Un ¡®mea culpa¡¯ social para reconquistar a las masas europeas
Los nacionalpopulistas abanderan desde hace tiempo un discurso de protecci¨®n a los perdedores de las sociedades abiertas; los globalistas moderados buscan ahora responder en ese terreno
Europa asiste a un t¨ªmido renacimiento de las pol¨ªticas sociales tras la dur¨ªsima d¨¦cada poscrisis de 2008. El bando nacionalpopulista lleva a?os esgrimiendo el discurso de protecci¨®n a los perdedores de la globalizaci¨®n como una de sus banderas. Ahora, el bando contrario, los globalistas moderados, emite crecientes se?ales de querer reconquistar ese terreno. Esta semana, Emmanuel Macron, Pedro S¨¢nchez y Jean-Claude Juncker han lanzado se?ales en ese sentido con el inicio de un gran debate nacional (en Francia), la presentaci¨®n de los Presupuestos (en Espa?a) y la entonaci¨®n de un mea culpa sobre la gesti¨®n de la crisis griega (la Comisi¨®n Europea).
Hubo un tiempo en el que pertenecer a la UE ¡ªal sistema que encarnaba¡ª sumaba a?os de vida y todos lo sab¨ªan o percib¨ªan. Las clases populares m¨¢s que nadie. A finales de los a?os ochenta, los ciudadanos de Polonia, Ucrania y Bielorrusia ten¨ªan la misma esperanza de vida: unos 71 a?os. A partir de ah¨ª, los tres pa¨ªses vecinos tomaron un rumbo muy diferente. En Polonia, que desde la ca¨ªda del muro entr¨® en la ¨®rbita de la UE y se uni¨® al club europeo en 2004, la esperanza de vida ha subido siete a?os, hasta los casi 78 de hoy. En los otros dos pa¨ªses, con los que Polonia comparte en buena medida clima y estilo de vida, el incremento no llega a dos a?os. La UE ha supuesto cinco a?os de vida m¨¢s para los polacos. Las clases populares del continente sab¨ªan o percib¨ªan que el bloque europeo y su modelo significaban progreso y bienestar. Fue as¨ª durante d¨¦cadas.
ESPERANZA DE VIDA
A?os
Hoy gran parte de esos segmentos sociales han perdido ese convencimiento. Los s¨ªntomas de una rebeli¨®n de las masas, que dir¨ªa Ortega y Gasset, est¨¢n por doquier. La precarizaci¨®n del mercado laboral, los recortes de los servicios sociales y abundantes casos de corrupci¨®n han minado la fe en el sistema y en las familias pol¨ªticas que lo construyeron. El diagn¨®stico est¨¢ claro, y ahora asistimos en el continente a una inmensa batalla pol¨ªtica para desactivar (los moderados) o cabalgar (los nacionalpopulistas) esa ira contra el sistema. Parad¨®jicamente, la acci¨®n de ambos frentes tiene un denominador com¨²n: la protecci¨®n social. Observemos algunos de los movimientos m¨¢s recientes y significativos.
Tras una primera fase de presidencia muy liberal, Macron intenta un viraje social. Su respuesta a la protesta de los chalecos amarillos fue una subida ipso facto de 100 euros del salario m¨ªnimo (que era de 1.500 euros brutos). Esta semana ha lanzado un gran di¨¢logo social con el que pretende escuchar a los ciudadanos para transformar la c¨®lera en soluciones. La carta p¨²blica con la que ha presentado el debate arranca con una referencia a la solidaridad y la cohesi¨®n social. Termina se?alando que las propuestas ciudadanas ser¨¢n la base para ¡°un nuevo contrato para la naci¨®n¡±. Dos siglos y medio despu¨¦s de su publicaci¨®n, El Contrato Social de Rousseau parece estar en las cabeceras de muchos l¨ªderes.
En Espa?a, Pedro S¨¢nchez empuja en una l¨ªnea parecida. En diciembre su Gobierno aprob¨® la mayor subida del salario m¨ªnimo desde 1977, con un salto del 22% (de 735 a 900 euros). Esta semana ha presentado unos Presupuestos con profundas medidas sociales ¨Centre ellas, un incremento del 59% de la dotaci¨®n para el cap¨ªtulo de gastos de dependencia-. En paralelo, S¨¢nchez busca anclar el sost¨¦n de funcionarios y pensionistas con subidas de sus prestaciones. Estos dos grupos configuran, junto a las ¨¦lites liberales y las clases urbanas cosmopolitas, los pilares que sostienen el sistema. El rechazo crece en cambio en las bolsas sociales que flotan abandonadas, con escasos medios y formaci¨®n, en las junglas laborales o en las periferias.
En un gesto con menos sustancia pero con alto valor simb¨®lico, el presidente de la Comisi¨®n Europea enton¨® el mea culpa en un pleno de la Euroc¨¢mara: ¡°Hemos sido insuficientemente solidarios con Grecia; la hemos insultado¡±, dijo.
El bando nacionalpopulista, por su parte, entendi¨® y trat¨® de responder al anhelo de protecci¨®n de los perdedores de la globalizaci¨®n mucho antes. El Movimiento Cinco Estrellas gan¨® en Italia unas elecciones con su promesa de un subsidio universal de ciudadan¨ªa, que le granje¨® un voto plebiscitario en el sur del pa¨ªs. Ahora, en el poder, lucha semana tras semana para mantener una apuesta con un coste brutal para las desangradas arcas italianas. La coalici¨®n de Gobierno italiana tambi¨¦n maniobra para suavizar las condiciones de acceso a la jubilaci¨®n.
En Polonia, el ultraconservador PiS gan¨® las elecciones con la promesa de un generoso subsidio de familia que sedujo a la zona profunda del pa¨ªs.
En Hungr¨ªa, llamativamente, Viktor Orb¨¢n enfrenta en estos d¨ªas uno de los mayores retos de su mandato. Y es precisamente una reforma laboral de corte antisocial ¡ªconocida como la ley de esclavitud¡ª la que suscita importantes protestas callejeras. Este mismo s¨¢bado hay convocadas manifestaciones.
Europa fue desde su g¨¦nesis un proyecto impulsado por las ¨¦lites. En sus primeras d¨¦cadas, logr¨® conectar paulatinamente con las clases populares. Posteriormente, el v¨ªnculo se rompi¨®. Ya antes de la crisis de 2008 hubo m¨²ltiples s¨ªntomas. Los daneses votaron contra el Tratado de Maastricht en 1992; los irlandeses, contra Niza en 2001; franceses y holandeses, contra la Constituci¨®n Europea en 2005; en 2008, otra vez los irlandeses, contra Lisboa; en 2015, los griegos contra el nuevo rescate. En todos estos casos las ¨¦lites pol¨ªticoecon¨®micas maniobraron para obtener un resultado sustancialmente igual al rechazado por las urnas.
Ahora, parecen entender que es el momento de escuchar y proteger a los desfavorecidos.
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