Si quiere informar, pase por caja
B¨¦lgica cobrar¨¢ a los medios una tasa por la seguridad de las cumbres europeas
Quitarse el cintur¨®n forma parte del trabajo de un periodista en Bruselas. Cada d¨ªa, entrar en los edificios de la Comisi¨®n, el Parlamento, el Consejo o la OTAN exige armarse de paciencia y superar un control de seguridad similar al de un aeropuerto. En tiempos de amenaza terrorista, el tr¨¢mite se acepta como un peaje necesario: las instituciones son el s¨ªmbolo del progreso del continente, y golpearlas, un macabro triunfo para los que buscan desestabilizarlo.
Pero la seguridad tiene un precio. Y las autoridades belgas acaban de decidir que a los periodistas tambi¨¦n les corresponde pagar por ¨¦l. Hace dos meses entr¨® en vigor en B¨¦lgica una nueva normativa que obliga a los medios de comunicaci¨®n a abonar una tasa de 50 euros semestrales por cada periodista acreditado en el pa¨ªs que acuda a una cumbre europea, sea belga o extranjero. El dinero recaudado debe servir para cubrir parte de los gastos de seguridad que generan los controles para acceder a la reuni¨®n donde cada tres meses se ven las caras los 28 jefes de Estado y de Gobierno de la UE.
La medida ha desatado una oleada de indignaci¨®n. Las asociaciones de prensa han reclamado su anulaci¨®n y han puesto el grito en el cielo por la discriminaci¨®n que consagra la norma: los periodistas llegados de fuera de B¨¦lgica para cubrir las cumbres est¨¢n exentos de la tasa. Y los que trabajan como freelance ¡ªque seg¨²n afirman las entidades, son mayor¨ªa¡ª, deber¨¢n pagar esos 100 euros anuales de su propio bolsillo, otra desventaja frente a aquellos informadores empleados por compa?¨ªas de medios que les cubren ese coste. "Tener que pagar para poder estar acreditado obstaculiza la libertad de informar", ha denunciado la principal asociaci¨®n de periodistas belgas.
El canon no solo ha recibido cr¨ªticas desde el sector. Las propias instituciones europeas han mostrado su disgusto ante el hecho de que se pongan barreras a los encargados de informar de lo sucedido en el gran evento de la democracia europea. "Esta ley belga no nos gusta. Los periodistas deben poder hacer su trabajo en las mejores condiciones posibles", afirm¨® la portavoz comunitaria Mina Andreeva.
Es cierto que, cada tres meses, la llegada de Emmanuel Macron, Angela Merkel o Theresa May? paraliza el barrio europeo de la capital belga en medio de un imponente dispositivo de seguridad. El blindaje impide acceder a la zona a todo ciudadano no residente, y no es raro ver el tr¨¢fico detenido por la polic¨ªa belga para facilitar el paso de caravanas de veh¨ªculos de cristales tintados en los que viajan los mandatarios que deciden el destino de Europa. Sin embargo, los beneficios econ¨®micos para B¨¦lgica derivados de su condici¨®n de centro de operaciones comunitario son mucho mayores: una legi¨®n de lobistas, funcionarios y periodistas vive y gasta en la ciudad a diario. Se construyen nuevas escuelas. El aeropuerto recibe pasajeros de las cuatro esquinas del continente. Y el sector hostelero saca tajada de los m¨²ltiples actos que suelen atraer a Bruselas a una clientela de alto poder adquisitivo.
Por ahora, pese a las cr¨ªticas, el Gobierno belga del liberal franc¨®fono Charles Michel no ha rectificado. No hay c¨¢lculos totales de cu¨¢nto podr¨ªa recaudar la tasa a los periodistas por poner un pie en el Consejo Europeo, un vasto laberinto burocr¨¢tico con 24 kil¨®metros de pasillos en los que se han resuelto ¡ªy a veces tambi¨¦n empeorado¡ª, las mayores crisis que ha vivido Europa en las ¨²ltimas d¨¦cadas, del rescate a Grecia al Brexit. Si el n¨²mero de periodistas acreditados para las cumbres fuera justo un millar?¡ªcifra que no se aleja demasiado de la real¡ª, el montante anual para las arcas belgas ser¨ªa de 100.000 euros. Algunos periodistas ya barajan la idea del boicot si no hay marcha atr¨¢s: "Imaginad a Donald Tusk, Jean-Claude Juncker o Charles Michel hablando en el vac¨ªo ante las c¨¢maras porque los periodistas se han quedado en sus oficinas", fantasea un reportero.
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