?Latinoam¨¦rica feminista?
Estrategias y retos del movimiento que busca la igualdad de g¨¦nero en la regi¨®n
A pocos d¨ªas de la probable victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro, todos los ojos de Latinoam¨¦rica est¨¢n puestos en Brasil. Miran, sobre todo, mujeres de todo el continente, conscientes de que su presidencia podr¨ªa traer un retroceso sin precedentes para los derechos y los discursos por la igualdad de g¨¦nero en el pa¨ªs m¨¢s grande de la regi¨®n. M¨¢s todav¨ªa en un contexto relativamente favorable para el conservadurismo, con gobiernos de derecha (si bien de corte notablemente m¨¢s moderado) conquistando las naciones m¨¢s pobladas de Am¨¦rica Latina.
No son pocos los que han le¨ªdo en este avance una reacci¨®n a la apertura cultural, y en particular a los valores feministas, de creciente aceptaci¨®n en ciertos sectores sociales. Motivado tanto por una ola de cambio de valores que abarca la pr¨¢ctica totalidad del globo, como por las acciones estrat¨¦gicas de movimientos organizados en esta y otras partes del mundo, exist¨ªa una cierta esperanza t¨¢cita entre el progresismo que quiz¨¢s queda ahora en suspenso. La pregunta que antes se entonaba con ilusi¨®n ahora lo hace, bajo la sombra de Bolsonaro y de otros reaccionarios que puedan verse alentados por ¨¦l, con una nota de incertidumbre: ?cu¨¢l es el espacio para un momento feminista latinoamericano?
Coincidencias y diferencias regionales
¡°Claro que s¨ª¡±. M¨®nica Roa, reconocida activista colombiana para el avance de derechos de la mujer, lo tiene claro. ¡°En sinton¨ªa con movimientos feministas en Europa y Estados Unidos, el movimiento feminista en Latinoam¨¦rica y Caribe es probablemente la fuerza pol¨ªtica social m¨¢s esperanzadora en este momento de la historia¡±. Con ello, Roa acepta impl¨ªcitamente que el contexto no es particularmente favorable. Pero tambi¨¦n apunta a que la regi¨®n se mantiene en la misma tensi¨®n que el resto del globo entre fuerzas progresistas y reaccionarias. Ana Pecova, directora de EQUIS en M¨¦xico, se muestra de acuerdo con Roa, afirmando que ¡°siempre ha habido¡± potencial para un espacio com¨²n: ¡°compartimos retos, y compartimos oportunidades tambi¨¦n¡±. Pecova menciona la causa por la despenalizaci¨®n del aborto, con el foco de atenci¨®n que supuso el reciente intento (fallido, aunque por poco) del legislativo argentino. Ah¨ª qued¨® evidenciado que ¡°se comparten agendas, existe cierta cercan¨ªa, cierta sororidad¡±.
Pero la coincidencia va m¨¢s all¨¢ de las solidaridades puntuales. Existe una tupida estructura de trabajo cruzado, construida a trav¨¦s de las organizaciones de la sociedad civil. ¡°Son las mismas activistas, las mismas organizaciones las que han ayudado a abrir y a fortalecer estos lazos¡±, afirma Pecova.
Como hay puntos en com¨²n, tambi¨¦n hay diferencias. Pecova apunta que, aunque haya capacidad de coordinaci¨®n, ¡°finamente todas operamos en contextos propios que tienen sus propias din¨¢micas, actores¡±. M¨®nica Roa, por su lado, considera que el impulso feminista ¡°no es uniforme en toda la regi¨®n: el liderazgo lo llevan las mujeres del Cono Sur¡±, y se refiere a la ley uruguaya de despenalizaci¨®n del aborto por plazos o los movimientos #NiUnaMenos y #MareaVerde en Argentina, o el #MayoFeminista en Chile. Brechas que se abren no solo entre pa¨ªses, sino tambi¨¦n entre segmentos de la sociedad. As¨ª, aunque Roa subraya la labor de ¡°las nuevas generaciones de adolescentes y mujeres j¨®venes¡± en este impulso, no es menos cierto que el voto a figuras como Bolsonaro o el ¨¦xito de discursos de reacci¨®n conservadora es notable entre las personas de menor edad.
Resulta dif¨ªcil calibrar la incidencia en pa¨ªses y en segmentos sociales de este tipo de movimientos. Ni siquiera una pregunta directa, como la que hace el Bar¨®metro de las Am¨¦ricas (¡°?con qu¨¦ frecuencia acude usted a reuniones de asociaciones o grupos de mujeres?¡±), ofrece una medici¨®n ajustada.
Llama la atenci¨®n que sea precisamente en lugares como Argentina, Uruguay o Chile donde menos mujeres afirman haber asistido a este tipo de encuentros. Una forma de leer este dato es que, aunque las asociaciones o grupos a los que se refiere no sean expl¨ªcitamente feministas, existe un tejido social en el que articular intereses comunes. Otra, complementaria, es la hip¨®tesis que lanza Roa: en el Cono Sur, el feminismo ha penetrado tanto el conjunto de la sociedad que ya no necesita canalizarse a trav¨¦s de este tipo de encuentros. La coordinaci¨®n se produce cada vez m¨¢s en otros formatos, quiz¨¢s de manera m¨¢s quir¨²rgica, m¨¢s estrat¨¦gica.
?Estrategias contra-mayoritarias
?La ruta del cambio de mayor¨ªas y movilizaciones masivas no es la ¨²nica emprendida por el feminismo latinoamericano. Se ha mostrado repetidas veces que la opini¨®n p¨²blica se vuelve proderechos en ciertos temas una vez estos se normalizan socialmente. Para ello, a veces es ¨²til cambiar la norma escrita en primer lugar. Algo que, si no se puede hacer con mayor¨ªas populares, s¨ª puede lograrse a trav¨¦s de la lucha organizada dentro de las instituciones contra-mayoritarias. Que, de hecho, existen justamente para ofrecer un campo de acci¨®n a las minor¨ªas organizadas, igualando el terreno para evitar la tiran¨ªa de la mayor¨ªa.
La experiencia de M¨®nica Roa en el campo de los derechos reproductivos sirve como muestra. En 2005 present¨® una demanda de inconstitucionalidad contra la prohibici¨®n completa del aborto ante la Corte Constitucional de Colombia. Tras meses de litigio, se logr¨® la despenalizaci¨®n en supuestos concretos (entre ellos, si existe riesgo para la mujer). A?os despu¨¦s, todav¨ªa un 61% de las colombianas desaprobaba ¡°firmemente¡± el aborto en t¨¦rminos gen¨¦ricos, seg¨²n el Bar¨®metro de las Am¨¦ricas. Sin embargo, una mayor¨ªa de ciudadanos del pa¨ªs y de la regi¨®n est¨¢ a favor de la despenalizaci¨®n en caso de peligro para la madre.
Esta mayor¨ªa, eso s¨ª, fluct¨²a enormemente entre los altos valores de Uruguay (77,8%) y Chile (72,3%), y el 51,8% raspado de Venezuela. Cifra que, por cierto, sugiere que aunque el feminismo puede contar con tener a la derecha en contra, no est¨¢ claro que pueda tener la misma confianza en disponer de la izquierda a favor (al menos, de cierta izquierda).
En esta misma l¨ªnea, Pecova pone como ejemplo a la Red Alas (Red Latinoamericana de Acad¨¦micas/os del Derecho), un espacio de encuentro para la perspectiva de g¨¦nero en el derecho que ha servido, entre otras cosas, para ¡°ir intercambiando estrategias de litigio, para ir viendo c¨®mo avanzar¡± en distintos frentes.
* * *
Y es que, pese a la previsible victoria de Bolsonaro, a la lentitud percibida por muchas mujeres de los avances de derechos tanto escritos como efectivos, y a lo reacios que son amplios segmentos de la opini¨®n p¨²blica, tanto Pecova como Roa transmiten ciertamente optimismo en sus palabras. Uno que, eso s¨ª, no es para nada ciego. M¨¢s bien est¨¢ basado en algo que podr¨ªamos denominar realismo estrat¨¦gico: los feminismos latinoamericanos (que son muchos, y que por descontado mantienen sus propios debates internos) parecen estar escogiendo sus batallas de manera cuidadosa, articul¨¢ndose poco a poco, construy¨¦ndose por pasos y por piezas: yendo despacio, pero apuntando lejos.
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