En memoria de Javier Valdez, el gran cronista del narco en Sinaloa, asesinado en 2017
EL PA?S participa en la campa?a de la UNESCO para recordar a los periodistas que han perdido la vida de forma violenta con la ¨²ltima columna que public¨® este informador mexicano
El periodista Javier Valdez, fundador de R¨ªodoce, fue obligado a arrollidarse antes de morir. Dos hombres encapuchados le dispararon 12 veces. Fue en mayo de 2017, en Culiac¨¢n, la capital de Sinaloa. Ten¨ªa 50 a?os y era uno de los reporteros que m¨¢s y mejor ha contado la violencia del narcotr¨¢fico en esa regi¨®n.
Cada cuatro d¨ªas, un periodista es asesinado, a menudo porque ha denunciado la corrupci¨®n, el tr¨¢frico de drogas y violaciones de los derechos humanos. La gran mayor¨ªa de estos casos quedan impunes. La UNESCO lanza este viernes, D¨ªa Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Cr¨ªmenes contra Periodistas, una campa?a para recordar el trabajo de periodistas que han sido asesinados y perpetuar su legado (#TruthNeverDies).
Para recordar a uno de ellos, Javier Valdez, EL PA?S publica la ¨²ltima columna del periodista, cedida por R¨ªodoce, y titulada El licenciado.
"El t¨ªo ya no lo aguant¨®. Era la verg¨¹enza de la familia. As¨ª que decidi¨® meterlo a un centro de internamiento para adictos. Llam¨® con alguien y r¨¢pido lleg¨® la voladora: una camioneta cerrada con siete j¨®venes que lo tumbaron a empujones y patadas, lo ataron con manos y brazos y luego de someterlo, lo metieron al veh¨ªculo para llev¨¢rselo. Salieron de ah¨ª hechos la mocha y apenas el polvo marc¨® la partida.
Llegaron y lo siguieron tundiendo. Se acerc¨® alguien que parec¨ªa el que mandaba. Bien vestido, alto, con voz gruesa. Todos se detuvieron frente a ¨¦l, casi cuadr¨¢ndose. Bola negra, dijo. Y todos reiniciaron los golpes. Esta vez le cortaron parte de la espalda y le abrieron la cabeza. Al diagn¨®stico se agreg¨® fractura de clav¨ªcula. Se qued¨® ah¨ª, tendido. Le dieron paracetamol y le gritaron al segundo d¨ªa ya lev¨¢ntate g¨¹ev¨®n. ?rale, este no es un hotel.
Lo sacudieron, le dieron polvo y reaccion¨®. V¨¢monos, tenemos que ir en la voladora por otros dos. Eso era la bola negra y ¨¦l deb¨ªa aplic¨¢rsela a otros. De lo contrario, se lo har¨ªan de nuevo. Reparti¨® tantos chingazos como bolas negras y fue as¨ª que logr¨® que lo incluyeran entre los invitados a las fiestas. Otro nivel. Cerveza, yerba y perico. Las mujeres que del ¨¢rea femenil tambi¨¦n estaban para ellos. Pod¨ªan bailar y drogarse, y luego entrar sin permiso en sus oquedades. Una vez en la burbuja nebulosa de los viajes fant¨¢sticos no hab¨ªa manera de oponer resistencia.
Hab¨ªa permisos y premios, y tambi¨¦n para ¨¦l. Se los fue ganando a fuerza de pu?etazos y patadas. De decirle s¨ª al jefe, que era el licenciado. Lo ense?aron a delinquir y a pasar las l¨ªneas de las drogas. Le pusieron de apodo el demonio. Cuando el t¨ªo fue por ¨¦l le dijeron que estaba mucho mejor. Pero no lo vio. D¨®nde anda. Es que fue a comprar comida y a botear en los cruceros. Pero va muy bien, pronto estar¨¢ totalmente recuperado. El t¨ªo se fue, aliviado por las buenas nuevas pero no del todo convencido: no haberlo visto le dej¨® amarga la boca.
Ninguno como ¨¦l. Les dec¨ªa el licenciado tr¨¢iganme al demonio y se lo llevaban. Era bueno para los golpes y para cumplir las ¨®rdenes. Un samur¨¢i de los enervantes y las luchas callejeras. Puma de alcantarillas. El demonio llegaba y paspas. La v¨ªctima no se levantaba en d¨ªas. Un premio para ¨¦l. Sab¨ªa que pod¨ªa saborear la droga que quisiera, y tambi¨¦n a las recluidas en el ¨¢rea contigua. Se sumergi¨® en las arenas movedizas del placer, de los viajes en globo y del paseo por las nubes oscuras de los s¨®tanos. Sonri¨® y babe¨®. Y as¨ª qued¨®, esparcido en el piso, con viscosidades en la boca. Inerme. Cuando fueron por ¨¦l para aplicar otra bola negra, el licenciado dijo ni modo. Era mi preferido. Y grit¨® bola negra".
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