Ceguera voluntaria
?Se puede vivir rodeado de muerte y mirar para otro lado? El M¨¦xico ciego de cada d¨ªa parece decirnos que s¨ª
No hay otro modo de decirlo: M¨¦xico se atraganta con su propia sangre. Las cifras divulgadas hace unos d¨ªas por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad P¨²blica (SESNSP) asientan que en el pa¨ªs se cometieron 14,510 homicidios entre la toma de posesi¨®n del nuevo gobierno, el pasado 1 de diciembre, y el final del mes de abril. Son, de momento, las m¨¢s frescas disponibles, ya que, como sucede cada mes, las correspondientes a mayo se divulgar¨¢n hasta bien entrado junio debido a las revisiones t¨¦cnicas de rigor. Si promediamos estos n¨²meros, hablamos de 2,902 casos al mes. De seguir esa tendencia (y nada hace suponer que se reducir¨¢ dr¨¢sticamente en el corto plazo), el primer semestre del sexenio de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador cerrar¨¢ muy cerca de los 18,000 asesinatos. La ¨¦poca m¨¢s violenta en la historia mexicana desde que se llevan registros precisos.
La apuesta del Gobierno para combatir la inseguridad se ha enfocado en la puesta en marcha de la flamante (y controvertida) Guardia Nacional. Al anunciar el martes pasado el despliegue de 4,500 de sus efectivos en Michoac¨¢n, uno de los estados m¨¢s golpeados por el crimen, el secretario de Seguridad P¨²blica federal, Alfonso Durazo, reconoci¨® que ¡°el avance de la violencia¡± constituye ¡°una emergencia nacional¡± y compar¨® los tiempos que corren con los de la Revoluci¨®n Mexicana. Es un antecedente siniestro: seg¨²n recientes c¨¢lculos del investigador estadounidense Robert McCaa, el costo demogr¨¢fico de los a?os revolucionarios para el pa¨ªs, entre v¨ªctimas directas de la violencia, v¨ªctimas de hambrunas y epidemias y exilios masivos, puede redondearse en el fenecimiento de 1.9 millones de personas y la migraci¨®n de 200 mil y dio como consecuencia que el promedio de vida en el M¨¦xico revolucionario se desplomara a 20 a?os, es decir, al que ten¨ªa la gente en el Imperio Romano o la Edad Media...
En fin: la violencia en M¨¦xico no comenz¨®, desde luego, el 1 de diciembre. Viene de cuando menos dos sexenios atr¨¢s. Es herencia directa de los gobiernos de Felipe Calder¨®n y Enrique Pe?a Nieto y su ¡°Guerra¡± contra el narco, pero tambi¨¦n de la inundaci¨®n de armas traficadas desde Estados Unidos y otros pa¨ªses. La ampara una impunidad casi absoluta, hija de la corrupci¨®n e inoperancia de los cuerpos policiacos y del poder judicial. Se refleja en el crecimiento imparable de los feminicidios, en el calvario cotidiano de los migrantes centroamericanos, en el miedo con que vivimos casi todos y la ruptura de los m¨¢s m¨ªnimos frenos de contenci¨®n en las sociedades que conforman M¨¦xico. Tampoco es nueva la incapacidad del Estado para remediar y revertir esas violencias: eso salta a la vista. Que la muerte y el crimen est¨¢n fuera de control, que rebasan al Estado y que la convivencia est¨¢ rota no se trata de ¡°puntos de vista¡±: son realidades irrefutables. Nadie puede negarlo. Las palabras del secretario Durazo, que se sali¨® de la l¨ªnea habitual de minimizar el tema, solamente lo refrendan.
Pero reconocer es una cosa y resolver otra distinta. La mayor¨ªa de los debates pol¨ªticos nacionales est¨¢n centrados en frentes muy distintos y las prioridades del gobierno y la oposici¨®n dan vuelcos cada d¨ªa, al son que marcan las ¡°ma?aneras¡±, twitter y los memes. Y as¨ª, en mitad de la mayor crisis de violencia y crimen desde la Revoluci¨®n, discutimos sobre los b¨²falos que pastaban o no en Nueva York hace diez mil a?os, o sobre la sinceridad de los ¡°espont¨¢neos¡± seguidores que le cantan al Presidente¡
Hace unos d¨ªas, circul¨® en las redes la fotograf¨ªa de unas personas que desayunaban muy animadas en un puesto de comida callejera. Bajo su mesa hab¨ªa un perrito echado, en espera de que le cayera alg¨²n mendrugo. Al fondo de la escena, ignorado por todos, yac¨ªa el cuerpo de un desafortunado, listonado por los consabidos cordones amarillos policiacos. ?Se puede vivir rodeado de muerte y mirar para otro lado? El M¨¦xico ciego de cada d¨ªa parece decirnos que s¨ª.
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