Rajoy y su destino sudamericano

La corrupci¨®n se cobr¨® un gobierno en Espa?a. Mariano Rajoy fue desalojado del poder despu¨¦s de la condena dictada por la Audiencia Nacional contra los responsables del caso G¨¹rtel. La investigaci¨®n, que dur¨® m¨¢s de una d¨¦cada, revel¨® una red de financiamiento ilegal del Partido Popular (PP). Y motiv¨® una moci¨®n de censura que puso al frente de la administraci¨®n al socialista Pedro S¨¢nchez, sostenido por una coalici¨®n parlamentaria variada y contradictoria.

La suerte de Rajoy tiene interpretaciones diversas y complementarias. La m¨¢s lineal ve su ca¨ªda como la sanci¨®n pol¨ªtica inevitable a la degradaci¨®n que puso de manifiesto el pronunciamiento de los jueces. Hay una lectura m¨¢s suspicaz: el castigo a Rajoy facilit¨® la formaci¨®n de una alianza que intentar¨¢, desde el poder, detener el ascenso electoral de Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, pronosticado en todas las encuestas. Desde este ¨¢ngulo, Rivera aparece como v¨ªctima de su falta de prudencia, cuando se lanz¨® sobre el cuello de Rajoy despu¨¦s de la sentencia.

El ex primer ministro del PP hizo mucho a favor de su destino. Fue incapaz de gestionar el saneamiento de su partido. Y prefiri¨® presentar el entramado G¨¹rtel como un inventario de episodios aislados. Ofreci¨® a esa descomposici¨®n una respuesta similar a la de muchos otros desaf¨ªos: aguantar.

Rajoy no vio con claridad que el hartazgo frente a la corrupci¨®n est¨¢ en la ra¨ªz de la nueva configuraci¨®n pol¨ªtica de Espa?a. Rivera avanza envuelto en la bandera de la regeneraci¨®n moral. Antes lo hizo la izquierda de Podemos. Es comprensible. La falta de transparencia remodela la relaci¨®n de la sociedad con la vida p¨²blica.

Espa?a tiene muchas dimensiones iberoamericanas. Este problema es una de ellas. Acaso la m¨¢s desagradable. El desencanto ¨¦tico desencadena procesos de inestabilidad pol¨ªtica a ambos lados del Atl¨¢ntico. Las tres grandes campa?as electorales que se cursan hoy en Am¨¦rica Latina est¨¢n dominadas por el debate sobre la corrupci¨®n.

El 17 de junio, en Colombia, el izquierdista Gustavo Petro enfrentar¨¢ al favorito, Iv¨¢n Duque, que es apadrinado por el expresidente ?lvaro Uribe. El principal argumento de Petro es que Duque es un instrumento de Uribe para conseguir impunidad. Ambos, Duque y Petro, compiten por ver qui¨¦n es m¨¢s duro frente a la inmoralidad administrativa.

En M¨¦xico, la consigna principal del candidato m¨¢s aventajado para el 1 de julio, el populista Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, es el combate a la corrupci¨®n. Acaba de anunciar un programa de cooperaci¨®n con las Naciones Unidas para alcanzar ese objetivo. La promesa de L¨®pez Obrador hace juego con un gran descreimiento en la pol¨ªtica tradicional: las encuestas indican que m¨¢s del 70% de los mexicanos jam¨¢s votar¨ªan por el PRI, el partido del gobierno. El tel¨®n de fondo sobre el que se recorta este debate es espeluznante. La violencia, asociada con el narco, est¨¢ ensangrentando la campa?a electoral. Desde que comenz¨®, seg¨²n inform¨® Sonia Corona el domingo pasado en EL PA?S, fueron asesinados 107 candidatos.

Brasil, escenario de la tercera gran batalla por el poder, navega en medio de una niebla espesa. El caso Lava Jato min¨® la credibilidad de toda la clase pol¨ªtica. El candidato con mayor intenci¨®n de voto, el expresidente Luiz In¨¢cio Lula da Silva, est¨¢ en la c¨¢rcel por haber recibido un departamento de regalo a cambio de contratos en Petrobras. Le sigue Jair Bolsonaro, un exmilitar reaccionario y antisistema. En una segunda vuelta ser¨ªa enfrentado por los izquierdistas Ciro Gomes o Marina Silva. El centro sigue vac¨ªo: el socialdem¨®crata Geraldo Alckmin no supera el 8% en ning¨²n sondeo. 15 de los 20 candidatos m¨¢s competitivos enfrentan m¨¢s de 100 investigaciones por corrupci¨®n.

Este es el panorama a cuatro meses de las elecciones. La ola de desconfianza que corroe a la clase pol¨ªtica amenaza con salpicar al sistema democr¨¢tico. Frente a la grave huelga que protagonizaron los camioneros durante nueve d¨ªas, en protesta por el aumento en el precio de los combustibles, Michel Temer orden¨® la intervenci¨®n de las Fuerzas Armadas para disolver cortes de ruta. En varias ciudades brasile?as aparecieron carteles pidiendo el regreso de los militares al poder. Lo que parec¨ªa imposible, reapareci¨®.

El paisaje es de una deprimente monoton¨ªa. Sobre la dictadura de Nicol¨¢s Maduro, en Venezuela, pesan acusaciones que incluyen las de v¨ªnculos con el narcotr¨¢fico. Los ¨²ltimos 6 presidentes de Guatemala enfrentaron graves y veros¨ªmiles denuncias por corrupci¨®n. El expresidente de Panam¨¢ Ricardo Martinelli permanece detenido en Estados Unidos por irregularidades durante su gesti¨®n. Y sus dos hijos est¨¢n siendo investigados por cobro de sobornos de Odebrecht. La relaci¨®n con esta compa?¨ªa brasile?a provoc¨® la ca¨ªda del presidente de Per¨², Pedro Pablo Kuczynski, y del vicepresidente de Ecuador, Jorge Glas. La Argentina asisti¨®, durante los 12 a?os de la era Kirchner, a un fen¨®meno de h¨ªper corrupci¨®n, cuya manifestaci¨®n m¨¢s grotesca fue la escena de un ex secretario de Obras P¨²blicas revoleando 9 millones de d¨®lares, a las tres de la madrugada, tras los muros de un convento.

Rajoy podr¨¢ decir, como el protagonista del Poema conjetural de Borges, "al fin me encuentro con mi destino sudamericano". Porque la ca¨ªda del gobierno del PP incluye a Espa?a en este cuadro patol¨®gico, del cual la regi¨®n tendr¨¢, con urgencia, que curarse.