El experimento belga que quiere devolver el poder al pueblo
Ciudadanos elegidos por sorteo deliberar¨¢n durante meses para enviar recomendaciones a los pol¨ªticos
Un libro dif¨ªcilmente puede cambiar el mundo, pero su capacidad para agitarlo, a una escala menor, es indiscutible. La ¨²ltima prueba de ello est¨¢ en la comunidad german¨®fona de B¨¦lgica, una regi¨®n de 77.000 habitantes situada a poco m¨¢s de 100 kil¨®metros de Bruselas que a partir de septiembre ser¨¢ el epicentro de un experimento democr¨¢tico sin precedentes. Todo empez¨® con Oliver Paasch, su presidente, leyendo un libro: Contra las elecciones (Taurus), del autor flamenco David van Reybrouck. El pol¨ªtico contact¨® al escritor para saber si era viable llevar a la pr¨¢ctica lo que solo era un ensayo. "Pod¨¦is hacer historia", le anim¨®. "?Por qu¨¦ no convertirnos en laboratorio de la democracia europea?", se lanz¨® mientras Van Reybrouck se frotaba los ojos.
La obra promueve asambleas ciudadanas elegidas por sorteo para debatir y proponer soluciones sobre un determinado asunto. Luego se trasladan a los pol¨ªticos para que las conviertan en leyes. Ese es exactamente el camino que van a seguir en este rec¨®ndito pedazo de B¨¦lgica en su intento por darle una vuelta de tuerca a la democracia. "Nos dimos cuenta de que la participaci¨®n electoral est¨¢ en ca¨ªda libre, cada vez hay menos confianza en los pol¨ªticos, y por toda Europa los extremistas intentan aprovechar esa debilidad para cuestionar el sistema. ?Aceptamos que la democracia desaparezca o la revisamos nosotros y la reformamos?", se pregunta Paasch sentado a una gran mesa redonda en el edificio del Gobierno, en Eupen.
Hace unos meses pocos pod¨ªan adjudicar a este acomodado rinc¨®n de B¨¦lgica un inter¨¦s vanguardista por reinventar un concepto tan antiguo y zarandeado como la democracia. La zona con la tasa de desempleo m¨¢s baja del pa¨ªs es a la vez la m¨¢s discreta y ausente del debate nacional, donde flamencos y valones hacen p¨²blicas sus diferencias territoriales y ling¨¹¨ªsticas. Con Bruselas como Jerusal¨¦n de ambas y coraz¨®n pol¨ªtico de Europa.
Fuera de esa fotograf¨ªa, al este del pa¨ªs, como una ex¨®tica aldea gala, aparecen los germanohablantes. Anta?o prusianos, fueron incorporados a B¨¦lgica en 1920 por el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Hoy presumen de amplias competencias: tienen parlamento y gobierno propios, gestionan sanidad, educaci¨®n y empleo, y equiparan su autonom¨ªa a la de Catalu?a o Escocia. En sus calles, la patria hablada converge a menudo con la administrativa: comen schnitzels igual que en Viena o Berl¨ªn y patatas fritas como en Bruselas, escriben los letreros comerciales en varios idiomas, y alternan las marcas de cerveza de ambos lados de la frontera con naturalidad. Cuando se trata de emociones no parece haber dudas. Seg¨²n los sondeos gubernamentales, una gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n se siente belga, y la monarqu¨ªa goza de popularidad. "Calculamos como alemanes, vivimos como franceses y estamos orgullosos de ser belgas", recita Paasch divertido.
La decisi¨®n de dar la palabra a los ciudadanos fue aprobada un¨¢nimemente por los diputados. Van Reybrouck comprob¨® que re¨²nen las condiciones ideales para desarrollar su plan: un territorio peque?o, bien comunicado y con amplios poderes. La idea es crear dos ¨®rganos elegidos por sorteo. El primero, un consejo ciudadano de 24 miembros que tendr¨¢ el encargo de proponer el tema y vigilar el proceso antes de ser renovado a los 18 meses. Y el segundo, un panel ciudadano de entre 25 y 50 integrantes que discutir¨¢ sobre el asunto y en el plazo m¨¢ximo de un a?o elaborar¨¢ recomendaciones. La clase pol¨ªtica tendr¨¢ la ¨²ltima palabra, pero ignorarlas no saldr¨¢ gratis. Si el Gobierno desprecia las medidas aconsejadas debe comparecer p¨²blicamente ante los ciudadanos para explicar por qu¨¦. "Es una presi¨®n muy fuerte. Si en una regi¨®n peque?a como la nuestra no se siguen las recomendaciones, la segunda vez seguramente te cueste el puesto", advierte Paasch.
El fil¨®sofo belga Philip van Parijs cree que las asambleas ciudadanas por sorteo no deben sustituir a la democracia electoral tradicional, pero es partidario del experimento por sumar a la actividad pol¨ªtica a personas que no han buscado erigirse en l¨ªderes, no han salido de las estructuras de los partidos, ni est¨¢n sujetos al cortoplacismo de tener que buscar votos. Un cors¨¦ que desnaturaliza la acci¨®n de gobernar resumido en la c¨¦lebre frase del presidente de la Comisi¨®n Europea, Jean-Claude Juncker: "sabemos lo que hay que hacer, lo que no sabemos es c¨®mo ser reelegidos luego".
Las autoridades calculan que todos los habitantes de la comunidad ser¨¢n llamados a participar alguna vez durante su vida. El sorteo, que barajan realizarlo por ordenador, tendr¨¢ ciertos filtros para que haya equidad por sexos, reparto por municipios y renta. Las reuniones se celebrar¨¢n en el sal¨®n de plenos del parlamento en fin de semana para facilitar la disponibilidad de las instalaciones e implicados, pero cualquiera de los seleccionados?¡ªde 16 a?os como m¨ªnimo¡ª podr¨¢ negarse a tomar parte. Ese es el mayor temor de sus inspiradores: "Es un riesgo peque?o pero que no hay que descartar. Para que funcione hemos de convencerles de participar en el di¨¢logo".
En medio de la bonanza, el mayor desaf¨ªo al que se enfrenta la comunidad es la falta de mano de obra cualificada. Muchos de sus habitantes trabajan en Luxemburgo o Alemania, y las empresas se quejan de que les cuesta encontrar el personal adecuado para ciertos puestos. Ese puede ser un tema a abordar por los futuros ¨®rganos ciudadanos, pero tambi¨¦n si hacen falta m¨¢s guarder¨ªas o subir los salarios. Todo es susceptible de llegar a las asambleas para que transmitan sus soluciones a los pol¨ªticos. Para suplir posibles lagunas y aclarar dudas, tendr¨¢n a su disposici¨®n a los mismos expertos a los que los diputados tienen acceso.
Puestos a imaginar escenarios, ?qu¨¦ pasa si un capricho del destino sit¨²a a una mayor¨ªa de ultraderechistas en uno de los ¨®rganos? "Es pr¨¢cticamente imposible que suceda, pero el ¨²nico l¨ªmite que ponemos a las recomendaciones para que sean v¨¢lidas es que respeten los derechos humanos", responde Paasch. ?Y por qu¨¦ no mejor votar en refer¨¦ndum? "Un simple s¨ª o no es demasiado f¨¢cil y separa a la gente. Los que est¨¢n a favor se enfrentan a los que est¨¢n en contra. Se corre el riesgo de fracturar la sociedad. No queremos eso. Buscamos deliberaci¨®n".
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