Iv¨¢n Duque, el presidente popular que dej¨® de serlo
El mandatario renunci¨® a las viejas formas de la pol¨ªtica sin proponer a cambio un discurso decidido
A Iv¨¢n Duque, flamantemente joven presidente de la Rep¨²blica de Colombia que lleg¨® al poder con una imagen personal cuidada y potente, se le est¨¢ hundiendo el suelo de popularidad que tan cuidadosamente construy¨® durante la campa?a presidencial. Entonces, su perfil de moderado simp¨¢tico (que adem¨¢s contrastaba bien con el que pintaba de sus rivales) le granje¨® una victoria relativamente amplia. El discurso de la toma de posesi¨®n, en el que ya no pod¨ªa depender de enemigos, dej¨® las expectativas muy altas. Aqu¨ª, el contraste se dio con los elementos m¨¢s extremos de su propio partido, un Centro Democr¨¢tico en el que cohabita el conservadurismo tradicional con reaccionarios de corte autoritario. Los compromisos de uni¨®n, trabajo y mejora institucional dejaron a muchos esperando su cumplimiento. Pero, a la luz de sus actuales cifras de aprobaci¨®n, parece que la paciencia se agota.
Aquel 7 de agosto Duque prometi¨® dos imposibles. Primero, el fin de la polarizaci¨®n en un pa¨ªs que est¨¢ incorporando por primera vez una verdadera variedad ideol¨®gica al proceso democr¨¢tico, tras dos siglos de ser al mismo tiempo la democracia m¨¢s longeva y una de las m¨¢s restrictivas del continente. Pero tambi¨¦n renunci¨® al clientelismo (en jerga local, mermelada), m¨¢quina que siempre ha engrasado la gobernabilidad colombiana, sin proponer nada a cambio. Sin discurso ni posici¨®n fuerte, y sin reparto de prebendas (puestos, proyectos, partidas presupuestarias) no hay manera de mantener una mayor¨ªa viable dentro de un Congreso en el que ning¨²n partido domina claramente: ?qu¨¦ incentivos le est¨¢s dando a los parlamentarios para que se vayan contigo, si con ello no ganan ni popularidad, ni definici¨®n ideol¨®gica, ni recursos para ellos y para sus votantes?
Habi¨¦ndose puesto a s¨ª mismo en esta situaci¨®n, al presidente solo le quedaba una alternativa: la tecnocracia. Medidas basadas en datos, en ¡°lo mejor para el pa¨ªs¡±, en un equipo de ministros paritario y preparado, no dependiente de cuotas partidistas. Pero al final para implementar cualquier decisi¨®n necesitas construir una coalici¨®n entre los servidores p¨²blicos. As¨ª lo hagas por decreto y te saltes el Congreso (cuando la ley te lo permita), debes encontrar alianzas dentro de la Administraci¨®n, entender c¨®mo funciona, qu¨¦ palancas tocar y cu¨¢les no. Si el equipo de gobierno es ajeno a todo este proceso, si el propio presidente carece de experiencia en el ejecutivo, tus medidas ser¨¢n desbaratadas de una forma o de otra.
Ni ideolog¨ªa, ni mermelada, ni tecnocracia. Iv¨¢n Duque se ha colocado a s¨ª mismo en el peor de los mundos que ten¨ªa para escoger. El votante lo ha entendido, o al menos ha entendido las consecuencias, y por eso se ha apartado de ¨¦l.
?Qu¨¦ opciones le quedan al presidente impopular? Por ahora, lo que tiene es tiempo: 1.360 d¨ªas le restan. Ahora debe escoger qu¨¦ palancas emplear para aprovecharlos. Los datos apuntan a por lo menos una opci¨®n que ser¨ªa coherente con su discurso inicial, con sus intenciones de unir al pa¨ªs bajo causa com¨²n, de mejora institucional: la lucha contra la corrupci¨®n.
La corrupci¨®n sigue siendo el asunto que m¨¢s preocupa a los votantes. Lo es seg¨²n el sondeo bimensual de Gallup, decano del pa¨ªs, pero tambi¨¦n a decir de la m¨¢s reciente encuesta de Invamer. Que, a diferencia de Gallup, s¨ª detecta un leve repunte en la desconfianza de la ciudadan¨ªa: si en septiembre ocho de cada diez consideraba que esta batalla iba a peor, ahora son casi nueve.
Adem¨¢s tiene la suerte de que la cara m¨¢s relacionada con la vieja pol¨ªtica de su partido, el expresidente ?lvaro Uribe, est¨¢ de capa ca¨ªda en popularidad seg¨²n todos los sondeos. Este hecho, ins¨®lito para el pa¨ªs, dar¨ªa espacio extra al nuevo l¨ªder para maniobrar. Un espacio que se vio acrecentado cuando la consulta anticorrupci¨®n encabezada por Claudia L¨®pez y Ang¨¦lica Lozano alcanz¨® once millones y medio de votos en agosto, a un pu?ado del umbral de aprobaci¨®n. Duque tuvo el buen olfato de apoyar dicho refer¨¦ndum cuando Uribe se posicionaba contra ¨¦l. El resultado super¨® las expectativas de todos, y cuando el presidente recibi¨® a las promotoras a las pocas horas parec¨ªa estar en una posici¨®n inmejorable: la realidad le hab¨ªa dado la raz¨®n frente a los esc¨¦pticos dentro de su propio partido, L¨®pez y Lozano le ofrec¨ªan avanzar con la agenda legislativa abriendo la posibilidad a reformular unas propuestas, las sometidas a consulta, que a decir de muchos expertos eran mejorables sobre el papel. El presidente, en definitiva, pod¨ªa moverse h¨¢bilmente y hacer suya la agenda anticorrupci¨®n.
Los sondeos as¨ª lo indicaban. Por aquel entonces, Iv¨¢n Duque era la persona en quienes m¨¢s confiaban los colombianos para luchar contra la corrupci¨®n: un 61,8% le ten¨ªa fe, seg¨²n Invamer. Superaba incluso a Claudia L¨®pez y a Sergio Fajardo, que basaron su campa?a (y en realidad todas sus carreras pol¨ªticas) en la limpieza institucional. Sesenta d¨ªas despu¨¦s, la cifra hab¨ªa ca¨ªdo veinte puntos: Duque ya estaba al nivel de figuras tan pol¨¦micas como la del fiscal N¨¦stor Humberto Mart¨ªnez, a quien precisamente acaba de ofrecer su apoyo tras la revelaci¨®n de sus grabaciones con uno de los cerebros de la trama Odebrecht en Colombia, de una manera que entra en contradicci¨®n con su discurso de regeneraci¨®n institucional.
Lo que probablemente provoc¨® este cambio en la percepci¨®n es que Duque renunci¨® a las viejas formas de la pol¨ªtica sin proponer a cambio un discurso fuerte, decidido, popular, sin dar prioridad a los cambios institucionales que traer¨ªan las nuevas formas. Es muy posible que dicho esfuerzo hubiese fracasado en el Congreso en su primer intento, pero al menos entonces el presidente podr¨ªa haber se?alado a los viejos pol¨ªticos clientelistas como culpables del fracaso, recogiendo beneficios en popularidad para volver a la carga con el argumento de la opini¨®n. En cambio, decidi¨® la pausa, el titubeo. Y ahora, la ambig¨¹edad.
A pesar de todo, todav¨ªa no es tarde para realizar este movimiento. Generar¨¢ enemigos, sin duda. Le implicar¨¢ problemas con la tecnocracia y una parte de la opini¨®n, seguramente la m¨¢s conservadora, le dar¨¢ la espalda. Pero es que nadie se mete en pol¨ªtica para hacer amigos. Y si alguien lo hace, est¨¢ destinado a la decepci¨®n.
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