Robert Mueller, el hombre imperturbable que ha marcado la era Trump

El hombre que ha marcado toda la primera parte de la presidencia de Donald Trump se ha convertido en un personaje misterioso, al que apenas se ha visto, ni mucho menos o¨ªdo, a lo largo de 22 meses que ha durado la investigaci¨®n federal m¨¢s relevante en a?os. El fiscal especial Robert S. Mueller ha conducido las pesquisas sobre la trama rusa bajo un hermetismo absoluto, aparentemente impert¨¦rrito ante los ataques del presidente, quien le acusa de llevar a cabo una ¡°caza de brujas¡±, y de las crecientes cr¨ªticas de los conservadores. Todo lo que ha querido decir, ha quedado recogido en escritos de acusaci¨®n. El viernes finalmente, entreg¨® su informe final del Departamento de Justicia. Y lo hizo como todo, en silencio.

El documento, del que a¨²n no hab¨ªan trascendido detalles el s¨¢bado al mediod¨ªa, deb¨ªa poner negro sobre blanco todo lo que Mueller y su equipo han logrado esclarecer sobre la posible conspiraci¨®n entre Trump -o su entorno- y el Kremlin durante las elecciones presidenciales de 2016, con el objetivo de favorecer la victoria del magnate republicano frente a la candidata dem¨®crata, Hillary Clinton. Cuando recibi¨® el encargo, en mayo de 2017, las alabanzas resultaron un¨¢nimes, entre republicanos y dem¨®cratas. Si alguien pod¨ªa garantizar unas indagaciones independientes sobre un asunto tan sensible, ese era ese veterano jurista que adem¨¢s hab¨ªa dirigido el FBI durante una d¨¦cada.

Mueller, de 74 a?os y aspecto p¨¦treo, ha cosechado una gran reputaci¨®n de disciplinado, aut¨®nomo y detallista hasta la obsesi¨®n. Naci¨® en Nueva York en el seno de una familia acomodada, se form¨® en Princeton y en la Universidad de Virginia, y combati¨® en Vietnam en el Cuerpo de Marines en el agitado a?o 1968, lo que le vali¨® una Estrella de Bronce. Fue fiscal federal en San Francisco y Boston y, como jefe de la divisi¨®n criminal, supervis¨® el procesamiento del mafioso John Gotti o el dictador Manuel Noriega, as¨ª como la investigaci¨®n del atentado del avi¨®n Pan American Airlines, de 1988. En 2001, el presidente George W. Bush, hijo, lo nombr¨® director del FBI. Asumi¨® el cargo el 4 de septiembre. El 11, el 11-S, todo cambi¨® para ¨¦l, para la agencia federal, para Estados Unidos, para medio mundo. A partir de ah¨ª, centr¨® su misi¨®n en convertir el FBI en un brazo principal de la lucha antiterrorista, con resultados desiguales.

Cuando acababa su mandato, en 2011, Barack Obama le pidi¨® que siguiese dos a?os m¨¢s. Y quien le sustituir¨ªa al frente del FBI en 2013 ser¨ªa precisamente uno de los personajes clave de esta novela de la trama rusa: James Comey. Trump despidi¨® en mayo de 2017, en plena investigaci¨®n de la trama rusa, al jefe del FBI, lo que suscit¨® recelos autom¨¢ticos sobre una posible obstrucci¨®n a la justicia y provoc¨® que el caso acabase en manos de un fiscal especial, que result¨® ser Mueller.

Comey y Mueller, sin embargo, hab¨ªan cruzado sus caminos ya mucho antes de haberse pasado el testigo al frente de los federales. En 2004, cuando el primero era n¨²mero dos del Departamento de Justicia, y el segundo director del FBI, se plantaron ante el presidente Bush hijo y lograron hacerle desistir de su intenci¨®n de reactivar un programa de espionaje a los ciudadanos estadounidenses que ellos consideraban ilegal. Ambos amenazaron con dimitir y Bush tuvo que da marcha atr¨¢s. Este es el elemento de la biograf¨ªa de ambos que m¨¢s repiti¨® hace casi dos a?os, cuando Comey fue despedido y Mueller nombrado fiscal especial, como prueba de la independencia de ambos.

Tanto el actual fiscal general de Estados Unidos, William Barr, como James Comey, han expresado su confianza en el rigor y el buen hacer de Mueller. Comey ha acusado al presidente de Estados Unidos de haberle presionado para que cerrase las investigaciones sobre la trama rusa cuando a¨²n estaban en los primeros compases, con el general Michael Flynn, fugaz consejero de Seguridad Nacional de Trump, como principal sospechoso de colusi¨®n.

El despido de Comey o la posibilidad de haber mentido a los investigadores es lo que podr¨ªa suponer un delito de obstrucci¨®n a la justicia por parte del presidente. No se sabe por el momento si Mueller ha hallado en sus indagaciones este u otro presunto delito, ya que, fruto de las pesquisas, se ha podido topar con otras irregularidades. Los dem¨®cratas reclaman que el informe del fiscal especial se haga p¨²blico al completo, m¨¢s all¨¢ de las conclusiones que elabore el departamento de Justicia, pues saben que puede contener mucho material pol¨ªticamente da?ino, sea delictivo o no. Con la mayor¨ªa en Congreso, podr¨ªan reclamar incluso una comparecencia de Mueller, que se ver¨ªa entonces obligado a romper su muro de silencio.