Los ¡®lobos¡¯ tambi¨¦n quieren morder a Francisco
La guerra a la luz del d¨ªa contra el Pont¨ªfice es m¨¢s del Vaticano que de la Iglesia
La guerra a la luz del d¨ªa contra el papa Francisco es m¨¢s del Vaticano que de la Iglesia. Son intereses pol¨ªtico-econ¨®micos m¨¢s que dogm¨¢ticos. Se ubican en las iglesias conservadoras de la Am¨¦rica de Trump y en la Europa con nostalgias fascistas, y no en las j¨®venes iglesias latinoamericanas, africanas o asi¨¢ticas que apoyan la revoluci¨®n evang¨¦lica del Papa. Es la de los lobos que obligaron abdicar al papa Ratzinger y que, al parecer, siguen vivos y con ganas de morder tambi¨¦n a Francisco.
La otra Iglesia, la que exige la fidelidad a sus or¨ªgenes contaminada por los poderes mundanos que acabaron incrust¨¢ndose en la jerarqu¨ªa vaticana, esa es la que aplaude a Francisco. Es la Iglesia que se mantuvo fiel a la revoluci¨®n abierta por el Concilio Vaticano II. La embestida contra el papa Francisco era de esperar. Se trata del primer sucesor de Pedro que lleg¨® a Roma despoj¨¢ndose de la mundanidad de la Curia Romana y abriendo las puertas de la Iglesia a la caravana de los que hab¨ªan sido alejados de ella, los mismos a los que Jes¨²s hab¨ªa dado sus preferencias.
Quiz¨¢s Francisco sea s¨®lo un Papa de transici¨®n que pueda a¨²n acabar devorado por quienes prefieren a la antigua Iglesia del poder romano, centrada en la burocracia m¨¢s que en el Evangelio. Si as¨ª fuera, dejar¨¢ una puerta abierta a la esperanza.
Francisco podr¨ªa hacer algo m¨¢s. ?Por qu¨¦ no imitar a su antecesor, Juan XXIII, que en tiempos m¨¢s duros a¨²n sorprendi¨® con la convocaci¨®n de un Concilio Ecum¨¦nico? Ten¨ªa la misma edad que hoy Francisco. La Curia conservadora lo ten¨ªa bajo observaci¨®n. Le tem¨ªa. Llegaron a pensar en deponerlo por osado. Cuando ya no pudieron, intentaron manipular el Concilio. Juan XXIII, con su libertad de esp¨ªritu, acab¨® ganando la batalla.
Fue la fuerza de aquel Concilio la que hizo posible que, medio siglo despu¨¦s, llegara a la silla de Pedro, desde la periferia del mundo, un papa como Francisco que se neg¨® a ser una copia de los antiguos emperadores romanos. Puede que tambi¨¦n a ¨¦l le haya salpicado la vieja estrategia de la Iglesia de esconder los pecados sexuales de sus representantes. A¨²n no lo sabemos. Lo que s¨ª es cierto es que su pontificado ha creado un terremoto en la Iglesia descolocando su eje de poder. A una Iglesia que hasta ahora hab¨ªa sido fundamentalmente europea, le dijo en su primer saludo que estaba llegando ¡°desde muy lejos¡± . Llegaba de los barrios del mundo.
Y tuvo la osad¨ªa, ya en aquel primer momento, de no limitarse a ofrecer urbi et orbi la tradicional bendici¨®n papal. Pidi¨® a los presentes en la plaza de San Pedro que tambi¨¦n ellos ¡°bendijeran al obispo de Roma¡±, casi una herej¨ªa. Renunciando a los palacios pontificios, se fue a vivir a una sencilla residencia para sacerdotes. Y all¨ª sigue. ?M¨¢s vulnerable o m¨¢s fuerte?
Sean los que sean los pecados de los que las fuerzas conservadoras le acusan, lo cierto es que Francisco supone un peligro para la Iglesia que siempre se neg¨® a ser refundada. No es f¨¢cil quebrar paradigmas que parec¨ªan eternos.
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