Tr¨ªpoli: paz en la playa, guerra en las afueras
La capital libia vive anestesiada ante una batalla que se desarrolla a escasos kil¨®metros del centro
Un hombre se gana la vida haciendo fotos a los ni?os al lado de un cervatillo, en la plaza de los M¨¢rtires, en el centro de Tr¨ªpoli, ah¨ª donde Muamar el Gadafi pronunciaba sus discursos hasta 2011. Medio kil¨®metro hacia el este, en la playa de la capital, las familias pasan la tarde bajo sombrillas, mientras los ni?os se ba?an. En direcci¨®n contraria, a solo 25 kil¨®metros hacia el suroeste, se intercambian disparos de mortero en una guerra donde han muerto ya m¨¢s de 600 hombres desde que el 4 de abril el mariscal Jalifa Hafter atacase la ciudad y se enfrentara al Gobierno de Unidad apoyado por la ONU. Pero es como si la guerra sucediera en otro continente.
El centro de Tr¨ªpoli parece un lugar tranquilo, seguro, controlado por una de las cuatro grandes brigadas paramilitares que manejan el poder real de la capital. ¡°La apariencia de tranquilidad es enga?osa¡±, explica un experto en seguridad extranjero que prefiere no revelar su nombre. El especialista vive en Palm City, una urbanizaci¨®n de lujo, blindada con tres puertas de seguridad. Ah¨ª es donde suelen hospedarse los escasos ejecutivos occidentales que a¨²n viven en Tr¨ªpoli. ¡°Antes del 4 de abril hab¨ªa aqu¨ª unas 300 personas. Ahora seremos menos de 100. El problema de esta ciudad, aparte de los cortes de luz diarios de hasta 12 horas y de la inseguridad, es que sabes cu¨¢ndo llegas, pero nunca cu¨¢ndo sales. El aeropuerto de Mitiga [el principal de Tr¨ªpoli est¨¢ inutilizado desde 2014] puede quedar cerrado en cualquier momento¡±.
El viernes 21 de junio, Mitiga fue bombardeado por las tropas de Hafter y qued¨® cerrado durante unas horas. Dos d¨ªas despu¨¦s, este domingo por la tarde, volvi¨® a ser bombardeado y no se sab¨ªa si este lunes estar¨ªa operativo. ¡°Los libios somos fuertes¡±, explica el alcalde del distrito de Abuslim, controlado por la brigada de Gneigua, una de las cuatro grandes que controlan la capital. ¡°Tengo un amigo que sigue viviendo en su granja, en pleno frente. Los morteros le pasan por encima de su cabeza y dice que no se va de su casa¡±.
La alegr¨ªa que se ve¨ªa en las calles en 2011, cuando los llamados revolucionarios de la primavera libia echaron a los gadafistas con la ayuda de la OTAN, ya no se aprecia. ¡°Esa ilusi¨®n desapareci¨® en dos a?os¡±, explica Mustaf¨¢, un libio de 60 a?os. ¡°Ahora, lo que queremos es vivir en paz. Las milicias no han tra¨ªdo la paz a Tr¨ªpoli. En los ¨²ltimos cinco a?os ni ellas ni el Gobierno de Unidad [reconocido por la ONU] han hecho nada. Ni en salud, ni educaci¨®n ni en infraestructura. Pero yo no quiero que venga un dictador como Hafter. Aunque reconozco que hay gente en Tr¨ªpoli que est¨¢ deseando que llegue. Porque piensan que va a venir regalando flores¡±.
F¨¢tima, una vecina que prefiere no revelar su apellido, se queja: ¡°Si las milicias aman tanto este pa¨ªs, ?por qu¨¦ no se ponen a recoger la basura? La ciudad est¨¢ muy sucia y se amontona en cualquier parte". La queja m¨¢s extendida entre los libios consultados se refiere a la impunidad y prepotencia con que dicen que act¨²an los miembros de estas fuerzas paramilitares. Milicia es el nombre que usa Hafter para referirse a estas fuerzas paramilitares. Ellos prefieren llamarse brigadas. ¡°En realidad son j¨®venes, sin formaci¨®n ninguna¡±, se?ala F¨¢tima. ¡°Cuando tienen alg¨²n problema entre ellos lo resuelven a tiros o incluso con lanza granadas¡±.
Estos d¨ªas de guerra hace mucho calor en Tr¨ªpoli. El que puede lo sobrelleva con un generador. Uno de di¨¦sel de calidad media cuesta el equivalente a 1.000 euros. Eso es mucho dinero en este pa¨ªs, ya que hay restricci¨®n de acceso a las cuentas bancarias y solo se puede retirar el equivalente a 300 euros al mes. As¨ª que cuando corre el rumor en Facebook de que tal oficina bancaria tiene billetes, la gente forma colas de varias horas por la ma?ana.
En Libia no se ven mendigos por las calles, a diferencia de otros pa¨ªses del Magreb. Los ingresos del petr¨®leo permiten que los supermercados permanezcan abastecidos de cientos de productos importados de Europa. El alcohol est¨¢ prohibido, pero se consume a escondidas una bebida barata de fabricaci¨®n casera llamada boja. El g¨¹isqui es muy preciado, pero una botella de Jack Daniels puede costar m¨¢s de 100 euros. La prostituci¨®n tambi¨¦n est¨¢ prohibida, as¨ª que su pr¨¢ctica se gesta a trav¨¦s de intercambios de tel¨¦fonos en plena calle.
La comunidad internacional parece haberse cansado de este pa¨ªs de 6,4 millones de habitantes, m¨¢s extenso que Espa?a, Portugal, Francia y Alemania juntos. Entre los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, solo Italia mantiene su Embajada en Tr¨ªpoli. El resto de diplom¨¢ticos occidentales ejercen sus funciones desde T¨²nez. Una vez pasados los primeros d¨ªas tras el ataque de Hafter a Tr¨ªpoli, los hoteles se han ido vaciando de periodistas.
¡°Esta sociedad se ha anestesiado¡±, comenta un observador europeo. ¡°Se han acostumbrado a los tiros, a que vayas por la calle y te roben el coche a punto de pistola, a que suenen los ca?onazos como est¨¢n sonando ahora mismo [el mi¨¦rcoles al mediod¨ªa] y nadie se sorprenda¡±.
F¨¢tima se?ala que lo que menos soporta, aparte de la inseguridad, es la desinformaci¨®n. ¡°Aqu¨ª te cae un petardazo al lado y los medios pueden decir que no pasa nada¡±. Mohamed, otro vecino de Tr¨ªpoli, se?ala que al final uno siempre se acaba enterando. ¡°A veces oyes tiros en tu barrio de noche. Y a la ma?ana siguiente te enteras de que unos j¨®venes de una milicia quer¨ªan saltarse un puesto de control de otra milicia. Las peleas suelen venir por cuestiones como esa, pero se resuelven a tiros¡±.
Mohamed cree que lo peor es la falta de democracia. ¡°Hay mucha polic¨ªa secreta, como la hab¨ªa con Gadafi. No existe la libertad de expresi¨®n. Y, por supuesto, si hay alguna manifestaci¨®n no esperes que se disuelva con balas de goma o mangueras. Eso no existe aqu¨ª¡±.
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