Pir¨®manos y Anestesistas S. A.
La reciente cumbre de Han¨®i entre Donald Trump y el l¨ªder norcoreano Kim Jong-un podr¨ªa haber supuesto un paso decisivo para la pacificaci¨®n de la Pen¨ªnsula de Corea, pero fracas¨® estrepitosamente
El fin del mundo y que nada cambie. La hecatombe y el statu quo. El Armaged¨®n y El Gatopardo. Son destinos a los que se circula por rutas sospechosamente parecidas, y en las que cobran peaje casi siempre los mismos.
La reciente cumbre de Han¨®i entre Donald Trump y el l¨ªder norcoreano Kim Jong-un podr¨ªa haber supuesto un paso decisivo para la pacificaci¨®n de la Pen¨ªnsula de Corea, ¨²ltimo vestigio de la Guerra Fr¨ªa, y probable escenario de la peor carnicer¨ªa desde la Segunda Guerra Mundial. Pero fracas¨® estrepitosamente. ?Por qu¨¦ lo hizo? En The?New York Times, David E. Sanger y Edward Wong repasan en una cr¨®nica de largo alcance el descarrilamiento de la intentona diplom¨¢tica entre los l¨ªderes de Estados Unidos y Corea del Norte, que pasaron en unos meses del borde de la crisis nuclear al enf¨¢tico intento de distensi¨®n.
Los periodistas del Times, el diario que mejor toma el pulso al establishment de la pol¨ªtica exterior estadounidense, dibujan un escenario en el que Trump, movido por ¨ªnfulas de Premio Nobel de la Paz en ciernes, vir¨® por completo en su rumbo belicoso hace un a?o. No as¨ª sus cabecillas de pol¨ªtica exterior, que maquinaron en la sombra para que no llegara a buen puerto la iniciativa, para terminar empujando a un Trump que, cegado por su ego, se present¨® en Han¨®i a ofrecer a Corea del Norte ¡°la misma oferta que Estados Unidos lleva tratando de imponer ¨Cy Corea del Norte rechazando¡ª durante un cuarto de siglo¡±. Esta pasa por el desmantelamiento inmediato y con m¨ªnimas contrapartidas del arsenal nuclear norcoreano. A Trump, cuenta The New York Times, lo cebaron sus asesores y el aparato del ej¨¦rcito m¨¢s poderoso del planeta y sus contratistas. Dejaron que nadara hasta la orilla, para ahogarse en las aguas vietnamitas de tan infausto recuerdo para los estadounidenses. En los think tanks, las tertulias televisivas, las salas de juntas de los patrones mercenarios y los despachos de asesores del Despacho Oval (que ocupan las mismas personas en diferentes momentos de sus vidas) se descorch¨® el champ¨¢n.
Pero las consecuencias del encallamiento de las negociaciones pueden ser funestas, especialmente para los casi 80 millones de habitantes de las dos Coreas. Tambi¨¦n en el New York Times, la periodista coreana E. Tammy Kim relata la desaz¨®n del pueblo coreano ante una oportunidad perdida. ¡°Gran parte del establishment de la pol¨ªtica exterior, incluidos los legisladores dem¨®cratas¡±, escribe Kim, ¡°reaccion¨® con petulante sorpresa. A Trump le hab¨ªan enga?ado (los norcoreanos), dijeron, pero hac¨ªa bien en levantarse de la mesa en lugar de prometer demasiado. Y sin embargo, muchos surcoreanos se sintieron consternados¡±, escribe, en relaci¨®n con la atascada intentona de reemplazar el armisticio de 1953, firmado por Estados Unidos pero no por Corea del Sur, por un verdadero acuerdo de paz.
¡°Trump no es un estadista mod¨¦lico, y el balance de lo que va de su presidencia destaca por la imprudencia y la crueldad. Pero en el contexto coreano, su forma de ir contra la tradici¨®n de pol¨ªtica exterior (que obedece, desde luego, a una b¨²squeda de la gloria personal) ha empujado menos a Corea del Norte al terreno de juego global¡±. Seg¨²n Kim, las sanciones sobre Corea del Norte, herramienta preferida por Estados Unidos para el debilitamiento y la desestabilizaci¨®n de sus enemigos, terminan por pagarse caras en la mitad Sur de la pen¨ªnsula: pueden disparar el flujo de refugiados del Norte, socavar los intentos del Sur de mandar alimentos y otra ayuda humanitaria y dificultar la reuni¨®n de familias separadas por la guerra. Peor a¨²n: empujan a Corea del Norte a parapetarse todav¨ªa m¨¢s no ya con armas nucleares, sino con el arsenal de armamento convencional que atesora junto a la Zona Desmilitarizada, al otro lado de la frontera. Se trata pues ¨Casesores pir¨®manos mediante¡ª de abandonar una pol¨ªtica estadounidense que ¡°apenas ha variado en las siete d¨¦cadas que han pasado desde la Guerra de Corea¡± y buscar un acuerdo que tendr¨ªa virtudes m¨¢s all¨¢ de las simb¨®licas en Corea del Sur: ¡°Servir¨ªa para desmantelar la cultura del militarismo y la paranoia anticomunista que han justificado en ocasiones medidas represivas en el Sur¡±.
La historia de la paz coreana se escribir¨¢ ¨Ccomo se escribi¨® su guerra¡ª en ingl¨¦s. As¨ª lo cuenta en un comentario el reportero y productor de documentales Jon Schwarz. Schwarz inmortaliza el aplauso un¨¢nime del ¨®rgano pol¨ªtico-medi¨¢tico estadounidense a la firmeza de Trump con Corea del Norte. Este, se?ala el reportero, esconde una realidad mucho menos halag¨¹e?a para Estados Unidos y su papel en la Historia. Schwarz recuerda que durante a Guerra de Corea, en los a?os cincuenta del siglo pasado, Estados Unidos despleg¨® una de las ofensivas a¨¦reas m¨¢s devastadoras de la historia, lanzando sobre el pa¨ªs m¨¢s toneladas de bombas de las que utiliz¨® en todo el Pac¨ªfico durante la Segunda Guerra Mundial y aniquilando a uno de cada cinco norcoreanos. Hoy, recuerda Schwarz, no resulta cre¨ªble que Corea del Norte utilice sus armas nucleares de manera ofensiva, ya que esto supondr¨ªa un suicidio. Pero estas suponen un elemento disuasorio ante una hipot¨¦tica acci¨®n militar de Washington, y por eso resultan inaceptables. Esta situaci¨®n, recuerda Schwarz citando el reciente libro de un experto en control de armas, llev¨® al borde de la guerra a ambas potencias nucleares en hasta tres ocasiones en 2017.
¡°Casi cualquier acuerdo hubiera sido preferible a que Trump volviera a casa con las manos vac¨ªas¡±, concluye Schwarz. Es as¨ª porque el actor m¨¢s peligroso, de largo, en la Pen¨ªnsula de Corea es Estados Unidos y no Corea del Norte¡ Y eso en tiempos normales. Estados Unidos es todav¨ªa m¨¢s terror¨ªfico de lo normal bajo la batuta del gobierno Trump¡±.
Si Trump parece poco dotado para firmar la paz, su asesor de seguridad nacional es un superdotado en el arte de desatar la guerra. John Bolton, un hombre tan recalcitrante en su amor por las batallas en las que mueren los hijos de los dem¨¢s como en su trabajado bigote de morsa, fue la sorpresa en Han¨®i. No se esperaba su presencia, y su visita de ¨²ltima hora sirvi¨® para torpedear las conversaciones. As¨ª lo cuenta en la revista The Nation Tim Shorrock, periodista estadounidense criado en Corea, y uno de las plumas mejor informadas sobre el conflicto m¨¢s perenne del planeta. ¡°En una entrevista con un peri¨®dico coreano, el exministro surcoreano para la unificaci¨®n, Chong Se-hyun, sugiri¨® que la cumbre descarril¨® por la asistencia ¡®de ¨²ltima hora¡¯ de Bolton, que ¡®a?adi¨® exigencias de que Corea del Norte ofreciera detalles sobre sus armas qu¨ªmicas y biol¨®gicas¡¯, adem¨¢s de sobre su arsenal nuclear. En respuesta, Chong dijo que los norcoreanos hab¨ªan aumentado sus exigencias de levantamiento de sanciones¡¯¡±.
El fracaso de la cumbre o el ¨¦xito de John Rambo Bolton ¨Celijan ustedes¡ª es en cualquier caso un duro golpe para el presidente surcoreano Moon Jae-in, que ha apostado su presidencia a la paz con Corea del Norte. ¡°Moon hab¨ªa hecho saber a Trump antes de la cumbre que su pa¨ªs estaba dispuesto a servir de puente econ¨®mico con Corea del Norte para lograr as¨ª llegar a un acuerdo definitivo¡±, cuenta Shorrock, que resalta la insistencia ¨Crayana en desesperaci¨®n¡ªde Moon sobre Estados Unidos y las Naciones Unidas de que estos relajen las sanciones sobre Corea del Norte, para que ambos pa¨ªses puedan avanzar en sus planes bilaterales de cooperaci¨®n econ¨®mica. Moon y su hom¨®logo norcoreano hab¨ªan pactado entre otras medidas la uni¨®n de sus carreteras y v¨ªas de tren, o la reapertura de una zona industrial fronteriza. ¡°Todos esos proyectos han encontrado un l¨ªmite en las sanciones¡±. Pero las negociaciones no est¨¢n rotas del todo.
?Y ahora qu¨¦? De nuevo, resalta Shorrock, muchos coreanos depositan sus esperanzas en que Moon organice otra cumbre con Kim, como hizo cuando las conversaciones entre Corea del Norte y los Estados Unidos parec¨ªan al borde del colapso en 2018.
El tri¨¢ngulo belicoso que forman las dos coreas con Estados Unidos va camino de cumplir los setenta a?os. Y, para desenmara?arlo, no basta con la voluntad de las dos mitades de un pueblo. Hay que pedirle permiso al T¨ªo Sam. Por m¨¢s que lleva intent¨¢ndolo desde su elecci¨®n, Moon, hijo de refugiados del Norte, poco puede hacer contra un mastodonte que despliega 35.000 soldados en su pa¨ªs, mero pe¨®n en la batalla geopol¨ªtica con China. A Moon, que se ha cargado sobre los hombros la responsabilidad de pacificar la pen¨ªnsula, se le va achicando el margen de maniobra ante un interlocutor que vuelve ¨Co al que le vuelven¡ª a sus reflejos m¨¢s beligerantes afilando el cuchillo de las sanciones y otro que ve en las bombas nucleares su seguro de vida. Y en estas entra el ¨ªnclito John Bolton, talib¨¢n neocon, dispuesto a acabar con la paz de un bigotazo.
En el Imperio del Siglo XXI, todos los caminos parecen llevar al bot¨®n nuclear. Quiz¨¢ por eso, quienes realmente conocen el pasado y el presente coreano y sue?an con un futuro en paz ponen ahora el foco sobre las carreteras secundarias. En una entrevista con el noticiero Democracy Now! la activista Christine Ahn apostaba por la presi¨®n externa y dirigida estrat¨¦gicamente: ¡°No estamos ante un mero juego pol¨ªtico. Est¨¢n en juego las vidas de mucha gente¡±, se?alaba una Ahn que interven¨ªa desde Han¨®i descompuesta por el fracaso de Trump y Kim Jong-un. ¡°Es un momento para que la comunidad presione, desde las Naciones Unidas, a los pa¨ªses que han estado del lado de Estados Unidos y les diga: ¡®Se acab¨®. Ya est¨¢ bien, Corea quiere la paz¡¯. Y la comunidad internacional tiene que apoyarla¡±.?
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