El desencanto pol¨ªtico marca las elecciones presidenciales en Paraguay
La hist¨®rica polarizaci¨®n entre colorados y liberales no genera expectativas de cambios
Sergio pinta de gris una reja. Su casa tiene las paredes de placas de madera, sin ventanas, pero la puerta de hierro que protege la entrada es prolija, obra de un profesional. ¡°Soy herrero¡±, dice, ¡°pero hace cuatro meses que no consigo nada de nada¡±. Vive en la plaza de Armas de Asunci¨®n del Paraguay, frente a la sede del Gobierno y el Parlamento. Sergio, su mujer y su hija de siete a?os huyeron meses atr¨¢s junto a otras 230 familias de la crecida del r¨ªo que c¨ªclicamente inunda su barrio, Chacarita, uno de los m¨¢s pobres de la ciudad. Se han instalado en la plaza, de forma desordenada, en una aglomeraci¨®n que surgi¨® de la noche a la ma?ana entre asientos de plaza y una gran fuente. Sergio espera s¨®lo la ayuda de la naturaleza para luchar contra el agua, porque hace tiempo que ya no cree en los pol¨ªticos. ¡°Soy colorado de toda la vida, pero esta vez votar¨¦ a los liberales. Si no cumplen votar¨¦ otra vez a colorados, al final son todos iguales¡±, se queja.
El voto de este paraguayo de 35 a?os no es una excepci¨®n. Sonia, su vecina, har¨¢ lo mismo este domingo. En Paraguay lo llaman ¡°voto cruzado¡±, una modalidad que ha sembrado dudas sobre el favoritismo que el colorado Mario Abdo tiene en las encuestas sobre el liberal Efra¨ªn Alegre, de Alianza Ganar. Votar cruzado significa elegir candidatos de partidos diferentes para presidente, senadores y diputados. Sonia lo tiene claro: Alegre para presidente, el expresidente Fernando Lugo para senador, y un colorado para diputado. El impacto que puede tener esta dispersi¨®n es tal que el oficialista Partido Colorado ha usado los ¨²ltimos d¨ªas de campa?a para pedir el voto ¡°de punta a punta¡±, es decir, todo al mismo color. Pero la verdadera batalla de la campa?a es contra el desencanto.
El Partido Colorado naci¨® en 1887 y est¨¢ en el poder en Paraguay desde hace casi 70 a?os, con un breve par¨¦ntesis entre 2008 y 2012, con Lugo. El dictador Alfredo Stroessner (1954-1989) hizo del Colorado su partido y fue tambi¨¦n el Colorado el que dibuj¨® la transici¨®n democr¨¢tica, sin perder su car¨¢cter de fuerza de derecha conservadora pero con llegada a las capas populares. No es de extra?ar que muchos paraguayos ya no crean en ¨¦l y est¨¦n dispuestos, incluso, a mostrarlo con violencia. Hace un a?o, los intentos de reelecci¨®n del presidente Horacio Cartes, colorado, provoc¨® la furia de cientos de personas que quemaron el ingreso al Parlamento. Las consecuencias son visibles a¨²n desde la calle, en una de las ochavas del edificio, donde los marcos de las ventanas de aluminio est¨¢n arrancados y las paredes lucen negras por el holl¨ªn de las llamas.
Frente a esa misma esquina, un centenar de ind¨ªgenas que reclaman por una vivienda acampan en improvisadas carpas de pl¨¢stico negro. Son los expulsados del campo, v¨ªctimas del avance de los grandes latifundios productores de soja, fuente principal del ingreso de divisas al pa¨ªs. ¡°Nadie se acuerda de los pobres, nunca¡±, dice una joven que persigue a un ni?o muy peque?o que corre entre carcajadas esquivando las carpas. Faltan horas para la elecci¨®n y no sabe por qui¨¦n votar¨¢. No parece preocupada. Cerca de all¨ª, entre las tiendas de las arterias comerciales del centro, apenas se siente el bullicio electoral.
Hay banderas coloradas y algunas paraguayas colgadas en la plazas por los vendedores ambulantes. A lo lejos se escucha el retumbar de unos bombos, pero pertenecen a la promoci¨®n de un supermercado. La pol¨ªtica parece estar en otro lado. ?Qui¨¦n ganar¨¢ el domingo, entonces? ¡°El que pague m¨¢s¡±, dispara una vendedora de unos 40 a?os. ¡°Dicen que pagan 100.000 guaran¨ªes [18 d¨®lares] por el voto en el conurbano de Asunci¨®n y 200.000 guaran¨ªes aqu¨ª en el centro¡±, agrega. Como ella, otros dir¨¢n que pertenecen al presidente Cartes aquel edificio y este otro hotel cinco estrellas reci¨¦n levantados en el noroeste de la ciudad, donde crece a todo vapor una zona de grandes tiendas, torres de lujo y agencias de autos de alta gama. O que la ayuda internacional destinada a la ayuda social termina en el bolsillo de los pol¨ªticos. Cosas como estas se escuchan todo el tiempo en la capital, sin que nadie las desmienta o las confirme con pruebas. Pero son evidencia del descr¨¦dito que tienen los pol¨ªticos, de cualquier color.
Apenas Lugo mantiene algo de su buena imagen, por el recuerdo que muchos tienen de gestos de su gobierno simples pero de alto impacto. ¡°Con ¨¦l hab¨ªa medicamentos en los hospitales, y se le pag¨® una renta a los jubilados¡±, recuerda Sonia frente a su casa de madera. La mujer acaba de llegar, luego de vender ropa barata en un puesto en la calle. Con lo que gana junto a su marido env¨ªa a su hija peque?a a una escuela privada, a m¨¢s de una hora en bus del centro, porque en las p¨²blicas ¡°no aprenden nada¡±. Lo dice convencida, segura de que el esfuerzo familiar por la ni?a valdr¨¢ la pena.
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