El emperador Naruhito asciende al trono de Jap¨®n
En una sencilla pero solemne ceremonia, el nuevo jefe de Estado ha prometido seguir los pasos de su padre, el emperador em¨¦rito Akihito
Jap¨®n ya tiene nuevo emperador. En un d¨ªa en el que, auspiciosamente, sali¨® el sol tras la lluvia en la abdicaci¨®n de Akihito la jornada anterior, su heredero, Naruhito, ha ascendido al trono en una sencilla ceremonia. En su primer discurso como jefe de Estado ha prometido seguir los pasos de su padre, cumplir sus funciones de acuerdo con la Constituci¨®n y tener en sus pensamientos al pueblo y "apoyarlo".
Oficialmente Naruhito, de 59 a?os, se hab¨ªa convertido en emperador a medianoche, cuando termin¨® la era de su padre, ¡°Hesei¡±, y comenz¨® la suya, ¡°Reiwa¡± o ¡°Bella Armon¨ªa¡±. Pero el ascenso al trono se formaliz¨® en una ceremonia de ritos sinto¨ªstas en la que recibi¨® los tesoros imperiales en el Matsu-no-Ma, o Sal¨®n del Pino, el m¨¢s prestigioso del palacio y reservado para las ocasiones m¨¢s solemnes.
No estaba presente la esposa del nuevo jefe de Estado, la emperatriz Masako, ni ninguna otra mujer de su familia, pues la tradici¨®n dicta que solo pueden asistir los varones adultos de la casa imperial. S¨ª estaba presente entre el selecto grupo de invitados, procedentes de los tres poderes del Estado, la ¨²nica mujer en el Gobierno del primer ministro Shinzo Abe, Satsuki Katayama.
La ceremonia, paralela a aquella en la que un d¨ªa antes el ya emperador em¨¦rito Akihito hab¨ªa renunciado al trono, se desarroll¨® en un total y solemne silencio. Primero entr¨® en la sala el nuevo emperador, vestido de gala y con las condecoraciones de su rango. Despu¨¦s, dos de los tres tesoros imperiales, portados en alto por los chambelanes de palacio en las cajas de donde no han salido en siglos. Cerraban la comitiva los varones miembros de la casa imperial y los chambelanes que portaban los otros s¨ªmbolos del trono: los sellos con los que el emperador firma los documentos oficiales.
Con el emperador de pie sobre el mismo estrado desde el que su padre abdic¨®, los chambelanes colocaron ante ¨¦l los tesoros y los sellos, para simbolizar la legitimidad de la sucesi¨®n. Siempre en medio del silencio, y tras una profunda reverencia, los volvieron a recoger. El emperador descendi¨® del estrado y sali¨®, con la comitiva detr¨¢s en el mismo orden por el que hab¨ªa entrado. El ascenso al trono estaba formalizado.
Igualmente solemne fue la primera audiencia p¨²blica de Naruhito como emperador, el segundo acto oficial de su era. En ¨¦l ya se cont¨® con la presencia de las mujeres de la familia imperial y un p¨²blico m¨¢s amplio ¡ª266 personas, desde los ministros del Gobierno a los jueces del Tribunal Supremo, pasando por los presidentes de las C¨¢maras y los gobernadores de las prefecturas¡ª.
En su primer discurso en su papel de jefe de Estado, el mensaje fue de continuidad. Con su esposa Masako a su lado, el hasta el martes pr¨ªncipe heredero record¨® el comportamiento de su padre ¡ªextremadamente popular dentro de Jap¨®n¡ª y prometi¨® seguir sus pasos. ¡°Desde que lleg¨® al trono, se entreg¨® a cumplir cada uno de sus deberes durante 30 a?os, al tiempo que rezaba por la paz mundial y la felicidad del pueblo, y en todo momento comparti¨® las alegr¨ªas y las penas de la gente. Mostr¨® una profunda compasi¨®n¡±.
¡°Juro que reflexionar¨¦ profundamente sobre el camino que sigui¨® su majestad y tendr¨¦ en cuenta el camino seguido por los emperadores precedentes, y tratar¨¦ continuamente de perfeccionarme¡±, asegur¨®. El flamante jefe de Estado se comprometi¨® tambi¨¦n a actuar de acuerdo con la Constituci¨®n ¡ªque le proh¨ªbe tajantemente intervenir en pol¨ªtica¡ª, cumplir sus responsabilidades como ¡°s¨ªmbolo del Estado y de la unidad del pueblo de Jap¨®n¡±, y tener siempre presente apoyar al pueblo.
Para no dejar dudas sobre su determinaci¨®n a continuar por el camino de su padre, su alocuci¨®n concluy¨® con las mismas palabras que el discurso con el que Akihito hab¨ªa concluido su reinado: ¡°Rezo sinceramente por la felicidad del pueblo y por el desarrollo a¨²n mayor de la naci¨®n, as¨ª como la paz del mundo¡±.
Tras el emperador, y en nombre de todo el pueblo japon¨¦s, fue el primer ministro Abe quien tom¨® la palabra para felicitarle. ¡°Entre las turbulencias de la situaci¨®n internacional, estamos decididos a forjar un brillante futuro para Jap¨®n, lleno de paz y esperanza y del que nos podamos sentir orgullosos. Tambi¨¦n una era de la que pueda nacer y alimentarse una cultura, en la que los pensamientos de la gente se aproximan armoniosamente¡±, evoc¨® el jefe de gobierno.
Los festejos por la llegada de la nueva era a¨²n van a continuar d¨ªas. El s¨¢bado la pareja imperial saludar¨¢ al pueblo por primera vez en su nuevo papel. La gran gala para celebrar el ascenso al trono no llegar¨¢ hasta el 22 de octubre, una ocasi¨®n a la que se invitar¨¢ a personalidades de todo el mundo.
Miradas sobre la emperatriz Masako
Mientras el flamante emperador le¨ªa su discurso, muchos ojos estaban puestos en su esposa, Masako. Ataviada con un vestido blanco largo de gala, tiara de diamantes y una banda roja y amarilla -como el resto de las mujeres de la familia real para la ocasi¨®n-, permaneci¨® impasible al lado de su marido durante la segunda ceremonia.
Ahora la inc¨®gnita es hasta qu¨¦ punto podr¨¢ acompa?ar a su esposo en el cumplimiento de las funciones de Estado. La emperatriz em¨¦rita, Michiko, fue inseparable de Akihito en sus comparecencias p¨²blicas. Pero la nueva emperatriz, que abandon¨® una prometedora carrera como diplom¨¢tica para casarse en 1993, recibe tratamiento m¨¦dico desde hace al menos quince a?os por un ¡°desorden de ajuste¡±, un padecimiento relacionado con la depresi¨®n causado en su caso por las presiones para concebir un var¨®n y encajar en el r¨ªgido protocolo palaciego.
En febrero, Naruhito puntualizaba que su esposa, que ha ido mejorando muy gradualmente, a¨²n contin¨²a el tratamiento. Ahora que comienza la nueva etapa para ambos, ¡°deseo ayudar a Masako y apoyarla en la medida que puedo¡±, declaraba a la prensa dos d¨ªas antes de cumplir 59 a?os. ¡°Me gustar¨ªa que los japoneses siguieran con cari?o su recuperaci¨®n¡±.
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