Gauchito Gil, el ¡°santo¡± argentino que convoca multitudes, cumple 140 a?os
La historia de vida y muerte de un gaucho rebelde inspira a los sectores m¨¢s pobres
Casi 250 kil¨®metros separan a Concepci¨®n de la ciudad de Mercedes, en Corrientes, una de las provincias del litoral argentino. Hace 140 a?os, un gaucho malevo llamado Antonio Gil uni¨® ambos sitios a campo traviesa. Atraves¨® pantanos, bosques y peligrosos montes para llegar a su ciudad natal, escapando de sus captores, que lo buscaban por los robos cometidos a los poderosos de esa ¨¦poca. Atracos donde los botines eran dinero, pero tambi¨¦n el cuerpo de sus mujeres.
El Gauchito Gil fue capturado cuando su periplo estaba por terminar y, seg¨²n cuenta el mito, su verdugo fue el primero que luego goz¨® de sus milagros. Cada 8 de enero, unas 300.000 personas cumplen una tradici¨®n que que los hermana en la misma fe. El objetivo es agradecer los favores concedidos y participar de una fiesta en plena carretera, donde se baila chamam¨¦, se toman los mejores mates del pa¨ªs y se come asado.
Este a?o, la fiesta cay¨® un lunes y eso hizo que menguara la cantidad de asistentes con respecto a los a?os anteriores. Sin embargo, el comisario F¨¦lix Barboza, a cargo del operativo de seguridad, inform¨® que pasaron unos 250.000 devotos, que la demora del tr¨¢nsito en la ruta nacional 123 era de 20 minutos y que se registr¨® una ri?a con un herido de arma blanca como ¨²nico incidente.
El Gauchito Gil es s¨®lo uno del centenar de gauchos milagrosos que vivieron en el litoral argentino. Personajes con carisma que resolv¨ªan los problemas de la gente, muchos de ellos devenidos en curanderos de barrio. Travieso, ladr¨®n, embustero, pero tambi¨¦n milagroso: Antonio Mamerto Gil Nu?ez se revel¨® al poder de turno y al ej¨¦rcito a finales del siglo XIX para convertirse en una suerte de Robin Hood de la mesopotamia argentina. Vest¨ªa de rojo por su devoci¨®n a San Baltasar, el rey ¨¢rabe que la mitolog¨ªa cat¨®lica le reserv¨® el traje de Rey Mago, aunque es el ¨²nico que no integra el santoral, por ser negro.
Hay varias hip¨®tesis sobre la muerte de Gil, pero la m¨¢s principal dice que el 5 de enero de 1878 celebraba la unci¨®n de Baltasar en Concepci¨®n y que, pasado de copas, se encam¨® con la mujer de un comisario, hasta que lo descubrieron. Tuvo que huir escondido, protegido por la dama, y a las pocas horas se perdi¨® en el monte correntino.
Tard¨® tres d¨ªas en llegar a Mercedes, pero cuando faltaban ocho kil¨®metros para entrar a la ciudad un polic¨ªa le dio captura, lo colg¨® de un ¨¢rbol, cabeza abajo, y lo ejecut¨® a sangre fr¨ªa. ¡°Tu hijo est¨¢ muriendo a causa de una enfermedad; cuando llegues a tu casa rez¨¢ por m¨ª y tu hijo se va a salvar, porque hoy vas a estar derramando la sangre de un inocente¡±, le dijo Gil a su verdugo, minutos antes de morir. Al llegar a su casa, el polic¨ªa cumpli¨® lo que el Gaucho le hab¨ªa dicho y su hijo san¨®. El hombre volvi¨® al lugar del hecho y le agradeci¨® al gaucho, que colgaba muerto y desangrado como un cerdo.
El nacimiento de un mito
Ese d¨ªa naci¨® el mito que hoy congrega hasta ese mismo ¨¢rbol a cientos de miles de personas de todas las provincias de Argentina y de pa¨ªses lim¨ªtrofes. Llegan en autos, camiones y buses con viajes organizados especialmente, pero tambi¨¦n caminando, en bicicleta, a caballo y hasta de rodillas. La figura de Gil sobresale de entre todas gracias a los camioneros -esenciales en un pa¨ªs con m¨¢s de 4.000 kil¨®metros de extensi¨®n de norte a sur-, que abrazaron la creencia y la viralizaron, a la antigua, por todo el pa¨ªs.
Corrientes y Misiones son provincias con un elevado misticismo, gracias a dos corrientes migratorias: la de los soldados brasile?os que desertaron en la guerra contra el Paraguay y la de los italianos que llegaron al pa¨ªs a finales del siglo XIX. Los primeros aportaron a San Baltasar -la ¨²nica fiesta de negros que todav¨ªa se conserva en Argentina-; los segundos, a San La Muerte. El Gauchito Gil -tambi¨¦n desertor de la guerra- es el resumen de ambas entelequias. Pero tambi¨¦n es un reflejo para pobres y desgraciados que no creen en la iglesia cat¨®lica, pero que no pueden contener su fe.
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