Hola a las armas (Las Tienditas, C¨²cuta)
Los peores l¨ªderes del continente reclaman a propios y a extra?os, desde Estados Unidos, Colombia y Brasil, una intervenci¨®n militar en Venezuela para que entre la ayuda humanitaria
El mundo es dram¨¢tico pero no necesariamente justo. Todav¨ªa hoy los promotores de la guerra, los azuzadores de la violencia, los abogados de las armas, mueren sinti¨¦ndose prohombres merecedores de un cielo a su medida. A¨²n en estos tiempos de archivos en l¨ªnea, en los que el pasado no solo persigue sino que atrapa, un hombre puede ser Trump o Maduro o Uribe sin pagar las consecuencias. Hemos visto la brutalidad de las batallas ¨Cc¨®mo entre el estruendo y la sangre los cuerpos se van quedando sin padres, sin palabras, sin almas, sin v¨ªsceras, sin Dios¨C en cientos de narraciones b¨¦licas con vocaci¨®n de plegarias. Y aqu¨ª estamos, en el Puente Internacional Las Tienditas, en C¨²cuta, a punto de empezar otra vez.
Es viernes 8 de febrero. Cientos de miles de venezolanos necesitan la ayuda humanitaria que han enviado los norteamericanos: se enferman y se mueren de hambre sin m¨¢s explicaci¨®n que el fracaso de la humanidad. Pero el ej¨¦rcito indebido de Maduro ha cerrado el paso de las medicinas y los alimentos en el puente de Las Tienditas ¨Cque en realidad son tres puentes sobre el r¨ªo T¨¢chira construidos por Colombia y por Venezuela para unir a los dos pa¨ªses¨C como poniendo en escena el comienzo de una guerra. Y el risue?o embajador de los Estados Unidos, en nombre del Gobierno paralelo de la Asamblea Nacional de Venezuela y su presidente Juan Guaid¨®, y acompa?ado de ciertos funcionarios colombianos como figurantes de una tragedia, ha ido a la frontera a asumir su papel en el desastre.
Es un mural macabro sobre c¨®mo puede irse lo humano al demonio en cualquier momento.
Est¨¢n las madres tratando de morirse despu¨¦s de sus ni?os. Est¨¢n los vientos de guerra y las tormentas perfectas, y los dem¨¢s lugares comunes que prologan la pesadilla, en manos de ese Maduro que no sabe c¨®mo irse, de ese Trump que va a hacer lo que le d¨¦ la gana, de ese Duque que prometi¨® buscar la paz pol¨ªtica en Colombia y jur¨® cercar a la dictadura venezolana con las herramientas de la diplomacia, pero parece resignado a que su Gobierno se reduzca a la restauraci¨®n uribista. Est¨¢n los peores l¨ªderes del continente reclamando a propios y a extra?os, desde Estados Unidos, desde Colombia, desde Brasil, una intervenci¨®n militar en Venezuela para que entre la ayuda humanitaria: ese remedio urgente que tambi¨¦n en Siria y en Afganist¨¢n acab¨® entrando a la fuerza e iniciando la debacle.
Y que de entrar as¨ª a Venezuela, como a Libia, podr¨ªa condenarnos de all¨¢ aqu¨ª a esta vieja rutina entre la guerra justo cuando empez¨¢bamos a odiarla.
Seg¨²n la firma mexicana Consulta Mitofsky, ocho de cada diez venezolanos quieren que Maduro se vaya ya mismo: saldr¨¢ mal de su estafa, reciba la ayuda gringa o no, acepte la crisis humanitaria o no, porque la debacle es evidente. Seg¨²n las encuestas m¨¢s recientes, apenas el cuarenta por ciento de los gringos aprueba a Trump, la mayor¨ªa de los colombianos mira de reojo la gesti¨®n de Duque y mucho m¨¢s de la mitad del pa¨ªs est¨¢ cansada de Uribe. Pero aqu¨ª estamos: somos testigos, por estos d¨ªas, de c¨®mo la tortuosa construcci¨®n de la represa de Hidroituango ha secado un r¨ªo, el Cauca, en el que echaban los cad¨¢veres de un conflicto armado que el Gobierno niega; notamos c¨®mo la misma semana en la que el uribismo insisti¨® en que la sociedad se vigile y se rearme termin¨® con la bala perdida que mat¨® al cantante Legarda; vemos c¨®mo tienen todo para montar una guerra ¨Cel mal, la insensatez y la excusa de la democracia¨C menos la gente que quiera pelearla.
Y vemos c¨®mo el negocio de las armas busca, de nuevo, pasar por encima de las leyes, de los acuerdos de paz, de los debates pol¨ªticos y de las plegarias de los que no tienen nada m¨¢s. Habr¨¢ de salirles mal alguna vez.
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