Nosos
El d¨ªa que muri¨® Borges muchos diarios prefirieron celebrar un gol que le anot¨® Maradona a la Selecci¨®n de Corea en pleno Mundial de M¨¦xico 86
En una librer¨ªa de Atenas, a la sombra de un sol de siglos, el remanso de una voz callada como murmullo de p¨¦talos. Hablaba de Borges y de la injusticia con la que no pocos advenedizos han obviado su obra y mancillado su leyenda; hablaba de Borges y de un raro amor que la une a ¨¦l desde el callado instante en que un hombre ciego le pidi¨® que le leyera en voz alta unos p¨¢rrafos secretos y que juntos intentasen aprender a leer el antiguo idioma anglosaj¨®n de las leyendas de pieles incurtidas. Mar¨ªa Kodama habla como tinta que pinta con brocha de pelo largo los caracteres como siluetas de ¨¢rboles negros y habla con un susurro amable y entra?able que ya nada tienen que ver con la imagen impostada de quien fue severamente criticada por el celo con el que resguarda hasta el d¨ªa de hoy el inexplicable laberinto de mantener a Jorge Luis Borges con vida, a 33 a?os exactos de su partida.
El d¨ªa que muri¨® Borges muchos diarios prefirieron celebrar un gol que le anot¨® Maradona a la Selecci¨®n de Corea en pleno Mundial de M¨¦xico 86 y quiz¨¢ nadie supo poner en palabras el latido de la ausencia, el estupor de un vac¨ªo, como lo hizo Adolfo Bioy Casares en un recuerdo posterior: el otrora amigo inseparable de Borges se acerc¨® a un quiosco de Buenos Aires sin saber el tierno ocaso que ensombrec¨ªa ya el lago de Ginebra en Suiza. El quiosquero le dio el p¨¦same en voz alta y Bioy mir¨® entonces los titulares de los diarios con los que amanec¨ªa Argentina y dice que se dio media vuelta en silencio y camin¨® de regreso a su casa ¡°consciente de que caminaba por primera vez en un mundo sin Borges¡±.
Nosos es saudade y es enfermedad. Nosos es dolor y melancol¨ªa, l¨¢nguida tranquilidad de quien vuelve a casa como Ulises y tranquila languidez de todos los Homero que unieron sus voces para escribir esa historia insuperable de un viaje que as¨ª pasen las d¨¦cadas sigue siendo el instante. Nosos es una palabra griega que parece no tener traducci¨®n. De ella deriva nostalgia y nosocomio; de ella, dicen en ingl¨¦s que justifica el ¨¢nimo o sin¨®nimo de homecoming y de ella se habl¨® mucho en una sobremesa en Grecia la noche en que Mar¨ªa Kodama evocaba a Borges en murmullos de barcos de vela sobre el Egeo y p¨¢ginas que se tallaron en piedra a la sombra del Parten¨®n.
En esa mesa de viandas y manjares de otro tiempo, de hierbas que saben a mar y miel sobre queso de cabras, el editor Lefteris Kartakis brindaba por un pu?ado de cuentos con su familia y con un autor, con los traductores al griego de ese cuentista que buscaba encontrarle la etimolog¨ªa a la palabra Nosos. Diminutivo de Eleuterius, Lefteris es una entra?able encarnaci¨®n de la palabra Libertad y al brillarle los ojos solt¨® en voz baja la historia que tra¨ªa en la garganta como guinda de una biograf¨ªa a¨²n por escribirse: Lefteris fue un beb¨¦ de meses que viaj¨® poco m¨¢s de 48 horas en la espalda de su madre que lo salv¨® de las balas y del horror de una guerra insensata, en medio de la nieve, el hambre y el miedo, andando en la nada hasta llegar a un pueblo donde su propia familia habr¨ªa de rescatarlos.
El padre de Lefteris se hab¨ªa ido a la guerra en su uniforme y la ¨²nica explicaci¨®n posible para la incre¨ªble haza?a de una madre que camina m¨¢s de 48 horas en el fr¨ªo m¨¢s fr¨ªo y en la noche m¨¢s noche con un hijo de meses sobre su arqueada espalda es Amor en cualquier idioma, pero tambi¨¦n Nosos. Feliz melancol¨ªa como una delgad¨ªsima l¨ªnea por el paisaje de lo que se llamaba Tesal¨®nica o una sombra sobre un biombo de noche incierta, el af¨¢n incansable de una madre para que ocho d¨¦cadas despu¨¦s su hijo ya abuelo pueda brindar con traductores de un cuentista que llevaba ya prendada en la memoria la suave voz de un crisantemo gris: murmullo de mujer que lleva en un relicario invisible todo Borges que cabe en un instante del inmenso universo, como una gota de agua salada que resbala como nieve sobre el espejo de todas las palabras¡ exactamente 33 a?os despu¨¦s del ¨²ltimo instante.
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