¡°Me va a matar¡± (Ciudad de M¨¦xico)
Las v¨ªctimas siguen vi¨¦ndose obligadas a denunciar a sus verdugos ante la corte de nuestras redes
Es como si el hombre a¨²n no se estuviera preguntando, a pesar de todo lo visto y lo dicho y lo hecho, c¨®mo desactivar su propia violencia: la violencia que le corre por dentro desde la garganta hasta los pu?os. Esa urgencia de prevalecer, de imperar, que empieza en la cabeza. Que salta al puro centro del est¨®mago. Y de un segundo a otro se convierte en su voluntad y su af¨¢n, con los dientes apretados, de acabar con la mujer que se le sale de las manos. Si no es as¨ª, si el mundo ya no est¨¢ plagado de machitos que han hecho caso omiso a la educaci¨®n y a la ley ¨Cy todav¨ªa terminan refugi¨¢ndose en la manada y en la fuerza¨C, entonces por qu¨¦ la actriz palmirana Eileen Moreno ha tenido que denunciar en sus redes a un exnovio actor de apellido Garc¨ªa que la golpe¨® y la arrastr¨® en el apartamento de su m¨¢nager en Ciudad de M¨¦xico: ¡°Me va a matar¡±, rogaba en vano Moreno, ¡°?ay¨²denme!¡±. Y esa noche nadie acudi¨® a su llamado.
Si no estamos varados en un pasado sanguinario, si esta no es la ¨¦poca en la que el 35% de las mujeres del mundo han sido violentadas por alg¨²n hombre, y cada 28 minutos se da la violencia de g¨¦nero en Colombia, y en los primeros seis meses de 2018 se contaron 10.328 casos de maltrato y 399 feminicidios, y la impunidad sigue siendo del 96%, entonces por qu¨¦ la actriz se lanz¨® a publicar en Instagram su ya ic¨®nica fotograf¨ªa tap¨¢ndose el ojo golpeado y las redes se llenaron de mensajes solidarios ¨Cde actores, de pol¨ªticos, de deportistas, de activistas¨C para la actriz. Seguimos encallados en un proceso, como un c¨ªrculo vicioso, en el que la justicia no aparece por ninguna parte: violencia contra las mujeres; impunidad; condena social, en las solidarias, desesperadas, lapidadoras redes, sobre la base del silencio de los jueces; violencia otra vez.
Moreno, conocida por series como La prepago, La viuda negra y La bella y las bestias, andaba en M¨¦xico ¨Ccomo su novio, como su m¨¢nager¨C porque en M¨¦xico est¨¢ la producci¨®n de la televisi¨®n de estos d¨ªas, pero hasta all¨¢ le lleg¨® la violencia colombiana e impune contra la mujer. Y, luego de darle vueltas al asunto, present¨® el caso en sus redes. Y se dio la solidaridad inevitable. Y se dio tambi¨¦n el tribunal que zanja el asunto porque la justicia cojea m¨¢s en estos casos. Y entonces Garc¨ªa, el agresor, sali¨® a la palestra de internet a hacer la jugada repugnante que suelen hacer frente al jurado los abogados sin tripas: sali¨® a retratar a Moreno con sus sombras para invocar el machismo y para azuzar la idea de que hay quienes se merecen la violencia: la violencia es imperdonable, pero¡
Nadie, ni el peor ni la peor, puede ganarse una violaci¨®n, una golpiza, una amenaza: y resulta descorazonador que repetirlo sea cr¨ªtico, fundamental, en un mundo que tanto habla de la ley y de la dignidad. Pero si la justicia sigue dejando estos casos para despu¨¦s, y si las v¨ªctimas siguen vi¨¦ndose obligadas a denunciar a sus verdugos ante la corte de nuestras redes y los victimarios siguen retratando online las carencias de sus torturados para conseguir el respaldo de los justificadores de la violencia ¨Cy para apelar la sanci¨®n social que en el caso de los artistas suele ser el fin de sus carreras¨C, entonces tendremos que pensar c¨®mo lograr que la solidaridad de Twitter, de Instagram, de Facebook, le sirva a lo justo: a poner en escena la verdad, a reparar lo humano, a castigar sin abusar de semejante poder, a evitar que el horror se repita.
Tiene que volverse impensable e imposible que cincuenta hombres agredan a cincuenta mujeres cada d¨ªa: hoy. Si entre m¨¢s solidaridad hay m¨¢s violencia, si los tab¨²es est¨¢n siendo in¨²tiles, es porque no se est¨¢ dando la justicia. Y habr¨¢ que educar y vivir para ello.
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