Un voto contrario para la historia
La juez progresista Sotomayor firma un vibrante rechazo del fallo del Supremo sobre el veto migratorio
Era una cuesti¨®n de seguridad nacional, pura emergencia en un tiempo de guerra. En febrero de 1942 el presidente Franklin D. Roosevelt aprob¨® una orden ejecutiva por la cual el Ej¨¦rcito pod¨ªa desalojar de sus casas a cualquier persona que se considerase un riesgo y recluirla en campos de concentraci¨®n. Hab¨ªan pasado poco m¨¢s de dos meses del ataque de Jap¨®n a la base de Pearl Harbour, en Haw¨¢i, y Washington quer¨ªa prevenir a toda costa actos de espionaje o sabotaje en ¨¢reas militarmente sensibles. La medida se tradujo en la expulsi¨®n de la costa oeste de EE UU de aquellos ciudadanos de origen japon¨¦s, incluidos aquellos con nacionalidad estadounidense. M¨¢s de 100.000 acabaron en alg¨²n centro de internamiento en el interior del pa¨ªs. Uno de los expulsados, Fred Korematsu, protest¨® y fue condenado por desobedecer la orden militar. El caso lleg¨® al Tribunal Supremo, que en 1944 fall¨® a favor de esta pol¨ªtica en nombre de la defensa y la protecci¨®n en un momento excepcional.
El caso Korematsu contra Estados Unidos, considerado uno de los grandes errores de la historia del Supremo estadounidense, reson¨® con fuerza este martes en Washington. Los jueces del tribunal, de mayor¨ªa conservadora, bendijeron con cinco votos a favor y cuatro en contra el veto migratorio de la Administraci¨®n de Donald Trump contra varios pa¨ªses de mayor¨ªa musulmana al considerar que no hab¨ªa discriminaci¨®n por motivos religiosos ni abuso de poder presidencial. Sonia Sotomayor, una de las jueces progresistas, rescat¨® a Korematsu al justificar su opini¨®n discrepante.
¡°Al aceptar ciegamente la invitaci¨®n del Gobierno a autorizar una pol¨ªtica discriminatoria motivada por la animosidad hacia un grupo desfavorecido, todo en nombre de una alegaci¨®n superficial a la seguridad nacional, el Tribunal reproduce la misma l¨®gica peligrosa que subyace a Korematsu y simplemente reemplaza una decisi¨®n ¡®gravemente equivocada¡¯ por otra¡±, escribi¨® la juez de origen puertorrique?o, de 64 a?os, nominada en 2009 por Barack Obama. Durante veinte minutos, ley¨® en la corte su dur¨ªsimo rechazo al fallo, apelando a la libertad religiosa como pilar fundacional de EE UU.
Trump ha firmado tres versiones distintas del veto migratorio desde su llegada al poder. El planteamiento inicial se ha ido descafeinando pero se ha mantenido la filosof¨ªa: se suspende la entrada durante 90 o 120 d¨ªas a ciudadanos de determinados pa¨ªses, con el fin de mejorar el proceso de control ante el terrorismo islamista. El ¨²ltimo veto bendecido por el Supremo afectaba a Ir¨¢n, Libia, Somalia, Siria y Yemen, adem¨¢s de a Corea del Norte y determinados ciudadanos de Venezuela. Sotomayor considera que ¡°el ¨¢nimo antimusulm¨¢n¡± de la medida presidencial resulta evidente a los ojos de cualquier ¡°observador razonable¡±.
Durante la larga batalla judicial, el Gobierno argument¨® que la selecci¨®n de pa¨ªses ten¨ªa que ver con los problemas de intercambio de informaci¨®n y que, como prueba de que el criterio no era religioso, otros pa¨ªses musulmanes no estaban afectados por el veto. El peor enemigo del Gobierno era su propio presidente. En diciembre de 2015, a¨²n como candidato, llam¨® en un comunicado al ¡°total y completo bloqueo de la entrada de musulmanes en EE UU hasta que los representantes del pa¨ªs puedan resolver lo que est¨¢ pasando¡±. Trump azuz¨® abiertamente la islamofobia durante la campa?a electoral con frases como "El Islam nos odia".
Sotomayor record¨® algunas de estas palabras en su escrito. Tambi¨¦n el juez conservador que redact¨® la sentencia del Supremo, John Roberts, evoc¨® a Korematsu. Aquello, dijo, fue ¡°moralmente repugnante¡± pero ¡°no tiene nada que ver con este caso¡±. Los detractores de la sentencia advirtieron de que esta tambi¨¦n quedar¨¢ escrita como un cap¨ªtulo vergonzante de la historia del Supremo.
La hispana debutante
Sonia Sotomayor aprendi¨® a pronunciar bien su apellido a los 16 a?os. Es lo que ten¨ªa pertenecer a una familia puertorrique?a del Bronx, Nueva York. La primera jueza hispana del Tribunal Supremo ¡ªnombrada por Barack Obama en 2009¡ª lleva 64 a?os abri¨¦ndole camino a su comunidad. Con orgullo, reconoce ser hija de la ley de discriminaci¨®n positiva, garante de la diversidad en las universidades. Esa norma fue la llave que le abri¨® las puertas de Princeton, oportunidad que no ten¨ªan muchos latinos en los a?os setenta. Despu¨¦s se doctor¨® en la Escuela de leyes de Yale. En esa ¨¦poca abog¨® por una mayor contrataci¨®n de hispanos y fue consciente de su desventaja formativa sobre personajes latinoamericanos como el Che Guevara y Fidel Castro.
Ocupar el puesto vitalicio en el Supremo fue un sue?o que Sotomayor nunca se imagin¨®, entre otras cosas, porque pens¨® que morir¨ªa joven de diabetes. Antes de hacer historia, se desempe?¨® como jueza de la Corte de Apelaciones durante 11 a?os. Tambi¨¦n fue magistrada del distrito sur de Nueva York, donde debut¨® como la m¨¢s joven y la primera hispana en ocupar el cargo en todo el Estado.
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