La violencia, el estigma eterno de San Pedro Sula
La segunda ciudad de Honduras, la m¨¢s violenta del mundo durante a?os, ha rebajado las tasas de homicidios, pero no logra despojarse de la inseguridad que avanza por sus calles
La violencia es algo tan cotidiano para Elena que cuando se le pregunta desde cu¨¢ndo tiene constancia de ella, pone cara de haber escuchado una tonter¨ªa. Y se r¨ªe: ¡°Desde siempre¡±. A los seis a?os su madre la libr¨® de un tiroteo enfrente de su casa, mientras ella jugaba con la pelota. En el colegio, nadie le hablaba porque sus primos eran l¨ªderes de una pandilla y, claro, a saber qu¨¦ les pod¨ªa hacer una ni?a de 12 a?os. Todav¨ªa ahora, en la universidad, cuando sus compa?eros se enteran de cu¨¢l es su barrio, piensan: ¡°Uyyyy¡.¡±. Y aunque se lo toma a guasa, esta joven de 21 a?os apasionada del breakdance y el hip hop, admite que vive con una m¨¢xima: ¡°O¨ªr, ver y callar¡±.
Elena habla de su relaci¨®n con la violencia con una naturalidad que abruma. La misma tambi¨¦n con la que pide ocultar su identidad y no fotografiarse; con la que explica que lo mejor es que se la espere a la entrada del barrio para no levantar sospechas ¡°con ellos¡± o con la que disuade a su vecino, inc¨®modo por la presencia de desconocidos. ¡°Le dije que ven¨ªan a hacerme un reportaje sobre mis bailes¡±, explica con una sonrisa p¨ªcara con la que acompa?a una recomendaci¨®n: ¡°Yo les acompa?o tambi¨¦n hasta la salida, es mejor¡±.
Chamelec¨®n es un barrio humilde de San Pedro Sula controlado por dos pandillas, la Mara Salvatrucha (MS) y la 18. ¡°Esto es como los Juegos del Hambre, o te unes o mueres¡±, asegura Elena, junto a sus seis hermanos varones de los pocos j¨®venes que no pertenecen a una banda. Pero no formar parte no implica absolutamente nada en un lugar donde los eufemismos explican tanto como tratan de ocultar. ¡°Es raro, no pertenecemos, pero somos MS¡±, dice para aclarar qui¨¦n controla su zona. ¡®Ser MS¡¯ implica que no podr¨¢ visitar a su hermano, aunque viva en el mismo barrio. Aunque en territorio de la 18, as¨ª que reunirse all¨ª puede costarles la vida si alguien sospecha que llevan informaci¨®n de un lado a otro. No les queda otro remedio que verse en el centro de la ciudad.
San Pedro Sula, la segunda ciudad m¨¢s grande de Honduras y la capital administrativa, no logra sacudirse el ¡®apellido¡¯ que se ha granjeado en la ¨²ltima d¨¦cada: la capital m¨¢s violenta del mundo,? en un pa¨ªs que se ha afianzado como uno de los corredores de la droga que, desde Colombia, transita hacia M¨¦xico y Estados Unidos, y que se ha visto desangrado por el enfrentamiento entre las pandillas, en cuyas filas hay cada vez m¨¢s integrantes ¡ªvoluntarios o forzosos¡ª. En 2014, la localidad registr¨® una tasa de 142 homicidios por cada 100.000 habitantes, seg¨²n el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Aut¨®noma de Honduras. Las cifras han sufrido una dr¨¢stica ca¨ªda en dos a?os ¨Chasta llegar a los 59 homicidios en 2016-- debido a factores como el refuerzo de los programas sociales, una mayor inversi¨®n en seguridad, el aumento del padr¨®n y tambi¨¦n a la disminuci¨®n de los conflictos entre la polic¨ªa y las pandillas. Pero a¨²n as¨ª, el estigma pervive. San Pedro es una ciudad menos violenta, pero un lugar por cuyas calles la gente no quiere pasear; en el que el tema de conversaci¨®n desemboca tarde o temprano en la violencia y donde m¨¢s del 90% de los establecimientos paga extorsiones. Dista de ser seguro.
La desconfianza es el modus vivendi de muchos sanpedreanos. Las tortuosas llamadas de los bancos ofreciendo inmejorables servicios se cortaban cuando el subcomisario Mois¨¦s Amado explicaba d¨®nde trabajaba. Hace poco m¨¢s de un a?o fue trasladado a la posta policial de la Rivera Hern¨¢ndez, uno de los epicentros del crimen y la violencia en Am¨¦rica Latina.
¡°Se escuchan tantas cosas¡ Yo creo que se ha maximizado la violencia¡±, trata de apaciguar el jefe policial, un tipo fornido parapetado tras un chaleco antibalas que termina la mayor¨ªa de sus frases con la inquietante coletilla de: ¡°?Verdad?¡±. Esta tarde de viernes de noviembre est¨¢ al mando de los agentes de la zona. Muchos han tenido que reforzar la seguridad del partido entre Honduras y Australia, el primero de la repesca para conseguir una plaza en el Mundial de Rusia, que finalmente lograr¨ªan los ¡®socceroos¡¯. Un encuentro marcado por la suma de esperpentos que la prensa australiana ¡®dedic¨®¡¯ a su rival, llegando a decir que su equipo jugar¨ªa en una ciudad que era, en realidad, un cementerio. La desaz¨®n del empate sin goles contrastaba con la satisfacci¨®n del mando policial de la Rivera Hern¨¢ndez por sumar un d¨ªa m¨¢s sin muertos en la zona: 26. Una racha inusual: el anterior r¨¦cord era de nueve d¨ªas.
La Rivera est¨¢ formada por 189 colonias donde viven algo m¨¢s de 200.000 personas. En ella operan 154 polic¨ªas, cuando ¡°lo ideal ser¨ªan al menos 650¡±, admite la agente Gloria Blanco, que lleg¨® al barrio, su primer destino tras graduarse con 19 a?os, un domingo de febrero de 2014. ¡°Te van a matar¡±, recuerda que le dec¨ªan con sorna algunos. Bromas, las justas: a los dos d¨ªas, dos compa?eros suyos fueron asesinados. Ahora, Blanco celebra que la polic¨ªa puede acceder a todas las colonias. ¡°Aunque nunca puedes bajar la guardia¡±, asume casi al un¨ªsono con su superior. ¡°Quien menos lo creas, un ni?o de 12 a?os, por ejemplo, puede estar dando informaci¨®n a los grupos¡±, comenta el subcomisario.
Los grupos, ¡°los antisociales¡± como los llama a veces Amado ¨Cotra vez los eufemismos--, son, en su mayor¨ªa, la MS y la 18, en permanente guerra por los territorios. De los primeros, apenas se limitan a decir que son m¨¢s organizados y que no les gusta montar revuelo. No al menos ahora. La tibieza con la que se refieren a la Mara Salvatrucha esconde, para muchos, una suerte de pacto con los l¨ªderes y revela una estructura compleja, que implica seg¨²n los expertos a pol¨ªticos, polic¨ªas y empresarios. El lenguaje cambia al hablar de la 18. ¡°Son m¨¢s sanguinarios, m¨¢s violentos, ellos se dedican al sicariato, son con los que tenemos m¨¢s enfrentamientos¡±, a?ade.
Durante m¨¢s de tres horas, los agentes hacen una ronda improvisada por algunos lugares de las colonias. Casi no hay luz, la lluvia de los ¨²ltimos d¨ªas ha embarrado muchos de los caminos de tierra por los que apenas transitan veh¨ªculos. Al llegar al sector Planeta, territorio de la 18 y uno de los m¨¢s conflictivos, el paso de las camionetas con agentes fuertemente armados en la parte trasera se cruza con las miradas de extra?eza y desconfianza por la ronda policial. Tambi¨¦n hay indiferencia. O saben que no va a ocurrir nada o saben que es mejor que no ocurra nada. La tensi¨®n de quien no conoce la zona contrasta con la tranquilidad del subcomisario, que asoma el brazo por fuera de la ventana como quien est¨¢ en un paseo tur¨ªstico. ¡°?Ve? La gente est¨¢ en la calle, festeja, hacen su vida normal¡±, trata de convencer, con tan poco inter¨¦s, que resulta artificial su discurso.
Los trabajos en las comunidades por organizaciones como la Asociaci¨®n para una Sociedad m¨¢s Justa (ASJ), con el apoyo econ¨®mico Estados Unidos a trav¨¦s de USAID, han contribuido a rebajar los ¨ªndices de violencia. Otro de los motivos es un cambio de paradigma en la polic¨ªa, que trata de recuperar la confianza bajo la permanente sombra de la corrupci¨®n. ¡°Ahora vienen con una mentalidad de servir, no de golpear o de atacar al ciudadano. M¨¢s que todo se trata de prevenci¨®n¡±, se sincera la agente Blanco, ante la notable incomodidad del subcomisario Amado.
Carlos Hern¨¢ndez, director ejecutivo de ASJ, se?ala que la reducci¨®n de la violencia tambi¨¦n tiene que ver con el ingente desembolso econ¨®mico del Gobierno de Honduras. El a?o pasado, presupuest¨® 15.000 millones de lempiras (algo m¨¢s de 620 millones de d¨®lares, unos 528 millones de euros) para combatir el crimen organizado y la prevenci¨®n en materia de seguridad. ¡°Que tan compensado sea no est¨¢ tan claro¡±, asegura Hern¨¢ndez. Esta no es la ¨²nica cr¨ªtica que pesa al respecto sobre el presidente, Juan Orlando Hern¨¢ndez, que este domingo busca convertirse en el primer mandatario en ser reelegido en Honduras. La creaci¨®n de una polic¨ªa militar es para muchos un retroceso en el proceso de desmilitarizaci¨®n de la sociedad, que ve con recelo el avance de esta fuerza, a la par que la depuraci¨®n en el seno de la polic¨ªa no cesa. En menos de un a?o han sido expulsados 4.500 de unos 14.000.
M¨¢s all¨¢ de los datos sobre homicidios, si algo parece imposible de eliminar es la percepci¨®n de inseguridad en San Pedro. A ello contribuye un tab¨²: la extorsi¨®n. Nadie habla de ello pero todos lo sufren. Ram¨®n Barrios, profesor de Derecho de la UNAH y abogado, asegura que algunas de las compa?¨ªas telef¨®nicas a las que asesora tienen dentro de su departamento de contabilidad asignaciones destinadas al pago de extorsiones. ¡°En el transporte mueven un mill¨®n de d¨®lares mensuales solo en San Pedro. Y ese dinero se lava en los bancos, as¨ª que, ?c¨®mo es posible que las autoridades no lo sepan?¡±.
Oneida Pastrana ilustra el miedo con el que se convive en San Pedro Sula. Lleva m¨¢s de 20 de su 46 a?os vendiendo carne asada en distintos barrios de la ciudad, forzada como ha estado a desplazarse de un lugar a otro. Habla de los m¨²ltiples asaltos y amenazas que ha sufrido con resignaci¨®n: ¡°Nunca me he sobrepasado a sus leyes. Si usted es un delincuente y viene a hacerme da?o, ser¨¦ obediente. He tenido la sabidur¨ªa necesaria para poder sobrevivir¡±.
Violencia
Honduras ha sido durante a?os el pa¨ªs m¨¢s violento de Am¨¦rica Latina. En 2014, San Pedro Sula, la capital administrativa del pa¨ªs, registr¨® una tasa de 142 homicidios por cada 100.000 habitantes, por los 81 de Tegucigalpa o los 95 de La Ceiba, la tercera localidad, seg¨²n los datos del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Aut¨®noma de Honduras (UNAH), el organismo al que los especialistas dan m¨¢s credibilidad. La ca¨ªda ha sido dr¨¢stica en el ¨²ltimo a?o. Seg¨²n la UNAH, Honduras cerr¨® 2016 con 5.154 homicidios, una cifra similar a la de 12 meses antes -5.148-, es decir, 59 por cada 100.000 habitantes.
El Salvador ocupa ahora el lugar dejado por Honduras, despu¨¦s de que en 2015 registrase 104 homicidios por cada 100.000 habitantes. El ¨²ltimo a?o consigui¨® rebajar la cifra, seg¨²n los datos de la Polic¨ªa Nacional Civil, a 5.278 asesinatos, una tasa de 81,2, a¨²n superior a la del pa¨ªs vecino.
Las comparaciones, no obstante. son peliagudas. Los datos est¨¢n repletos de matices. Honduras, por ejemplo, aument¨® el padr¨®n, lo que contribuy¨® a reducir la tasa, m¨¢s all¨¢ de que haya habido mejoras en la lucha contra el crimen. Adem¨¢s, no en todos los pa¨ªses se puede medir de la misma forma. El ejemplo m¨¢s claro es el de Venezuela Con todas las cautelas posibles, las cifras de los pa¨ªses centroamericanos provienen de datos oficiales. En el caso del pa¨ªs sudamericano, no, pues el Gobierno de Nicol¨¢s Maduro no publica estad¨ªsticas oficiales de criminalidad.
La organizaci¨®n InsightCrime, en su balance de 2016, recalcaba c¨®mo la tasa de homicidios de Venezuela es seguramente superior a los 59 asesinatos por cada 100.000 habitantes que aportan los datos oficiales. El Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), una organizaci¨®n independiente, estima que el a?o pasado se produjeron 28.479 "muertes violentas", 91,8 por cada 100.000 habitantes . De ellas, 18.230 fueron consideradas homicidios por el Gobierno, mientras que el resto recibi¨® el trato de "resistencia a la autoridad", o bien no fueron catalogados como homicidios porque el m¨®vil del asesino no era claro.
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