El encuentro entre el telecazador y el yihadista
Desde alguna sala con aire acondicionado en el desierto de Nevada, alguien observa los movimientos de un muyahid¨ªn en Mosul (Irak) antes de accionar el misil que acabar¨¢ con ¨¦l
El 10 de febrero de 2017 un dron estadounidense mat¨® en las afueras de Mosul a un yihadista franc¨¦s: Rachid Kassim. Aficionado al k¨¢rate y a los mangas japoneses ¡ªhasta el punto de pasearse en quimono por las calles de su barrio¡ª, este cantante de rap hab¨ªa viajado a Siria en 2015, acompa?ado por su esposa y su hijita de tres a?os, con el prop¨®sito de incorporarse a las filas del Estado Isl¨¢mico de Irak y al-Sham. All¨ª conoci¨® a algunos de los 5.000 muyahidines europeos que escrib¨ªan ¡°lol yihad¡± en su p¨¢gina de Facebook y se exhib¨ªan en selfies con sus turbantes, sus bandoleras de balas y sus fusiles M-16 para encandilar a las muchachas que les dejaban mensajes de amor como si fueran rock stars. Kassim prefiri¨® crear un canal de televisi¨®n privado en Internet, Ansar al-Tawhid, y emprender una campa?a de alistamiento de sus compatriotas franceses. Entre los 325 abonados de su cadena se hallaban dos adolescentes que degollaron a un cura normando en julio de 2016 (¡). Kassim hab¨ªa incluido en un ¨¢lbum de 2011 un tema titulado Je suis un terroriste, con dos versos que dec¨ªan: ¡°Yo so?aba con ser m¨¦dico / ahora solo aspiro a m¨¢rtir¡±, distinci¨®n religiosa que termin¨® obteniendo gracias a un imprevisto misil Hellfire.?
No se sabe, sin embargo, si el dron que lo dispar¨® era de tipo Reaper o Predator, e ignoramos completamente la identidad del operador que dirigi¨® la nave a distancia. No habr¨ªa que excluir que tuviera la edad de Kassim y que desde alguna sala con aire acondicionado en el desierto de Nevada, a miles de kil¨®metros de la ciudad de Mosul, hubiera observado los movimientos del muyahid¨ªn en la fluorescencia de una pantalla, identificado su turbante oscuro y su espesa barba sin bigotes, detectado el Kal¨¢sh?nikov que colgaba de su hombro, o¨ªdo en los auricu?lares la voz del coordinador d¨¢ndole el consentimiento y accionado el misil que termin¨® eliminando a su blanco en una explosi¨®n callada. Como la CIA no se muestra muy locuaz a prop¨®sito de estos ¡°asesinatos selectivos¡±, ignoramos si otras personas murieron junto con el terrorista aquel d¨ªa.
Pero no ser¨ªa raro que as¨ª fuera, porque los Hellfire no resultan tan ¡°selectivos¡± como el adjetivo targeted lo anuncia: matan a cualquier individuo situado a menos de 15 metros del blanco. Los partidarios de los drones invocan la reducci¨®n de las ¡°v¨ªctimas colaterales¡± para legitimar esas acciones, y es cierto que fallecen muchos m¨¢s civiles indefensos cuando un avi¨®n arroja una tonelada de bombas sobre una poblaci¨®n mientras vuela a 9.000 metros de altitud para evitar las bater¨ªas antia¨¦reas. Pero un informe del Pent¨¢gono revelado en el marco de los Drone Papers asegura que el 90% de las v¨ªctimas de las operaciones con drones no pertenecen a Al Qaeda ni al Estado Isl¨¢mico de Irak y al-Sham. (¡). Podr¨ªamos preguntarnos en qu¨¦ consiste su eficacia si obtienen m¨¢s conversiones al islamismo radical que los persuasivos imanes wahabitas. (¡)
La inmunidad de los operadores de drones, en todo caso, los preserva de cualquier acusaci¨®n ante los tribunales nacionales o internacionales. Podemos imaginar incluso al asesino de Kassim tomando una cerveza tranquilamente en un bar justo despu¨¦s del trabajo, o regresando a su casa para cenar con su familia y mirar en la CNN o Fox News las noticias sobre los primeros d¨ªas de Donald Trump en la Casa Blanca o sobre la muerte del terrorista que acababa de eliminar. Este telepiloto y su blanco no representan solamente los dos bandos de un conflicto armado, sino tambi¨¦n dos actitudes opuestas en la guerra. El franc¨¦s alimentaba una p¨¢gina de Facebook para reclutar combatientes, escrib¨ªa temas de rap que celebraban el martirio y organizaba atentados cuyas v¨ªctimas eran minuciosamente contabilizadas por la prensa occidental; la identidad del norteamericano forma parte de los secretos militares de Estados Unidos, sus targeted killings no suelen verse ensalzados a trav¨¦s de canciones, im¨¢genes o manifiestos y la prensa occidental suele omitir el n¨²mero de v¨ªctimas de semejantes acciones.
Podemos imaginar al asesino de Kassim tomando una cerveza tranquilamente en un bar justo despu¨¦s del trabajo
En el Ministerio de Defensa se discuti¨® durante un tiempo si los operadores de drones deb¨ªan ser condecorados: no por cuestiones de seguridad, sino porque todav¨ªa est¨¢ por verse si aquellos asesinos de oficina merecen estos honores. A partir de febrero de 2013, no obstante, algunos de ellos recibieron la Distinguished Warfare Medal por sus ¡°acciones armadas¡±. Algunos medios de comunicaci¨®n intentaron conferirles entonces una dosis de hero¨ªsmo supliendo la ausencia de riesgo f¨ªsico con una suerte de peligro ps¨ªquico, sobre todo despu¨¦s de que una pel¨ªcula de 2014, M¨¢xima precisi¨®n, presentara a un operador afectado de estr¨¦s postraum¨¢tico. Pero ning¨²n trabajo psicol¨®gico serio confirma la existencia de semejantes traumatismos entre los operadores de la remote warfare. Hay, en cambio, una multitud de estudios que procuran explicar los comportamientos de los terroristas a partir de alg¨²n trastorno mental, a pesar de que los propios informes difundidos por las campa?as de prevenci¨®n de la ¡°radicalizaci¨®n¡± sostienen que no existe un perfil ps¨ªquico caracter¨ªstico de los candidatos a la yihad. Entre el muyahid¨ªn y el telepiloto solo puede establecerse un contraste de actitudes: el primero ataca a sus adversarios exponi¨¦ndose a la muerte; el segundo los elimina sin comprometer nunca su existencia. Publicidad y vulnerabilidad, por un lado; discreci¨®n e invulnerabilidad, por el otro.
No es raro que algunos pilotos militares se muestren sumamente hostiles al empleo de los drones. (¡) Los oficiales de la prestigiosa Air Force se resisten a verse suplantados por un conjunto de tecn¨®cratas de Washington y de desali?ados geeks venidos de Silicon Valley. Hay quienes argumentan incluso que los ataques con drones no se ajustan tanto a la descripci¨®n de una guerra como a la definici¨®n de ¡°cacer¨ªa¡±, actividad consistente en rastrear o perseguir una presa con el prop¨®sito de matarla o capturarla, posibilidad esta ¨²ltima que la expresi¨®n ¡°asesinato selectivo¡± descarta: Barack Obama favoreci¨® durante su mandato estos homicidios para evitar, precisamente, las complicaciones legales acarreadas por las prisiones clandestinas.
Los especialistas del Pent¨¢gono, no obstante, est¨¢n evaluando seriamente si no convendr¨ªa alentar una autonom¨ªa completa de estos Terminators dado que ellos mismos recaban muchas de las informaciones visuales, inform¨¢ticas o telef¨®nicas que les permiten elaborar los minuciosos patterns of life de sus eventuales blancos, patrones que los analistas emplean para decidir si se trata de un individuo peligroso o no. Nada impedir¨ªa, no obstante, que estas decisiones fueran tomadas de manera m¨¢s precisa por los propios aparatos. Bastar¨ªa con programarlos para que respetaran ciertas exigencias a la hora de liquidar a alguien, y se lograr¨ªan aminorar los riesgos de las inatenciones y las emociones de los operadores humanos.
Dardo Scavino, argentino, es profesor de la Universit¨¦ de Pau et des Pays de l¡¯Adour, en Francia. Su libro El sue?o de los m¨¢rtires, ganador del Premio Anagrama de Ensayo 2018, se publica el 14 de noviembre.
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