As¨ª es una fiesta privada para millonarios en Davos
'Selfies' con Enrique Iglesias, besos apasionados y mucho champ¨¢n... el guateque del oligarca ruso Oleg Deripaska y el financiero brit¨¢nico Nat Rothschild en el Foro Econ¨®mico Mundial
Por un golpe de suerte o el destino los que aqu¨ª escribimos accedimos a una de las fiestas m¨¢s cotizadas de Davos. Se trataba de un guateque de lujo organizado por el oligarca ruso Oleg Deripaska y el financiero brit¨¢nico Nat Rothschild, a la que no est¨¢bamos invitados. C¨®mo acabamos all¨ª no podemos contarlo, porque un periodista no revela sus fuentes. Pero podemos asegurar que no accedimos de forma ilegal, ni atajando ninguna de las estrictas normas de acceso al recinto, parte del ADN suizo que se respira en cada cent¨ªmetro de Davos.
Era una fiesta privada, con unos 100 asistentes dentro de un improvisado chal¨¦ de madera suizo que parec¨ªa desmontable, ubicado junto al exclusivo hotel Seehof, frente a un lago congelado. Unas hogueras marcaban el camino a la algarab¨ªa y serv¨ªan de refugio a los fumadores, alguno de ellos ya ebrio a pesar de no ser ni medianoche. Del anfitri¨®n ruso poco sab¨ªamos, aunque averiguamos que se trata de uno de los hombres m¨¢s ricos de su pa¨ªs gracias a la multinacional de aluminio En+. Adem¨¢s, es amigo personal del presidente Vladimir Putin, y quien contrat¨® a Paul Manafort, exjefe de campa?a de Donald Trump, para ayudar a los intereses del presidente Putin.
Una vez superado el arco de seguridad al recinto, fuimos interrogados por el origen de la invitaci¨®n. La mostramos en forma de un correo electr¨®nico que nos fue reenviado por un asistente que no pod¨ªa acudir por sus compromisos personales. En la citada tierra de las sospechas y las verificaciones constantes fue imposible no levantar cejas. Eso s¨ª, una vez mencionado el nombre del emisor, todos los problemas se esfumaron. Dejamos atr¨¢s a una joven serbia con una fortuna en pieles entre cabeza y abrigo que se quejaba con amargura porque no encontraban su nombre en la lista. Ella propon¨ªa resolver el entuerto con la cantidad de dinero que hiciera falta, o eso ped¨ªa a su asistente, que negociaba con paciencia con la inflexible encargada de la lista de admisiones.
A medida que avanz¨¢bamos al interior de la sala se o¨ªa de fondo al gran protagonista de la noche, Enrique Iglesias acababa de interpretar El Perd¨®n frente a un p¨²blico enfervorecido. La suerte quiso que lleg¨¢semos justo a su momento cumbre. En un ingl¨¦s cultivado en Miami anunci¨®: ¡°Ahora es cuando nos volvemos locos¡±, mientras invitaba al p¨²blico al escenario. Al principio solo se sumaron unos pocos osados, pero en cuanto sonaron los primeros acordes de Bailando, fueron legi¨®n. Iglesias se dio un aut¨¦ntico ba?o de masas. Dejando de lado el aspecto t¨¦cnico de la actuaci¨®n, asistida con ¡®auto-tune¡¯, diremos que cumpli¨® con las expectativas de los asistentes. La gente se tomaba selfies con el espa?ol, mientras el n¨²mero de entusiastas que sub¨ªa al peque?o plat¨® crec¨ªa hasta hacer tambalear la pista. Al final, agradeciendo al p¨²blico su entrega y locura, Iglesias corri¨® raudo al monovolumen que le esperaba fuera para evitar m¨¢s fotos con fans y nuestras preguntas.
Esta fiesta no era una excepci¨®n en la semana del Foro Econ¨®mico Mundial, en Suiza, muy conocido por sus festejos as¨ª como por sus serias discusiones sobre econom¨ªa y pol¨ªtica internacional que quedaron resumidas en?el informe de Riesgo Globales en 2018, donde se mencionaron conflictos locales (entre ellos, Catalu?a), terremotos, subidas y bajadas en los precios de la energ¨ªa y burbujas en los precios de mercado (Bitcoin, por ejemplo) que podr¨ªan afectar al bienestar de la poblaci¨®n mundial.
No obstante, esa noche de fiesta rusa, la burbuja que m¨¢s abundaba ¨Cy afectaba la cabeza de los invitados- era la del champ¨¢n. No faltaba de nada. Rebosaba el caviar y el queso gruyer, postres de frutas, mousse de pato y mucho, pero mucho alcohol. Entre el champ¨¢n, el tequila, el whisky y el vino (Vega Sicilia, por cierto), los invitados comenzaban a achisparse, con esas borracheras que abren el coraz¨®n y la sinraz¨®n. Algunos se lanzaban a la pista de baile, pero en su mayor¨ªa el ritmo brillaba por su ausencia. Un hombre negro con camisa de cuadros y zapatillas Vans y una joven asi¨¢tica con vestido gris, llamaban la atenci¨®n sobre el resto. El primero por su talento y la segunda por su ilusi¨®n desbordante. Se observaba claramente una mayor edad media entre los asistentes masculinos.
Iba corriendo la noche y empezaron a aparecer los estragos del alcohol. Hombres de negocios que, en el ¨²ltimo d¨ªa del Foro Econ¨®mico Mundial, se soltaron la corbata, pese a que segu¨ªan haciendo negocios y otros los firmaban. Un millonario inversor tecnol¨®gico de Silicon Valley cerr¨® el alquiler de una casa para pr¨®xima edici¨®n del Foro, ya que no es f¨¢cil encontrar hospedaje y los que se quedan en Davos pagan precios desorbitados. Por ello, los cincuenta mil euros del trato que cerr¨® el millonario por el alquiler de una casa en la ciudad suiza le parecieron una ganga, seg¨²n nos coment¨®. Cualquier cosa mejor que verse atascado con su ch¨®fer en el acceso a la urbe desde el vecino pueblo de Klosters.
En la zona de fumadores se besaban desenfrenadamente un chaval jud¨ªo y una joven a la que le costaba mantener el equilibrio dada su ebriedad. Fue tanta la muestra de pasi¨®n, que tuvo que intervenir un agente de seguridad para pedirles que bajaran la intensidad de sus afectos, ya que estaban escandalizando a algunos de los presentes. Pasaron entonces a caranto?as m¨¢s bajadas de tono.
Por cierto, la joven serbia acab¨® entrando y a pesar de haberse perdido la actuaci¨®n de Enrique Iglesias, acab¨® disfrutando como la que m¨¢s. Eso s¨ª, el gorro de piel no fue a parar a ning¨²n sitio. Ah¨ª estaba, majestuoso e impoluto sobre su cabeza, sin desprenderse tras el encuentro con un amor¨ªo en plena fiebre invernal de Davos.
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