La derecha busca su identidad ante el feroz pulso con los populistas en Baviera
Tras la crisis de Merkel con el ministro b¨¢varo Seehofer est¨¢ la amenaza electoral de la extrema derecha en un debate monopolizado por unos refugiados que est¨¢n lejos de ser una prioridad en la regi¨®n
¡°?Refugiados? Eso era antes, ahora ya no. Bueno, a veces se ve gente caminando, pero puede que no sean refugiados¡±. Barbara Auer regenta una t¨ªpica casa de comidas al pie de la frontera invisible que divide Baviera de la vecina Austria. Aqu¨ª, un mensaje de m¨®vil que anuncia el cambio operador es apenas la ¨²nica evidencia de que se acaba un pa¨ªs y empieza otro. ¡°En esta zona vivimos bien, no hay grandes problemas¡±, explica la posadera. A su alrededor, un inmenso bosque, con un r¨ªo y un carril bici que nutre de cicloturistas la casa de comidas.
La percepci¨®n de Auer no es una excepci¨®n. Un recorrido en coche a lo largo de la frontera permite comprobar la placidez que se respira en este rinc¨®n de Europa, convertido, sin embargo, en el epicentro de un terremoto pol¨ªtico que ha hecho tambalearse al Gobierno de Berl¨ªn. De la emergencia humanitaria y log¨ªstica de hace tres a?os, cuando decenas de miles de refugiados se agolparon en esta frontera, no queda ni rastro. Las llegadas han ca¨ªdo en picado y en lo que va de a?o son apenas unas 4.600 personas las que han cruzado ilegalmente y a la mitad de ellas se les impidi¨® la entrada, seg¨²n datos policiales. El contraste entre el discurso alarmista que resuena en el Bundestag en Berl¨ªn y la realidad b¨¢vara es abismal.
Poco importa. Las brasas xen¨®fobas arden todav¨ªa atizadas por la pujante extrema derecha y amenazan con incendiar la pol¨ªtica b¨¢vara y, de rebote, la alemana. Es ahora cuando Horst Seehofer, l¨ªder de la CSU, el hegem¨®nico partido b¨¢varo y ministro de Interior en Berl¨ªn consideran la situaci¨®n insostenible. Ha amenazado incluso con sellar esta frontera y dinamitar la libre circulaci¨®n de Schengen si la canciller Merkel no logra frenar la llegada de demandantes de asilo. El desembarco en Alemania de 1,5 millones de refugiados desde 2015 y lo que consideran un viraje al centro de la CDU de Merkel, junto al ascenso de los extremistas de Alternativa por Alemania (Afd), ha desatado un intenso nerviosismo en la CSU.
El pr¨®ximo 14 octubre habr¨¢ elecciones regionales en Baviera y por primera vez desde los a?os sesenta, salvo un breve par¨¦ntesis, la extrema derecha antiinmigraci¨®n ha puesto en peligro la mayor¨ªa absoluta de la CSU. Por eso, Baviera se ha convertido en una suerte de laboratorio de las derechas, donde la CSU busca su sitio. Si dirigentes como Alexander Dobrint reclaman una ¡°revoluci¨®n conservadora¡±, otros exigen fidelidad a sus principios socialcristianos. La b¨²squeda de identidad pol¨ªtica que persigue a la socialdemocracia europea desde hace a?os, toca ahora de lleno a los partidos conservadores. Por su flanco derecho empujan con fuerza los populismos y les roban un terreno electoral que en Baviera han dado por sentado durante d¨¦cadas.
La ¨¦lite del partido conservador b¨¢varo, abanderada por Seehofer y el primer ministro regional, Markus S?der, trata de emular con una ret¨®rica de l¨ªnea dura las posiciones m¨¢s extremistas. Pero las encuestas reflejan que su estrategia no funciona y que puestos a elegir entre un extremismo novedoso y uno impostado, mejor el original. Un reciente sondeo de Forsa indica, adem¨¢s, que son m¨¢s los b¨¢varos que consideran a la CSU su principal problema (39%) que los que ven a los refugiados como el problema prioritario (30%). Sobre el terreno, el endurecimiento de la ret¨®rica provoca perplejidad y desconexi¨®n, tambi¨¦n en las filas de la CSU.
¡°La realidad es que no tenemos problemas. Son problemas importados de Berl¨ªn¡±, asegura Christian Moser, alcalde de la CSU en Deggendorf, a unos 50 kil¨®metros de la frontera. Por esta localidad de 35.000 habitantes y rodeada de pastos verdes y casas con balcones de madera atiborrados de geranios, han pasado desde 2015 hasta 90.000 demandantes de asilo, pero hoy solo quedan 360, la mayor¨ªa es de Sierra Leona y Azerbaiy¨¢n.
En este distrito, la ultraderecha de Afd obtuvo casi el 20% de los votos en las generales del pasado septiembre. ¡°Crean problemas ficticios para los que no ofrecen soluciones. No es verdad que haya subido la criminalidad ni que violen a las mujeres. Nos va bien, somos una ciudad pr¨®spera. Aqu¨ª no hay grandes problemas. Hay quien protesta porque faltan papeleras o porque hay demasiadas malas hierbas en el cementerio, pero poco m¨¢s¡±, se explaya el alcalde. Con un 2,4% de desempleo, este distrito es solo un ejemplo m¨¢s de la prosperidad b¨¢vara. ¡°Hace falta mano de obra, que vengan trabajadores espa?oles¡±, pide.
Histeria pol¨ªtica
Ante la histeria pol¨ªtica ambiental, Moser dice tener claro cu¨¢l es el lugar que le corresponde a la CSU, un partido que hasta ahora ha sido hegem¨®nico. ¡°Tenemos que estar donde hemos estado siempre, en el centro-derecha¡±, dice este alcalde de 41 a?os. De poner trabas a la libre circulaci¨®n como quiere Seehofer, no quiere ni o¨ªr hablar.
La falta de conexi¨®n entre la realidad y ¡°el teatro pol¨ªtico que hemos visto en Berl¨ªn en los ¨²ltimos meses¡±, obedece sobre todo ¡°a una guerra de poder dentro de la CSU¡±, seg¨²n Werner Weidenfeld, director del Instituto de ciencia pol¨ªtica de la universidad Ludwig-Maximilians de M¨²nich. ¡°Seehofer est¨¢ de salida y quiere pasar a la historia. Sabe que parte del ¨¦xito de la CSU durante d¨¦cadas radica en vender que Baviera es un Land?[regi¨®n] especial, no solo por su riqueza, sino tambi¨¦n por ser capaz de decir al Gobierno de Berl¨ªn lo que tiene que hacer¡±. Mientras la gresca interna ocupa a los partidos tradicionales, la f¨¢brica de propaganda populista produce a todo gas. Y lo cierto es que ha logrado inyectar toneladas de ira en un amplio sector de la poblaci¨®n, que percibe a los refugiados como una amenaza.
Cae la noche y Kuno Sp?th apura una jarra de cerveza en un bar del centro. Es uno de esos ciudadanos cabreados que dedica horas a leer en la web los llamados hechos alternativos que, dice, la prensa oficial oculta. Su discurso es un calco al de los l¨ªderes locales de Afd. ¡°Estamos hartos. Cada vez se ve a m¨¢s gente negra en la ciudad con m¨®viles nuevos, mientras nosotros trabajamos y les financiamos. Atacan a nuestras mujeres¡±, dice Sp?th, comercial en una maderera, que est¨¢ convencido de que Afd va a arrasar en octubre.
¡°Hay que cerrar las fronteras y cada pa¨ªs debe controlar su inmigraci¨®n¡±, sostiene Sp?th. En esta frontera perviven a¨²n tres controles en las autov¨ªas, instalados en un linde de 815 kil¨®metros, a ra¨ªz de la crisis de 2015. Su efecto es, sin embargo, muy limitado ya que se pueden sortear con evidente facilidad utilizando las carretas secundarias. En los controles, un par de polic¨ªas para aleatoriamente alg¨²n veh¨ªculo. Por lo dem¨¢s, el tr¨¢fico de camiones que cruzan Europa es muy denso y da una idea de los estragos econ¨®micos que podr¨ªan causar medidas como las que plantea Seehofer para expulsar desde la frontera a refugiados que hayan solicitado asilo en otro pa¨ªs de la Uni¨®n Europea. ¡°Seehofer y Merkel juegan al poli bueno y al poli malo. No se lo cree nadie. Afd se ha convertido en un partido mainstream que representa lo que la CSU era en los noventa¡±, piensa Sp?th.
A las puertas del centro de refugiados de Deggendorf, las preocupaciones son bien distintas. Jeiran Dadashova, una joven arquitecta reci¨¦n licenciada de Bak¨² muestra en su m¨®vil sus ¨²ltimas creaciones como interiorista. Es una de los 360 demandantes de asilo que los de Afd rechazan y a los que les molesta ver pasear por sus impolutas calles. Dadashova dice que nunca pens¨® que tendr¨ªa que huir de su pa¨ªs, pero ahora tiene claro que no puede volver. ¡°Estoy esperando que decidan sobre mi [petici¨®n de] asilo. Si no me lo dan, no s¨¦ qu¨¦ va a ser de mi vida¡±.
La arquitecta se despide porque llega tarde a las clases de alem¨¢n que imparte un grupo de voluntarios. Forman parte de los millones de alemanes que todav¨ªa creen en la ¡°cultura de la bienvenida¡± que en 2015 llen¨® los andenes de emocionantes aplausos y que hoy son el blanco de las burlas de los extremistas.
La tradici¨®n como terapia
La variedad de trajes regionales b¨¢varos que vende Dagmar Eiberger es espectacular. Los hay cl¨¢sicos con escote infinito, bordados con brillo y sobrios con alzacuello de terciopelo. Hileras de Dirndl, como se llaman los trajes escotados dan paso otras tantas de Lederhosen, los t¨ªpicos pantalones cortos de cuero tradicionales en Baviera para los hombres. Se venden como churros, porque la tradici¨®n est¨¢ de moda. "La gente compra mucho m¨¢s que hace diez a?os, sobre todo los j¨®venes", informa Eiberger.
La dependienta cuenta que cada vez m¨¢s gente se casa vestida con los trajes t¨ªpicos y que a menudo, las empresas organizan eventos corporativos tem¨¢ticos en los que la Heimat ocupa un lugar central. Heimat es un t¨¦rmino de dif¨ªcil traducci¨®n, pero que se ha vuelto omnipresente en el vocabulario pol¨ªtico alem¨¢n. Es un concepto a medio camino entre patria, hogar y comunidad, muy manoseado en los ¨²ltimos tiempos y que hace alusi¨®n a la identidad y el sentido de pertenencia a un grupo nacional. Y es tambi¨¦n un concepto clave, para entender el poder¨ªo que durante d¨¦cadas ha disfrutado la CSU en Baviera y que ahora se resiste a perder. El ministerio de Interior y Patria b¨¢varo es de hecho el precedente del nuevo ministerio que dirige Seehofer en Berl¨ªn con el mismo nombre.
Los esfuerzos de los conservadores b¨¢varos por exaltar y monopolizar las tradiciones son evidentes. Seg¨²n una nueva regulaci¨®n del Gobierno de M¨²nich, desde junio, todos los edificios p¨²blicos deben tener una cruz colgada en la pared ¡°como s¨ªmbolo de la identidad b¨¢vara¡±. El polit¨®logo Werner Weidenfeld explica que ¡°los partidos tradicionales no han sabido ofrecer una interpretaci¨®n de los cambios que sufre la sociedad. Recurrir a la patria, es un intento de conectar con los electores desencantados. Durante mucho tiempo, la CSU ha sido capaz de transmitir ese sentimiento de sentirse orgulloso de ser b¨¢varo, de que nuestra identidad es especial, pero cada vez son menos capaces de monopolizar esa conexi¨®n¡±.
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