Las ¨²ltimas horas de Lula en libertad
EL PA?S presencia las ¨²ltimas y decisivas horas en libertad del expresidente brasile?o dentro de la sede sindical que vio nacer su carrera pol¨ªtica
La sede del Sindicato Metal¨²rgico de ABC es un edificio de cuatro plantas en S?o Bernardo do Campo, en las empobrecidas afueras de S?o Paulo y aspecto un tanto desvencijado. Pero aqu¨ª se fragu¨® un fen¨®meno que marcar¨ªa para siempre la historia de Brasil: a finales de los setenta, comenz¨® la carrera pol¨ªtica de un obrero metal¨²rgico, hijo de un alcoh¨®lico y que llevaba trabajando desde los 14 a?os, llamado Luiz In¨¢cio Lula da Silva. Y fue aqu¨ª donde, ayer, el mismo hombre, el expresidente m¨¢s popular de la historia del pa¨ªs decidi¨® pasar sus ¨²ltimas horas en libertad.
El jueves, ni una hora despu¨¦s de que el juez S¨¦rgio Moro emita la orden de prisi¨®n contra el expresidente, condenado a 12 a?os por corrupci¨®n, este ya se ha encerrado en sus familiares paredes, arropado por miles de fieles y aliados. Son las ocho de la tarde. Tiene 21 horas para entregarse. Entre sus partidarios y ¨¦l mismo hay una buena distancia. Ellos est¨¢n en la calle, donde algunos pasar¨¢n la noche y donde han hasta instalado una cocina port¨¢til. ?l est¨¢ en la segunda planta, a varias salas de distancia, y solo pueden franquearlas sus aliados m¨¢s poderosos. Exministros, diputados y senadores del Partido de los Trabajadores (PT), la agrupaci¨®n de Lula. Tambi¨¦n de los partidos comunistas, socialista y laborista, las principales formaciones de la izquierda brasile?a. La tambi¨¦n expresidenta Dilma Rousseff, protegida pol¨ªtica de Lula en d¨ªas mejores, llega esa noche. Pero ni siquiera dentro de ese c¨ªrculo ¨ªntimo se sabe a ciencia cierta qu¨¦ va a pasar ahora. Se especula que el expresidente se entregar¨¢ pronto, pero tambi¨¦n que permanecer¨¢ all¨ª hasta el final. El ¨²nico capaz de controlar su futuro parece ser el propio Lula.
Viernes por la ma?ana. Lula se a¨ªsla con pol¨ªticos y su abogado, Cristiano Zanin. El aviso no llega hasta las dos de la tarde y lo hace repentinamente: el expresidente va a salir al pasillo. Se le abre paso Lula aparece, abatido, inquieto. Abraza a algunos seguidores, mientras una empleada grita delante de ¨¦l: ¡°Abran paso, por favor. ?Reuni¨®n urgente! ?Reuni¨®n urgente!¡±. El expresidente entra en un nuevo despacho, esta vez con los l¨ªderes de los movimientos sociales y de los partidos, adem¨¢s de con su abogado. Se forma una nueva barrera. El ambiente se tensa. Queda menos tiempo. Un hombre de unos 45 a?os, con la cara rellena y un gesto familiar, intenta entrar en la reuni¨®n. Los guardaespaldas, tensos, se niegan. Es F¨¢bio Lu¨ªs Lula da Silva, Lulinha, uno de los hijos del exmandatario. Ni su obvio parecido con su padre hab¨ªa calmado a los guardaespaldas.
Lula deixa seu bunker. Perguntado pelo EL P?IS se ia falar, ele responde que "n?o era prudente". As informa??es s?o da rep¨®rter @talitabedinelli. Siga ao vivo: https://t.co/dOWmBQA7tB pic.twitter.com/tAUZyqJfPQ
— EL PA?S Brasil (@elpais_brasil) April 6, 2018
Poco a poco, los l¨ªderes abandonan el despacho en el que est¨¢ Lula. Fuera, empieza una cuenta atr¨¢s. El plazo del juez Moro se agota: son las cinco, la hora H. Una peque?a multitud se aglomera ante una televisi¨®n que da las noticias. Los medios apenas han hablado de otra cosa que no sea lo que pase en este edificio. Un alto cargo del PT le pregunta a otro con preocupaci¨®n: "?Y eso que dicen de los antidisturbios?". Se ha difundido el rumor de que la polic¨ªa va a invadir el edificio, lo que puede provocar una batalla abierta con los seguidores. Otros pensaban que eso es imposible. Nadie sale ganando en ese enfrentamiento. Lula continua en el despacho.
A las 18:00, Lula aparece, finalmente, por un pasillo. Una mujer le pide hacerse un selfie y ¨¦l acepta. "Dejadle hablar con el pueblo mientras haya luz", propone un alto cargo del Partido Comunista, Manuela D'?vila. "Lula, ?vas a hablar?", le pregunto. El expresidente hace un gesto de negativo con el dedo. ¡°Lo prudente es que no diga nada". Entra en otro despacho y se asoma a la ventana. Abajo, una multitud le espera. Saluda y sonr¨ªe, pero no habla. A los 15 minutos, entra en su despacho particular. Sonr¨ªe mucho, como si la energ¨ªa de los seguidores le hubiera llenado. Reparte m¨¢s abrazos. Consuela a una mujer que llora. Empieza una conversaci¨®n r¨¢pida con un senador del Partido del Movimiento Democr¨¢tico Brasile?o.
¨C?Se va a quedar aqu¨ª?, le pregunta esta periodista.
¨CMe voy a quedar. Lo que no s¨¦ es hasta cu¨¢ndo.
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