Si Cristo volviera
El poder religioso de Brasil deber¨ªa recordar que Jes¨²s hab¨ªa pedido a sus seguidores que separasen el trono del altar
Me gusta viajar en autob¨²s dentro de la ciudad. Como periodista, creo importante ver y escuchar a la gente com¨²n. Quienes usan los medios p¨²blicos de transporte, por ejemplo, aqu¨ª, en la peque?a y bella ciudad de Saquarema, en la regi¨®n de Los Lagos, suelen pertenecer a la clase menos adinerada. Son los sin coche y sin posibilidad de pagar un taxi. Son tambi¨¦n los que pasan desapercibidos.
Esta ma?ana, en el lugar donde se toman los autobuses, en el barrio comercial de Bacax¨¢, una mujer de 70 a?os, que por su modo de mirar deb¨ªa sufrir cataratas avanzadas, estaba sentada en caj¨®n de madera, de esos que se abandonan en los mercados, al lado del sitio donde se forman las colas para abordar el autob¨²s. Ofrec¨ªa para vender, apoyados en su regazo, tres paquetes de quiabo, el modesto y com¨²n vegetal tropical de origen africana.
Fui a hacer unas gestiones y, al volver, dos horas despu¨¦s, la mujer estaba a¨²n all¨ª, bajo el sol, esperando que alguien comprase su peque?a mercanc¨ªa. Miraba a cada persona como el joyero escruta a quien puede comprarle una piedra preciosa. Ya en el autob¨²s, me vino a la memoria un comentario que Henrique Rocha Melo, hab¨ªa dejado d¨ªas atr¨¢s en las redes sociales de este peri¨®dico. Se preguntaba: ¡°?Si Jesus volviera, le llamar¨ªan comunista o le recibir¨ªan a balazos los "ciudadanos de bien?". La pregunta es sintom¨¢tica del clima pol¨ªtico religioso que vive Brasil, donde el tema de Dios ha sido colocado al centro del poder.
Reflexionando sobe la pregunta del lector, y con la imagen de la mujer de los paquetes de quiabo a¨²n en mi retina, pens¨¦ que si Jes¨²s volviera, como se anuncia a veces en los camiones de carga, nos llevar¨ªamos una sorpresa. No se trata de si ser¨ªa visto como comunista o liberal. Sin duda, estar¨ªa del lado de la anciana tan pobre que necesita vender tres pu?ados de verdura en la calle.
Pero podr¨ªamos hacer otra pregunta a¨²n m¨¢s inquietante: Si Cristo volviera, ?de lado de qui¨¦nes no estar¨ªa? La respuesta tampoco es dif¨ªcil. No ir¨ªa, sin duda, del brazo de quienes permiten que sigan existiendo personas pobres. No estar¨ªa del lado de los que, como dice el papa Francisco "mejor les conven¨ªa ser ateos que ir a la iglesia y seguir odiando. Odiando y tambi¨¦n olvid¨¢ndose de la caravana de los excluidos, v¨ªctimas del nuevo capitalismo excluyente que va dejando a su paso un r¨ªo de in¨²tiles". Es as¨ª como Yuval Noah Harari llama en su libro 21 lecciones para el siglo XXI, a los nuevos proletarios de la era de la inteligencia artificial, los que ya no sirven ni para consumir.
Colocar a Dios como garante de impunidad, supone montar nuevas cruces para seguir sacrificando a inocentes
Alguien me preguntar¨¢ con qu¨¦ derecho escribo que Jes¨²s, si volviera, estar¨ªa del lado de la mujer pobre de los quiabo y no de los que presumen ser los due?os de Dios. Lo digo a la luz de evangelios hoy tan citados en templos y congresos en este pa¨ªs. Lo escribo recordando como se comportaba Jes¨²s con el poder, sea pol¨ªtico que religioso, cuando tramaban su muerte. Voy a recordar s¨®lo dos episodios emblem¨¢ticos narrados por los evangelios can¨®nicos autorizados por la Igesia que los evang¨¦licos y cat¨®licos deben conocer muy bien.
En el Evangelio seg¨²n Lucas, los amigos de Jes¨²s le aconsejan que se vaya de la pobre y rural Galilea donde predicaba, ya que ¡°el rey Herodes, quer¨ªa matarle¡±. No explican el motivo del odio del tetrarca contra ¨¦l, pero queda claro en la respuesta de Jes¨²s: ¡°Id y decidle a esa zorra que seguir¨¦ expulsando demonios y curando enfermos¡±. Herodes tem¨ªa una insurrecci¨®n de los pobres y marginados que segu¨ªan y aclamaban al profeta.
En otro pasaje, narrado en los cuatro evangelios, es el poder religioso el que enfrenta a Jes¨²s. Cuando viaj¨® a la rica e intelectual Jerusal¨¦n, entra en el templo y advierte que lo que deb¨ªa ser casa de oraci¨®n para todas las personas, hab¨ªa sido convertido en una ¡°cueva de ladrones¡±. Se refer¨ªa a los vendedores de animales destinados a los sacrificios, y a los traficantes de monedas. Fue la primera vez que el profeta de la paz perdi¨® la paciencia y ¡°ech¨® por tierra las mesas de los mercaderes¡±. La reacci¨®n fue inmediata: ¡°Se enteraron de ello los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban la manera de matarle, porque les daba miedo¡±. ?Por qu¨¦ ese miedo de los cl¨¦rigos al desarmado profeta?
Hoy, a m¨¢s de 2.000 a?os, m¨¢s que querer matar a Jes¨²s, lo que el poder en Brasil est¨¢ haciendo es m¨¢s sutil y peligroso. Es adue?arse de ¨¦l, domesticarlo, usarlo para sus intereses. El peligro actual es que Jes¨²s, en vez de aparecer al lado de los pobres, se le vea en los corredores donde se cuece la pol¨ªtica. O en los templos donde se ense?a a los humildes y poco escolarizados que Jes¨²s est¨¢ al lado de los que triunfan y no de los perdedores.
No se si el profeta Galileo, que acab¨® clavado en un madero como un criminal com¨²n, era o no anticapitalista. Seguro que era anticonsumista. Ni casa ten¨ªa. No deber¨ªan olvidarlo los religiosos que lo profanan al ofrecerlo como talism¨¢n a los gobernantes. M¨¢s que nunca, el poder religioso deber¨ªa recordar aqu¨ª en el Brasil de ¡°Dios sobre todos¡±, que Jes¨²s hab¨ªa pedido a sus seguidores que separasen el trono del altar: ¡°Dad al C¨¦sar lo que es de C¨¦sar y a Dios lo que es de Dios¡± (Evangeli¨® seg¨²n Lucas). Mezclar los dos poderes, colocar a Dios como garante de impunidad, supone montar nuevas cruces para poder seguir sacrificando inocentes. La mujer anciana que vend¨ªa tres paquetes de quiabo en la calle, y lo que ella simboliza, nos juzga a todos, izquierda y derecha, cristianos y ateos.
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