?Ay, los venezolanos!
Los migrantes de este pa¨ªs son refugiados bajo la definici¨®n ampliada que se aprob¨® en Latinoam¨¦rica en 1984
Olinda tiene 29 a?os, es de Caracas, lleg¨® a Lima hace seis meses y trabaja ahora en un restaurante de la ciudad. Luego de un largo y azaroso viaje por tierra desde la capital venezolana, atravesando Colombia y Ecuador, lleg¨® al Per¨².
Al abordar un bus en la fronteriza Piura con destino a Lima, para un viaje que dura m¨¢s de 18 horas, tuvo que transportarse no en un asiento, como un ser humano, sino en el maloliente y apretujado dep¨®sito de equipaje y carga, junto con ocho compatriotas suyos.
Su viaje y el de otras decenas de miles de venezolanos no fue sencillo, ni su vida lo era en Venezuela, pa¨ªs azotado por un colapso econ¨®mico y productivo por obra humana; la de un Gobierno, a todas luces, no solo autoritario sino inepto, habiendo logrado comprimir en poco tiempo en m¨¢s del 40% el PIB.
Hoy, felizmente, Olinda cuenta con un trabajo digno aunque distante de los ingresos que merecer¨ªa. Otros no han tenido esa suerte a¨²n.Lo que viene ocurriendo no tiene precedentes. Estamos ante el proceso migratorio m¨¢s grande ocurrido en toda la historia de Am¨¦rica Latina.
M¨¢s de 115.000 venezolanos ya ingresaron al Per¨² y 600.000 a Colombia, para mencionar solo dos pa¨ªses a los que habr¨ªa que a?adir Ecuador, Brasil, Argentina y Panam¨¢. Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, estima que el total supera ya los 1,5 millones de personas desplazadas o refugiadas en pa¨ªses de la regi¨®n. Esto est¨¢ ya cambiando el mapa demogr¨¢fico.
Todos los d¨ªas, sin excepci¨®n, en ciudades como Bogot¨¢ o Lima uno se encuentra con alg¨²n venezolano o venezolana, por lo general joven, como taxista, mesero, portero de edificio, peluquero y mil oficios m¨¢s. Nada excluye, sin embargo, que puedan desarrollarse, en algunos sectores, brotes de xenofobia.Mientras, la crisis ya ha puesto en marcha a varias instituciones en los pa¨ªses receptores.
En el Per¨² se ha montado una oficina especial para tramitar los permisos de residencia. Colombia ¡ªdonde cada d¨ªa ingresan, para quedarse, m¨¢s de 3.000¡ª pone hoy d¨ªa en marcha el Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos, a cargo, nada menos, que de la Unidad Nacional para la gesti¨®n del riesgo de desastres. Precio tratarlo como ¡°desastre¡±, pues lo es. Esta crisis humanitaria supera largamente la que se sufri¨® en los a?os ochenta con las guerras internas centroamericanas, pero el mundo no parece a¨²n percatarse de que esta merece una atenci¨®n internacional prioritaria, al menos en dos aspectos.
En primer lugar, en el ¨¢mbito del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que supo actuar, por ejemplo, ante la crisis humanitaria centroamericana en los ochenta o en apoyo al proceso de paz en Colombia, recientemente. ?El derecho de veto en el Consejo por pa¨ªses aliados del r¨¦gimen venezolano podr¨ªa bloquear cualquier acuerdo? Eso depender¨¢ del ejercicio de una diplomacia efectiva y de la puesta sobre el tablero de variables m¨¢s amplias.
Todos perder¨ªan, incluso Rusia, en caso de un colapso total o de guerra civil en Venezuela. En segundo lugar, depende del papel de pa¨ªses receptores que, como Colombia o Per¨², vienen haciendo una buena letra. Notable en comparaci¨®n con algunos ricos pa¨ªses europeos que han cerrado sus fronteras ante los refugiados sirios. Pero nada excluye que se compriman los limitados recursos o que, incluso, surjan brotes de xenofobia.
Responder a esta crisis no puede ser responsabilidad s¨®lo de los pa¨ªses receptores. Se trata de refugiados bajo la definici¨®n ampliada que se aprob¨® en Latinoam¨¦rica en 1984 y es un principio internacionalmente protegido que la comunidad internacional tiene una responsabilidad ineludible en la respuesta a esta explosi¨®n migratoria que ya genera tantas v¨ªctimas.
Esa presencia internacional a¨²n est¨¢ pr¨¢cticamente ausente. Hay, por cierto, un papel y presencia m¨¢s activa en la regi¨®n de Acnur que hay que saludar. Las gu¨ªas que han emitido van en muy buena direcci¨®n: evitar ¡°que las personas sean deportadas o forzadas a retornar¡± y poner atenci¨®n sobre ¡°la explotaci¨®n, la trata de personas, la violencia, el abuso sexual, la discriminaci¨®n y la xenofobia¡±.
Pero no basta. Falta much¨ªsimo m¨¢s para concretar un papel realmente activo y vigoroso de la comunidad internacional.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.