C¨®mo afrontar la violencia de ultraderecha
El reto de las fuerzas moderadas es ser firmes, pero tambi¨¦n evitar una actitud arrogante y condenas indiscriminadas que fomenten rencor
Europa afronta una creciente amenaza de violencia de inspiraci¨®n ultraderechista. Esta semana, un neonazi ha confesado en Alemania ser el autor del asesinato de un pol¨ªtico conservador conocido por su defensa de los refugiados. El jefe de los servicios de inteligencia considera que hay unos 13.000 neonazis dispuestos a utilizar la violencia en ese pa¨ªs. Pocos d¨ªas antes, en Roma, cuatro j¨®venes que luc¨ªan una camiseta de un una asociaci¨®n cultural cinematogr¨¢fica conocida por actividades en favor de la integraci¨®n fueron agredidos en pleno centro, en un crimen investigado por la polic¨ªa como de inspiraci¨®n fascista.
Son solo los ¨²ltimos episodios de una creciente lista. Entre los cr¨ªmenes m¨¢s destacados en esta d¨¦cada cabe recordar c¨®mo, en 2016, un ultraderechista mat¨® a la diputada laborista Jo Cox en el Reino Unido. En el mismo pa¨ªs, al a?o siguiente, un hombre se empotr¨® con el coche contra personas que se hallaban en las inmediaciones de un centro isl¨¢mico. El doble atentado cometido por Anders Breivik en 2011 en Noruega es la referencia m¨¢s grave.
As¨ª, mientras la frecuencia e intensidad de los atentados de corte islamista va declinando ¡ªprobablemente por una mezcla de eficaz acci¨®n policial y declive en la capacidad de reclutamiento¡ª el continente encara esta nueva, reforzada amenaza ultraderechista. Los servicios de inteligencia de varios pa¨ªses europeos vienen alertando de ello hace un tiempo. El fen¨®meno no es exclusivo de Europa, basta con recordar lo ocurrido este a?o en Nueva Zelanda y la violencia supremacista en EE UU. ?Qu¨¦ hacer?
La primera respuesta se halla obviamente en el plano policial. Los servicios de inteligencia y seguridad de los pa¨ªses europeos llevan a?os aumentando su atenci¨®n sobre este fen¨®meno, despu¨¦s de una d¨¦cada larga dedicada de forma ultramayoritaria a la violencia de inspiraci¨®n islamista radical. Es el momento adecuado, sin embargo, para que los l¨ªderes se pregunten si el pivote de recursos ha sido suficiente. La segunda, m¨¢s compleja, se halla en el plano pol¨ªtico. El ascenso de fuerzas ultraderechistas o nacionalpopulistas que evitan incitar a la violencia pero roc¨ªan gasolina sobre ciertas brasas o juegan con la ambig¨¹edad en situaciones que no la admiten es un factor importante de la ecuaci¨®n.
En algunos pa¨ªses las fuerzas moderadas implementan un cord¨®n sanitario para aislar a los extremistas. En Espa?a, la ultraderecha ha sido abrazada sin contemplaciones por la derecha tradicional. En cualquier caso, es fundamental encontrar el punto de equilibrio entre el inquebrantable rechazo de las posiciones con tufo antidemocr¨¢tico y respeto a aquellas que son extremistas pero permanecen dentro del marco. El precio del apaciguamiento es grave, porque constituye una abdicaci¨®n de los valores centrales; pero el de la generalizaci¨®n tambi¨¦n lo es. En esto, al igual que con la violencia islamista, no caben condenas sumarias ni desprecios generalizados. El se?alamiento indiscriminado produce enajenaci¨®n; una actitud de altiva superioridad alienta rencor.
Mucha gente comparte las ideas de la ultraderecha ¡ªrechazo a la inmigraci¨®n, al libre comercio, a las cesiones de soberan¨ªa¡ª. Vlad¨ªmir Putin acaba de sostener en una interesante entrevista con Financial Times que el auge de estos sentimientos muestra que el liberalismo est¨¢ obsoleto. Todas esas ideas son leg¨ªtimas. Las fuerzas moderadas de la liberaldemocracia tienen el reto de responder con implacable rechazo a los manantiales de violencia y/o autoritarismo antidemocr¨¢tico; y a la vez escuchar y ofrecer propuestas que convenzan a las masas de desencantados.
No es f¨¢cil. Pero Putin, y todos los dem¨¢s, cometer¨ªan un error en subestimar la resiliencia del liberalismo. Con todos sus defectos, lleva siglos ¡ªdesde John Locke¡ª venciendo a todos los modelos competidores. Incluido el autoritario que representa Putin, que tampoco es una gran novedad.
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