Boris Johnson promete m¨¢s inversi¨®n y menos impuestos
Sus detractores le acusan de un exceso de optimismo que pondr¨¢ en riesgo el d¨¦ficit
Boris Johnson quiere bajar impuestos y aumentar las inversiones. M¨²sica para los o¨ªdos de los mercados, que este martes encajaron con templanza el impacto de su nombramiento como nuevo l¨ªder tory, porque el desenlace estaba cantado de antemano, pero el verdadero reto est¨¢ por venir. Si Boris ¡ªsin apellido, como es conocido por todos los brit¨¢nicos¡ª consuma su ¨®rdago a Europa y acaba dando el portazo, las previsiones del Banco de Inglaterra auguran una contracci¨®n de la econom¨ªa y el PIB, el aumento del paro y una sensible ca¨ªda del precio de la vivienda.
La respuesta del jefe de Gobierno en ciernes durante su campa?a ha sido un rosario de promesas de inversi¨®n en ¡°grandes proyectos de infraestructura¡±, mejora de la educaci¨®n o refuerzo de los efectivos policiales (20.000 agentes adicionales), entre otros caramelos, que ya suman 26.000 millones de libras (23.313 millones de euros). Y que ser¨¢n m¨¢s, habida cuenta del coste de otros planes dedicados a la econom¨ªa verde.
A ello habr¨¢ que sumar el impacto en las arcas p¨²blicas de su anunciada reducci¨®n de impuestos, sobre todo a las rentas m¨¢s bajas (tambi¨¦n a las altas) y de los impuestos empresariales. Un dispendio menor, pero de gran impacto populista, ser¨¢ el inmediato restablecimiento de la gratuidad en la licencia televisiva para los mayores de 75 a?os que vieron c¨®mo el anterior Gobierno se la arrebataba. El entierro, en definitiva, del estricto control del gasto que ha predicado (y aplicado) el dimisionario ministro de Econom¨ªa, Philip Hammond.
La aritm¨¦tica que pretende aplicar Johnson (se especula que a trav¨¦s de un presupuesto de emergencia que presentar¨¢ en oto?o) es tan sencilla como probablemente ilusoria. Se dice convencido de que el endeudamiento a corto plazo contribuir¨¢ a dar un impulso a la econom¨ªa, acompa?ado de ese recorte impositivo que quiere meter algo de dinero en los bolsillos de las clases medias, animando a su vez el consumo. Sus defensores alegan que esa ¡°relajaci¨®n fiscal¡± supondr¨¢ menos del 1% del total del gasto p¨²blico. Pero sus detractores se preguntan c¨®mo el Reino Unido podr¨ªa permitirse congelar, aunque temporalmente, el objetivo sagrado de reducci¨®n del d¨¦ficit y salir econ¨®micamente airoso. Para estos, ¡°optimismo¡± es ant¨®nimo de ¡°pragmatismo¡±.
El entorno de Johnson aventura que el dinero que supuestamente se ahorrar¨¢ el pa¨ªs tras su desengarce de la UE cubrir¨ªa parte del coste de esas pol¨ªticas. El mutismo, sin embargo, es total estos d¨ªas sobre el destino final de esos 39.000 millones de libras esterlinas (casi 35.000 millones de euros) que el Reino Unido deber¨¢ desembolsar cuando el Brexit sea una realidad, y que el nuevo primer ministro sigue tentado de retener. Johnson confunde a los brit¨¢nicos al describir esa factura como una suerte de multa injusta por el pecado del Brexit, cuando en realidad se trata de deudas pendientes con la UE.
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