Un ¡®fantasma¡¯ sentenciado por las maras
Un expolic¨ªa salvadore?o experto en pandillas espera recibir en Espa?a asilo pol¨ªtico. El a?o pasado s¨®lo se aceptaron 25 de 2.145 solicitudes procedentes de pa¨ªses amenazados por las maras
?Qu¨¦ es lo peor que ha visto en El Salvador?
Carlos coge aire y mira a su hijo, un chico de cinco a?os que corre por un parque del sur de Madrid. Nadie sabe c¨®mo se llama ni d¨®nde vive Carlos; oficialmente, es un fantasma. Antes de eso ten¨ªa uno de los empleos m¨¢s arriesgados del mundo: polic¨ªa experto en maras en El Salvador, el pa¨ªs m¨¢s violento del mundo, seg¨²n datos de la ONU de 2016.?
2015 fue el ¨²ltimo a?o de su vida como agente. Todo empez¨® con la muerte de un compa?ero un fin de semana. Carlos estaba al mando. ¡°Nos dieron la voz de que hab¨ªan matado a un polic¨ªa¡±, recuerda. Se refiere a las maras, las organizaciones violentas predominantes en Centroam¨¦rica que luchan por dinero y territorio bajo un r¨¦gimen de violencia extrema. ¡°Orden¨¦ que se cerraran las calles y las casas que se iban a registrar, y en toda la noche hicimos una captura de 20 sujetos. De entre los 20 hab¨ªa uno que era de la zona donde yo viv¨ªa, donde yo crec¨ª, pero lo llev¨¢bamos tapado¡±. Al d¨ªa siguiente, cuando pusieron al marero a disposici¨®n de la polic¨ªa, el joven le dijo dos palabras a Carlos: ¡°Te conozco¡±.
Lo que sigui¨® fue una tortura para el polic¨ªa. Los agentes ten¨ªan la orden de ir a los calabozos a tomarles los datos y hacer constar el delito del que se les acusaba: homicidio. ¡°All¨ª me lo volvi¨® a repetir: ¡®Te conozco¡±. A los d¨ªas son¨® su tel¨¦fono: una voz le dijo d¨®nde trabajaba su esposa y la hora a la que sal¨ªa de su empresa.
?Qu¨¦ hizo?
-Ni puto caso. Pens¨¦: ser¨¢ mentira. Hacen mucho eso: amenazan dando a entender que saben, pero no saben.
Al cabo de varias semanas, Carlos y su equipo montaron otro operativo para hacer nuevas detenciones. Mientras registraba uno de los pisos intervenidos se encontr¨® con varias fotos de su mujer saliendo del hospital, el lugar en el que trabajaba.
Pidi¨® al jefe de su unidad que una patrulla policial pasase cada hora, o cada media hora, por su domicilio cuando ¨¦l no estuviese en casa. La respuesta fue que no. As¨ª que subi¨® a su esposa y a su hijo en un avi¨®n en direcci¨®n a Madrid.
Carlos pidi¨® ayuda para s¨ª mismo en la Polic¨ªa, un traslado que lo alejase de quienes lo hab¨ªan amenazado. No hubo socorro y, de un d¨ªa para otro, sintiendo cerca el aliento de la mara, hizo la bolsa y se fue a Madrid. All¨ª, sin poder justificar que era polic¨ªa, anunci¨® que ven¨ªa a Espa?a a hacer turismo. No le creyeron, lo retuvieron un par de d¨ªas y lo devolvieron a El Salvador. Cuando regres¨®, sus vecinos le dijeron que hab¨ªa estado la polic¨ªa preguntando por ¨¦l. Metido dentro de la pel¨ªcula de su propia vida, una pel¨ªcula que acababa con su propia muerte, Carlos pudo observar que los veh¨ªculos de los visitantes a su casa no eran ni oficiales ni extraoficiales; no era la polic¨ªa quien lo buscaba. Reuni¨® dinero de nuevo y, en esta ocasi¨®n, vol¨® a Holanda para entrar finalmente a Espa?a a trav¨¦s de Barcelona.
La Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR) lleva desde entonces, m¨¢s de tres a?os, esperando a que el Gobierno conceda asilo a Carlos y su familia. Sus propias cifras y las de Acnur son poco esperanzadoras. Entre los a?os 2011 y 2017 m¨¢s de 350.000 personas de Honduras, Guetamala y El Salvador, el tri¨¢ngulo en el que las maras tienen su presencia m¨¢s s¨®lida, pidieron asilo pol¨ªtico; tres pa¨ªses en los que, en 2017, fueron asesinadas 13.129 personas: 36 asesinatos al d¨ªa, un cad¨¢ver cada 40 minutos. En Espa?a hubo 115 peticiones de asilo procedentes de esos tres pa¨ªses en 2014. En 2017, las peticiones aumentaron a 2.145. ?Cu¨¢ntas resoluciones favorables hubo en esos cuatro a?os? 25.
El Gobierno, dicen fuentes de CEAR, hace una cosa contradictoria: admite muchas peticiones a tr¨¢mite y resuelve poqu¨ªsimas. Con una paradoja: a veces se tarda tanto en resolver que la persona que ha solicitado el asilo ya ha conseguido trabajo fijo y puede regularizarse. ¡°Tardan tanto en hacerlo mal que acaban haci¨¦ndolo bien¡±, resumen estas fuentes. Hay otra paradoja: nadie dudaba en los noventa de que El Salvador estaba en guerra del mismo modo que nadie piensa que ahora lo est¨¦. Pero las cifras actuales de homicidio son equiparables a las que hab¨ªa en el pa¨ªs cuando estaba en guerra: es la mayor tasa de homicidios del mundo, con 82 muertes violentas por cada 100.000 habitantes en 2016. Los 5.000 asesinatos que se producen al a?o son una cifra parecida a la que se produc¨ªa en el conflicto b¨¦lico del pa¨ªs. Pero si la guerra es un motivo de peso para conceder asilo, que te pueda matar en la calle un pandillero no lo es.
Carlos fue polic¨ªa durante ocho a?os, tres patrullando las calles y cinco como investigador. Ha aprendido todo sobre las maras MS13 y La 18, las dos m¨¢s violentas de su pa¨ªs; su lenguaje, su ropa, sus rituales, el significado de sus tatuajes. Los c¨®digos, que lo son todo. "Si a m¨ª como pandillero me gusta una chica, la chica no tiene otra opci¨®n. O se entrega a la pandilla, o la violan y la matan. Este es el c¨®digo. Y si tienes una novia y por desgracia, o lo que sea, ella tiene un amigo que es polic¨ªa, o ven que habla con un polic¨ªa, le dan la opci¨®n: o entregas al polic¨ªa o te mueres con ¨¦l". ¡°El car¨¢cter fuertemente machista de las pandillas se expresa en un odio virulento contra las personas LGTBI, las mujeres y las ni?as¡±, advierten en CEAR. Uno de los lemas sagrados de las pandillas es ¡°ver, o¨ªr y callar¡±. Quien no cumple eso est¨¢ condenado.
Carlos y su mujer se encuentran ya trabajando, a la espera de que se resuelva la solicitud de asilo de ¨¦l; el hijo de ambos, de seis a?os, ha empezado a ir al colegio. S¨®lo pueden acceder al permiso de residencia por arraigo con dos a?os, pero para eso hace falta trabajo estable; no lo tienen. Si regresan a su pa¨ªs, peligran sus vidas; si no reciben asilo, pueden ser expulsados en cualquier momento.
?A qu¨¦ edad se empieza a matar en las pandillas?
-Hay ni?os de diez a?os a los que no les tiembla la mano al disparar.
?Qu¨¦ hacen para entrar?
-Si es la MS-13, te dan trece segundos y entre todos empiezan a patearte. Solo te dan derecho a cubrirte la cara y las partes genitales, trece segundos. Todo, todo. Ya al pasar los trece te consideran miembro. Otro rito de iniciaci¨®n, en el caso de las chicas ¡ªmuchas adolescentes¡ª es someterse a violaciones colectivas.
No hay que cometer un crimen.
-Al principio, no. Si quieres pasar, como dicen ellos, ¡°escalar¡±, tienes que entregar a un polic¨ªa. Vivo o muerto. Pero si lo entregas vivo tu categor¨ªa es mejor. Si lo entregas vivo, hacen locuras con ¨¦l.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.