El G20 se arriesga al fracaso por la tensi¨®n con Rusia y la guerra comercial
Washington y Pek¨ªn trabajan contra el reloj para lograr un m¨ªnimo consenso al margen de la agenda oficial
Vlad¨ªmir Putin lleva 18 a?os en el poder. Ning¨²n otro mandatario del G20 puede compar¨¢rsele en veteran¨ªa. Ni en cinismo, ni en habilidad para provocar y manejar conflictos, ni en crueldad cuando se trata de exterminar a adversarios, ni en brutalidad b¨¦lica. A su lado, el pr¨ªncipe saud¨ª Mohamed bin Salm¨¢n es un aprendiz. Putin, que parece haber iniciado una nueva fase en su estrategia de devorar Ucrania, despliega ahora sus talentos en la cumbre de Buenos Aires: vincula las sanciones contra su r¨¦gimen con el proteccionismo, festeja con Bin Salm¨¢n (su enemigo en Siria) y se encoge de hombros cuando se habla de la nueva crisis entre Mosc¨² y Kiev. La cumbre del G20 que comenz¨® este jueves, marcada por la guerra comercial entre Estados Unidos y China y las divergencias sobre el cambio clim¨¢tico, corre un serio riesgo de fracaso. Es el ambiente de tensi¨®n en que Putin se siente c¨®modo.
La fotograf¨ªa con que arranc¨® la reuni¨®n argentina del Grupo de los 20 muestra al pr¨ªncipe Bin Salm¨¢n relegado a un extremo, junto al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo y los primeros ministros de Australia e Italia. Le toca ejercer la funci¨®n de apestado. La guerra con la que devasta Yemen (apoyado por Estados Unidos) y el asesinato en Estambul del inc¨®modo periodista Jamal Khashoggi (que Estados Unidos considera un asunto menor) le han convertido en un paria dentro de la comunidad internacional. Trump le protege, pero prefiere no mostrarse junto a ¨¦l en actitud amistosa. En esa misma fotograf¨ªa grupal, Putin posa impasible. Conoce bien los ritos y los trucos de estas cumbres.
El pr¨ªncipe Bin Salm¨¢n no ha recibido otros abrazos que los del presidente argentino, Mauricio Macri, anfitri¨®n y por tanto obligado, y los de Putin, su enemigo en el tablero sirio (si se puede llamar tablero a tal matanza) y su aliado ocasional en el terreno energ¨¦tico. El franc¨¦s Emmanuel Macron intercambi¨® unas palabras con el pr¨ªncipe saud¨ª ¡°sobre petr¨®leo¡±, seg¨²n el palacio del El¨ªseo; en realidad, fue un di¨¢logo tenso lleno de sobrentendidos (¡°no me escuchas cuando hablo¡±, ¡°soy hombre de palabra¡±) y falto de sonrisas. La primera ministra brit¨¢nica, Theresa May, se reuni¨® anoche con el hombre fuerte del r¨¦gimen de Riad. Seg¨²n un portavoz de Downing Street, May le plante¨® la necesidad de poner fin a la guerra de Yemen (un gran negocio para los fabricantes de armas europeos, con la salvedad de los alemanes) y de ¡°tomar medidas¡± para que ¡°un incidente tan lamentable¡± como el brutal asesinato de Khashoggi no volviera a suceder.
Donald Trump, evidentemente, est¨¢ en el centro de los conflictos m¨¢s graves. Resulta inevitable. Es el presidente de Estados Unidos, y es Donald Trump. En cuanto subi¨® al Air Force One con destino a Buenos Aires, envi¨® un tuit para anunciar que cancelaba su previsto encuentro con Putin. La causa, supuestamente, era el ataque ruso contra naves militares ucranias y el secuestro de sus tripulantes. Pero hay mucho m¨¢s entre Trump y Putin. Sigue avanzando la investigaci¨®n sobre la posible complicidad del Kremlin con la campa?a electoral del hoy presidente de Estados Unidos, y Trump, que en su juego amigo-enemigo con Mosc¨² utiliza instrumentos tan peligrosos como los arsenales nucleares (se ha retirado del desarme), prefiere no exhibirse demasiado en compa?¨ªa del presidente ruso.
Trump tambi¨¦n protagoniza uno de los conflictos potencialmente letales para esta cumbre: su guerra comercial con China ha frenado ya el crecimiento econ¨®mico mundial. Pero, como prueba de que en estas cumbres supuestamente igualitarias mandan los de siempre, la cuesti¨®n comercial se resolver¨¢, bien, mal o regular, fuera de tiempo: con el comunicado oficial ya emitido, Donald Trump y el presidente chino, Xi Jinping, se reunir¨¢n para cenar (salvo imprevistos) el s¨¢bado por la noche y decidir¨¢n por su cuenta. Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo y representante de un tercio de la econom¨ªa mundial, proclam¨® este jueves que la Uni¨®n promueve un comercio libre y justo. Su voz qued¨® ahogada por la fricci¨®n entre las dos hiperpotencias.
Trump no quiere saber nada del cambio clim¨¢tico y en esa disputa se encuentra solo. Incluso Xi se suma, al menos verbalmente, a quienes consideran necesario actuar con urgencia contra el calentamiento global. El presidente Macron maniobra para liderar, en lo que se refiere al clima, el campo anti-Trump.
?Qu¨¦ puede esperarse de la reuni¨®n plenaria de este s¨¢bado y del comunicado final? Los t¨¦cnicos de Washington y Pek¨ªn trabajan contra el reloj para lograr un m¨ªnimo consenso, al margen de la agenda oficial. Argentina, pa¨ªs anfitri¨®n, carece de autoridad moral para impulsar acuerdos, porque su sistema arancelario es uno de los m¨¢s impenetrables del mundo. Y Putin esgrime c¨ªnicamente el libre comercio como argumento para descalificar las sanciones econ¨®micas con que Estados Unidos y la Uni¨®n Europea le presionan para que deje de morder territorio ucranio: esas sanciones, dice, son maniobras proteccionistas. Para saber si la guerra comercial sigue agrav¨¢ndose o si se alcanza una tregua, ser¨¢ necesario esperar a este s¨¢bado, muy entrada la noche. Sobre el clima habr¨¢ palabras vagas, si se logra encontrar palabras lo bastante vagas como para no irritar a Trump. Los acuerdos menores (promesas para los pa¨ªses en desarrollo, renovaci¨®n del sistema de cuotas del Fondo Monetario Internacional, reflexiones sobre el futuro del trabajo y ese tipo de cosas) podr¨ªan convertirse en lo m¨¢s relevante de Buenos Aires.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.