Tres millones
Esa cifra es el aporte de Venezuela a la ¨²ltima calamidad del continente: la migraci¨®n forzada de grandes contingentes
Tres millones de emigrantes venezolanos. Tres millones de seres humanos, seg¨²n la ONU, forzados por el socialismo del siglo XXI a dejar Venezuela, en la mayor¨ªa de los casos a pie, echando los ni?os por delante y los viejos y toda la impedimenta al hombro. La alternativa es morir de mengua.
Esa cifra es el aporte de mi pa¨ªs a la ¨²ltima calamidad del continente: la migraci¨®n forzada de grandes contingentes que hoy emparenta a venezolanos con hondure?os y guatemaltecos.
?Tres millones son tantos destinos personales!, demasiados como para que se hagan verdad los t¨¦rminos de cierta ret¨®rica optimista, esa que, alentadora, quiere ver en cada desplazado un ¡°emprendedor¡±, un embajador de mitol¨®gicas virtudes morales, de vigencia permanente que indefectiblemente har¨¢n salir adelante al infeliz del ch¨¢ndal y la gorra tricolor orlados de estrellas.
Con ser sobrecogedor verlos desde el aire, captados por un dron en apretada muchedumbre y sobre un puente fronterizo, nada nos prepara ya para los encuentros ¡°en corto¡± que la demasiada humanidad dispersa por todo el continente nos reserva cada d¨ªa.
Noches atr¨¢s, en Bogot¨¢, terminaba yo de cenar en un sitio no precisamente del circuito gourmet, apenas un muy concurrido local de comida coste?a en Chapinero, cuando una chica de belleza insoslayable, espigada y muy alta, provista de un viol¨ªn el¨¦ctrico Kinglos, entr¨® al mes¨®n, salud¨® en silencio y con gran ceremonia a los comensales, y comenz¨® a tocar deslumbrantemente el Tambor¨ªn chino, opus #3, de Fritz Kreisler, una de esas piezas breves que suelen rematar los recitales.
Vest¨ªa tejanos, una chaquetilla entallada y corbata ancha anudada a la sans fa?on. Luego, acompa?ada de un est¨¦reo port¨¢til puesto en el suelo, atac¨® t¨®picamente la Meditaci¨®n, de la ¨®pera Tha¨ªs, de Massenet. Sus incursiones se limitan a eso, a dos breves encores. No pasa el sombrero porque trata directamente con los propietarios. Se trata del tigre ¡ª trabajo ocasional, en venezolano¡ª con que redondea el fin de semana.
Naci¨® en Barquisimeto, Estado Lara, tiene 28 a?os y de d¨ªa trabaja en la central de llamados de una proveedora de servicios de salud. Aunque se form¨® en el afamado Sistema Nacional de Orquestas, tiene la peor opini¨®n del mismo. Su meta inmediata es Buenos Aires, donde su exmarido lidera una panda de m¨²sicos venezolanos que se le miden a todo. Tienen planes. Por ahora junta dinero para el tiquete a¨¦reo, ¡°porque por carretera, ni loca, mucho malandro venezolano d¨¢ndoselas de refugiado sirio¡±. Contempla pasar las fiestas de fin de a?o en Argentina; despu¨¦s, ya se ver¨¢.
La prensa suele traer declaraciones de gente muy docta ¡ªeconomistas y soci¨®logos¡ª que dibujan, me parece que en el aire, aunque con muy buena intenci¨®n, halagadoras perspectivas y planes de recuperaci¨®n para la Venezuela ¡°del d¨ªa despu¨¦s de Maduro¡±.
Esos planes invariablemente presuponen que la emigraci¨®n m¨¢s calificada tornar¨ªa al pa¨ªs tan luego ocurra un cambio de gobierno. Es un decir bastante vallejiano: si ocurre. Nuestra violinista no ve las cosas as¨ª. ¡°Venezuela y yo estamos chao: cada uno por su lao¡±. Quiere otra vida, lejos.
Opina que los venezolanos m¨¢s ¡°pelabolas¡± ¡ªcon menos recursos, en criollo¡ª del contingente migratorio van camino de ser los gitanos del hemisferio sur, seg¨²n los pinta la imaginaci¨®n m¨¢s denigratoria de esa etnia. ¡°Una plaga que materialmente no sabe ni quiere hacer nada. Tumban lo que encuentran mal estacionado. Para eso no hay ACNUR ni mandrakes sin frontera. Dos millones de pedig¨¹e?os, ?a eso hay que verle la cara! Ahorita los ven a todos muy jodidos y s¨ª, c¨®mo no, los refugiados de la carretera, pero los van a odiar, yo que te digo. Eso s¨ª: yo no tengo nada que ver con esa gente, ?ni de vaina! Yo, muy aparte. Cuando me oyen hablar y me preguntan de d¨®nde soy, digo que nac¨ª en Belice de padres costarricenses. Por eso el acentico¡±.
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