Venezuela: las trampas del hambre en jornada electoral
El desastre econ¨®mico del pa¨ªs mantiene bajo el yugo a la poblaci¨®n. Mientras, el r¨¦gimen teje fidelidades ante las elecciones presidenciales
El Portugu¨¦s mide las palabras y evita los aspavientos delante de los clientes. Luce un cuidado bigote con canas y entremezcla los recuerdos con la indignaci¨®n detr¨¢s del mostrador de El Chamo, la carnicer¨ªa que regenta desde hace d¨¦cadas en Petare, el barrio popular m¨¢s grande de Caracas. El Portugu¨¦s vende, o vend¨ªa, solomillos, chorizos y morcillas. Jos¨¦ Florentino, este es su verdadero nombre, que pocos conocen, rememora los sucesos del Caracazo, el sangriento estallido social que parti¨® en dos el destino de Venezuela. Se origin¨® en 1989 tras una fuerte subida de precios, durante el Gobierno de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, y sectores del chavismo lo reivindican hoy como premisa de la llamada revoluci¨®n bolivariana.
¡°A m¨ª me agarr¨® aqu¨ª y me saquearon, pero entonces era f¨¢cil porque todo era m¨¢s barato. La gente ya no hace mercado¡±. Tras las impresiones de este comerciante, a punto de cumplir 60 a?os, hay dos realidades en torno a las que existe consenso incluso m¨¢s all¨¢ de las posiciones pol¨ªticas. Primero, la situaci¨®n de la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n, su odisea cotidiana para sobrevivir, nunca hab¨ªa sido tan insostenible. Segundo, la escasez y el yugo de los precios han tejido tramas de fidelidades que atan a los ciudadanos a las autoridades a trav¨¦s de las bolsas de comida y los subsidios y, al mismo tiempo, fomentan negocios informales o directamente al margen de la ley. El kilo de carne se dispar¨® hace semanas por encima de los dos millones de bol¨ªvares, la moneda local, y lleg¨® a rozar el salario m¨ªnimo integral, fijado en 2,5 millones. Menos de tres d¨®lares al cambio no oficial (2,6 euros).
Hablar de costes hoy en un barrio de Caracas se ha convertido en una especie de quiniela. Los precios aumentan en cuesti¨®n de d¨ªas, a veces horas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prev¨¦ un incremento del 1.800.000% en dos a?os, un drama superado en este siglo solo por Zimbabue. Y mientras el desastre econ¨®mico se consolida, el r¨¦gimen de Nicol¨¢s Maduro busca fortalecerse en unas elecciones presidenciales convocadas con unas reglas del juego que, seg¨²n las fuerzas mayoritarias de la oposici¨®n, favorecen al Gobierno y suponen un mero tr¨¢mite. Algo m¨¢s de 20 millones de venezolanos se debaten entre votar y no acudir a las urnas por falta de garant¨ªas como piden las principales formaciones cr¨ªticas con el chavismo.
¡°Voy a votar porque es un deber. Un buen ciudadano debe votar¡±, dice Carmen Holgu¨ªn, costurera de 55 a?os, mientras espera el autob¨²s en una larga cola que serpentea en una esquina del sector de Catia, una de las zonas m¨¢s fieles a la memoria del expresidente Hugo Ch¨¢vez. ¡°Espero un cambio que sea bueno para todos porque estamos viviendo muy mal. No alcanza el dinero para nada. Cada d¨ªa suben los precios¡±, se lamenta. Aunque no confiesa su voto, se intuye su simpat¨ªa por Henri Falc¨®n, el representante opositor con m¨¢s peso en estos comicios. William Jos¨¦ y V¨ªctor Valera, transportistas, muestran su desencanto con la pol¨ªtica, pero tienen posturas distintas. ¡°No voy a votar, ya me cans¨¦ en 2003. Ni por uno ni por otro¡±, asegura el primero, mientras el segundo est¨¢ dispuesto a dar su apoyo a Falc¨®n, quien se alej¨® de los postulados de la revoluci¨®n bolivariana en 2010. ¡°Lo m¨¢s seguro es que me lance y vaya a votar. Pienso que ese hombre tiene unas ideas muy claras. Pero la pol¨ªtica tiene mil caras¡±, opina sobre las sospechas de que haya pactado con Maduro un puesto en su Gobierno.
No obstante, las elecciones y su resultado, m¨¢s que previsible, no son lo que m¨¢s interesa en las calles de Caracas, en los mercados, en los barrios humildes y en los municipios opositores como Chacao. Con la salvedad de los chavistas ortodoxos, los caraque?os est¨¢n mucho m¨¢s preocupados por la seguridad ¡ªen 2017 hubo casi 27.000 asesinatos, de los que m¨¢s de 5.000 se produjeron por resistencia a las fuerzas de seguridad, seg¨²n el Observatorio Venezolano de Violencia¡ª, por el colapso de los servicios p¨²blicos y un modelo productivo extractivista, por la ca¨ªda de PDVSA, la petrolera estatal, el desabastecimiento y el aislamiento internacional. Cientos de miles de personas huyeron en los ¨²ltimos meses a la vecina Colombia en busca de oportunidades.
Dar con alguien con ganas de desahogarse no es dif¨ªcil. M¨¢s complicado es superar la desconfianza inicial, relacionada con el control que ejercen sobre la poblaci¨®n las autoridades. La advertencia es habitual: cuidado con los colectivos motorizados, los grupos de choque del chavismo. Junior Moral, de 33 a?os, est¨¢ a vueltas con unas cuentas en un establecimiento vac¨ªo. En el mostrador, un pu?ado de empanadas. ¡°Una cuesta ya 200.000 bol¨ªvares. Un desayuno, tres empanadas y un jugo ser¨ªan 800.000 bol¨ªvares. Si comes dos d¨ªas ya pr¨¢cticamente se te muri¨® el sueldo. ?Con qu¨¦ sobrevivimos los otros 29 d¨ªas? Cada d¨ªa, cada hora, cada segundo la situaci¨®n se hace m¨¢s dif¨ªcil¡±, describe. Moral no votar¨¢ a pesar del hartazgo. O, en realidad, precisamente por el hartazgo. ¡°Si de verdad saliera la gente a votar, yo creo que podr¨ªamos ganar, pero como todo est¨¢ comprado, no va a pasar. Creo que hace cinco a?os gan¨® Henrique Capriles¡±, afirma sobre las elecciones de 2013.
A pocos metros, la discusi¨®n en un puesto de pl¨¢tanos gira en torno a la mala calidad de los servicios y de las misiones, los proyectos sociales de barrio impulsados por Ch¨¢vez con el apoyo del Gobierno cubano. ¡°?Qu¨¦ queremos nosotros de Maduro? Que haga como Ch¨¢vez, que corte por arriba, no por abajo¡±, resume Gladys Contreras, de 46 a?os, enferma y desempleada en un sistema que el a?o pasado super¨® el 27% de paro, seg¨²n el FMI. ¡°Tengo el carnet de la patria y del PSUV [Partido Socialista Unido de Venezuela] y yo era de las que me pon¨ªa a pelear con cualquiera. Pero no voy a votar. Por ninguno, no tiene sentido porque esto ya est¨¢ arreglado¡±, contin¨²a.
El carnet de la patria
El llamado carnet de la patria es un documento con el que el chavismo trata de asegurarse el apoyo de las clases populares. En el pa¨ªs circulan m¨¢s de 16 millones. Permite acceder a bonos y servicios y, aunque sobre el papel no sirva para tener una atenci¨®n preferente en la recepci¨®n de las cajas peri¨®dicas de alimentos, es un instrumento utilizado para medir la fidelidad al r¨¦gimen.
En Petare, Pedro Key, jubilado de 65 a?os, y Romina Oporte, educadora de 34, se encargan de repartir esa bolsa a trav¨¦s de los Comit¨¦s Locales de Abastecimientos y Producci¨®n (CLAP). Esto es, una ayuda introducida por Maduro en 2016 que, como ha denunciado en repetidas ocasiones la oposici¨®n, es la base de las redes clientelares. Cada caja contiene algunos paquetes de pasta, harina, leche, sal, arroz, az¨²car, aceite, at¨²n, tomate y mayonesa... ¡°Soy uno de los que lleva los beneficios a una parte de la poblaci¨®n¡±, explica Key, veterano militante chavista. Cada mes, en el mejor de los casos, coordina la distribuci¨®n de esos productos entre 503 familias de la comunidad.
A pesar de su entrega absoluta a la causa, tambi¨¦n transmite perplejidad sobre la situaci¨®n. ¡°Maduro dice que despu¨¦s, el 21, las cosas van a cambiar. Ojal¨¢ sea verdad. ?l tiene que mejorar la econom¨ªa, llevamos cinco a?os aguantando esto¡±, explica sobre lo que califica de ¡°guerra econ¨®mica¡±. ¡°Los pa¨ªses que hoy tenemos un poco de revoluci¨®n somos los m¨¢s atacados en el planeta¡±, contin¨²a. ¡°Hay una larga tarea, hay que levantar el pa¨ªs¡±, tercia Romina Oporte. Mientras tanto, la trampa del hambre sigue siendo el principal recurso que permite al chavismo perpetuarse en el poder.?
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