua con atender a los pocos clientes que llegan a comprar frutas y verduras en este puesto del mercado de Lusaka, el segundo m¨¢s importante de Harare, la capital de Zimbabue. ¡°Nos adaptamos¡±, responde Mashandu a las preguntas sobre la situaci¨®n en el pa¨ªs africano tras la ca¨ªda del expresidente Robert Mugabe a finales de noviembre. ¡°Y como ¨²ltimamente escasea el efectivo, muchos clientes solo pueden pagar con tarjeta¡±. Es m¨¢s caro, pero es la soluci¨®n que se ha instaurado en Zimbabue para convivir con la falta de billetes y con el miedo a verse de nuevo en una crisis como la de 2008, cuando los precios se duplicaban cada d¨ªa y la inflaci¨®n lleg¨® a una tasa estratosf¨¦rica del 8.000%.
Coto a la indigenizaci¨®n de la econom¨ªa
El ministro de Finanzas de Zimbabue, Patrick Chinamasa, ha presentado un nuevo plan econ¨®mico. Entre las medidas estrellas se encuentra la reforma de la ley de indigenizaci¨®n, que obligaba a que al menos el 51% del capital de las grandes empresas estuviera en manos de propietarios negros. Este l¨ªmite se mantendr¨¢ solo para la industria de diamantes y platino. Se pretende as¨ª reactivar la inversi¨®n extranjera.
El plan de Chinamasa prev¨¦ adem¨¢s un recorte en la Administraci¨®n, una rebaja de impuestos para el sector energ¨¦tico y una amnist¨ªa fiscal sobre las deudas adquiridas antes del 1 de diciembre. El nuevo Gobierno prev¨¦ que con este plan, la econom¨ªa alcance un crecimiento del 4,5%.
Casi todos los comercios informales tienen ahora la m¨¢quina para pagar con tarjeta o a trav¨¦s del tel¨¦fono m¨®vil. ¡°Nos hemos convertido en una econom¨ªa sin papeles¡±, simplifica Dumisani Ndlela, editor del peri¨®dico zimbabuense Financial Gazette. Pero, adem¨¢s, en un sistema basado ¡°en una moneda, creada por el Gobierno, que no es real. Lo que nos ha arrastrado a la crisis actual¡±, explica.
El pa¨ªs tuvo que abandonar el d¨®lar zimbabuense en 2009 para salir de la hiperinflaci¨®n y recurri¨® a monedas extranjeras para sobrevivir. Las transacciones se empezaron a hacer en yuanes chinos, rands sudafricanos, rupias indias, euros, libras esterlinas y, sobre todo, en d¨®lares americanos. Zimbabue se dolariz¨® de facto y ¡°el stock de dinero pas¨® a depender de las exportaciones y remesas¡±, explica Ndlela. Hasta que empez¨® a faltar el efectivo, el cash. ¡°Y, ?qu¨¦ hizo el Gobierno? Recurri¨® a la creaci¨®n de dinero. Un dinero que no existe. Que tiene paridad con el d¨®lar pero que no es real¡±, insiste. Son los llamados bonds que en noviembre del a?o pasado empez¨® a imprimir el Banco Central de Zimbabue. Y el p¨¢nico se dispar¨®. ¡°La gente pens¨® que volv¨ªamos al d¨®lar zimbabuense, a 2008, y volvi¨® la ansiedad¡±, relata Ndlela.
¡°Hace meses que no vemos d¨®lares por aqu¨ª, solo bonds¡±, dice un vendedor de retretes en el barrio de Highfield, uno de los m¨¢s poblados de la capital. Pero con bonds no se pueden comprar productos en el extranjero.¡°Mira, ese es el negocio que quiero comenzar¡±, dice Dumie, polit¨®logo en paro, se?alando un mantel desplegado en el suelo sobre el que yace un puzle de zapatillas deportivas. ¡°Se compran al otro lado de la frontera, en Mozambique, nosotros las lavamos y las vendemos aqu¨ª al triple del precio. Es un buen negocio. Solo tengo que conseguir moneda extranjera, pero ahora est¨¢ muy complicado¡±. Como todos los comerciantes, Dumie se topa con la barrera que ahoga Zimbabue. Seg¨²n la confederaci¨®n nacional de sindicatos, la tasa de desempleo del pa¨ªs alcanza el 90%, una cifra distorsionada por la gran cantidad de trabajadores que se dedican a actividades informales, como la venta ambulante. Profesores, m¨¦dicos, ingenieros ¡ªen definitiva, millones de personas¡ª?dependen de la compraventa. Pero no hay efectivo para comerciar.??
En los bancos, las colas son largas pero a nadie se le asegura poder salir con dinero en efectivo. Y es que no hay. Por eso, desde las entidades bancarias promueven el uso de la tarjeta, para hacer circular ¡°eso que en nuestras cuentas aparece como d¨®lar americano, pero que no lo es¡±, insiste Ndlela. Seg¨²n Terence Mukupe ¡ªdiputado de traje y corbata¡ª, ¡°los ¨²nicos beneficiados de esta situaci¨®n han sido los bancos¡±. ?l gestion¨® dos instituciones financieras (el Renaissance Capital y el Allied Bank) antes de hacer el salto a la pol¨ªtica y convertirse en miembro del Parlamento.?
A pesar de todo, el mismo d¨ªa en que el nuevo presidente, Emmerson Mnangagwa, juraba el cargo, el bond se fortaleci¨® en el mercado negro, el ¨²nico sitio donde se consiguen ¡ªpagando un cambio car¨ªsimo¡ª?d¨®lares americanos. El cambista, un hombre llamado Lion, conoce los motivos del valor mutante del dinero: ¡°Es por el nuevo presidente¡±. Mnangagwa, alias El Cocodrilo, ha puesto la recuperaci¨®n de la econom¨ªa como prioridad y, en su discurso de inauguraci¨®n, se desmarc¨® de su antecesor. De la hostilidad con los extranjeros de Mugabe la ret¨®rica ha mudado dr¨¢sticamente a un ¡°querer recuperar las relaciones con los pa¨ªses con los que Zimbabue ha tenido problemas¡±. Y a nivel interno, aparte de decir que gobernar¨¢ para todos, ha sorprendido extendiendo tambi¨¦n la mano a los campesinos blancos que fueron expulsados de las granjas agr¨ªcolas en favor de la ¨¦lite gobernante del c¨ªrculo de Mugabe, lo que signific¨® un duro golpe a un pilar de la entonces ya debilitada econom¨ªa.
Mnangagwa se ha vestido, pues, de conciliador, y el cambio ha desatado una nueva esperanza, tanto entre los comerciantes de sand¨ªas como en hombres de negocios como Mukupe. Tanto entre los j¨®venes como Dumie como en analistas como Ndlela. Para el editor del Financial Gazette,?el pa¨ªs puede esperar ¡°un desarrollo positivo¡±,?independientemente de c¨®mo ha llegado el nuevo l¨ªder al poder. Espera que Mnangagwa, bajo presi¨®n, asegure un cambio en la econom¨ªa. ¡°Ahora podemos pulsar el bot¨®n de reinicio¡±, ilustra?Mukupe.
Pero detr¨¢s de estas ganas de esperanza ¡ªque huele m¨¢s bien a deseo¡ª queda la prudencia. Nadie olvida que Mnagnagwa form¨® parte del Gobierno de Mugabe desde los a?os 80, ¡°lo que indica que forma parte de los problemas del r¨¦gimen de Mugabe¡±, indica Ndlela. Pero a pesar de todo, el escepticismo se ha quedado ahora como el plan B. Lo primero es confiar en que, por fin, algo se va a mover en Zimbabue.
Granjeros blancos
En la iglesia del Arco Iris, en uno de los frondosos barrios de Harare, los feligreses mayoritariamente blancos escuchan a un predicador que lanza caramelos a qui¨¦n responde con acierto a sus preguntas b¨ªblicas. Es el primer domingo de la nueva era sin Mugabe y entre los parroquianos se encuentran muchas de esas familias de zimbabuenses blancos que, a principios de los 2000, fueron expulsadas de las granjas comerciales que pose¨ªan y gestionaban.
Para hacer frente a una crisis de popularidad, Robert Mugabe recurri¨® a una reforma agraria que maquill¨® como una redistribuci¨®n m¨¢s justa de la tierra, como una recuperaci¨®n del terreno robado por los colonos blancos, pero que acab¨® s¨®lo en manos de su c¨ªrculo cercano. Y las granjas, ocupadas por generales y altos cargos del ZANU-PF, su partido, dejaron de producir, asfixiando a¨²n m¨¢s una econom¨ªa zimbabuense, ya coja y muy dependiente de la agricultura.?
Myles Hall lo ha perdido todo dos veces en su vida. Hace casi 20 a?os, entre militares y hombres no identificados con Kal¨¢shnikov, le echaron no s¨®lo de su hogar ¡ªque ¨¦l mismo hab¨ªa construido¡ª, sino tambi¨¦n de su negocio familiar: una granja que produc¨ªa toneladas de ma¨ªz, grano, caf¨¦ y ganado. La expropiaci¨®n le oblig¨® a empezar de cero, y adem¨¢s dej¨® parada la producci¨®n. ¡°La granja se reparti¨® en cinco partes, y solo una de ellas intent¨® seguir con la producci¨®n, aunque con poco ¨¦xito. Entre los nuevos inquilinos se encontraban el comisario de la polic¨ªa local, la sobrina del exministro de Estado y un prominente diputado¡±, recuerda Hall. Como la suya, fueron unas 4.000 granjas las que cambiaron de manos blancas a manos pro Mugabe. En 2008, Myles volvi¨® a perderlo todo: con la hiperinflaci¨®n y la muerte del d¨®lar zimbabuense desaparecieron sus ahorros.?
En su primer discurso como presidente, Mnangagwa ha prometido una ¡°compensaci¨®n¡± para los granjeros blancos como Myles, lo que es interpretado por muchos como "una buena se?al". No tanto porque har¨¢ posible recuperar las tierras, sino porque ¡°la ¨²nica manera de tirar del pa¨ªs es mirar al futuro y superar los traumas del pasado¡±, contin¨²a el antiguo granjero. ¡°Si quedamos anclados en el dolor de ayer, sea el de la colonizaci¨®n o el de las expropiaciones, no podremos construir esta naci¨®n¡±, dice Myles, quien asegura haber pasado p¨¢gina. Lo ¨²nico que desea es ver rebrotar el pa¨ªs en que naci¨®.
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