Ignacio Anaya Garc¨ªa, el ¡®Nacho¡¯ m¨¢s famoso y sabroso de la gastronom¨ªa mundial
El camarero mexicano logr¨® inventar, por casualidad para salir de un apuro con sus comensales, uno de los platos m¨¢s internacionales y consumidos en el mundo: los nachos
Ignacio Anaya no fue ni rico ni famoso en vida, a pesar de ser conocido mundialmente y de pasar a la posteridad por su apelativo llevado a la gastronom¨ªa: Nacho. Jam¨¢s recibi¨® dinero por su invenci¨®n ni se arrepinti¨® de no haberlo patentado: ¡°Es solo un aperitivo para mantener felices y bien alimentados a mis clientes. Es como cualquier otro platillo de la frontera¡±, aseguran que sol¨ªa decir para quitarse importancia. A?os despu¨¦s, cuando un hijo suyo intent¨® patentar la creaci¨®n de su padre, le fue imposible por la cantidad de restaurantes que serv¨ªan los nachos y la variedad de combinaciones que hab¨ªa.
Tampoco se conoce casi nada de su vida, pero nadie pone en duda que Ignacio fue un trabajador infatigable para sacar adelante a sus nueve hijos y que am¨® la tierra que lo vio nacer tanto como para quedarse en ella a pesar de las dificultades.
Sin embargo, su historia en los libros comienza con la an¨¦cdota que vivi¨® casi a sus 50 a?os y que, a pesar de que seguro que le hizo sudar en aquel momento, le acab¨® dando fama mundial por su creatividad. Ignacio Anaya fue el creador improvisado de los nachos, un plato tan sencillo como original y que dicen que en la actualidad es m¨¢s consumido que los perritos calientes en los estadios deportivos de Estados Unidos.
Ignacio Anaya Garc¨ªa naci¨® tal d¨ªa como hoy, 15 de agosto, hace 124 a?os, en 1895, en una localidad mexicana del estado de Coahuila llamada Acu?a. Poco m¨¢s se sabe de su vida aparte de que se cas¨® con Mar¨ªa Antonieta Salas, con quien tuvo nueve hijos, y que durante m¨¢s de 18 a?os vivi¨® en Piedras Negras, dentro del mismo estado mexicano, y el lugar en el que se fragu¨® su leyenda.
La historia es sencilla en su esencia pero confusa en los datos y con variedad de versiones. Todo ocurri¨® en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, en el Club Victoria de Piedras Negras en el que trabajaba Ignacio como jefe de camareros. Al local llegaron un grupo de mujeres, esposas de militares norteamericanos -unos dicen que eran doce y otros que seis-, para comer algo.
Tambi¨¦n en este punto una de las versiones asegura que era muy pronto y a¨²n no estaba lista la cocina ni los ingredientes para dar de comer y otra versi¨®n dice que era tarde, a punto de cerrar, y que exist¨ªa el mismo problema de escaso personal y de cocina cerrada.
El caso es que Ignacio tir¨® de experiencia para contentar a los clientes y de creatividad para saciar su apetito y tom¨® unas tortillas fritas cortadas en forma de tri¨¢ngulo (en M¨¦xico denominadas totopos) y las introdujo en el horno, esparciendo antes por encima de ellas algo de queso Wisconsin rayado y unas rajas de chile jalape?o.
El resultado del plato fue una sorpresa para las mujeres -y seguro que para Ignacio tambi¨¦n-, que lo calificaron de ¡°delicia¡± y preguntaron a su autor por el nombre de la ¡®delicatessen¡¯. En este punto las diversas versiones tambi¨¦n apuntan dos teor¨ªas: la primera de ellas es que Ignacio, humilde y a la vez ingenuo por la sorpresa y la repercusi¨®n de su servicio, respondi¨® un simple ¡°no s¨¦¡±, por lo que fue una de las mujeres,?tras preguntarle a Ignacio su nombre y responder ¨¦ste por su apelativo, la que tuvo la idea de bautizar aquella comida de color naranja como ¡°Nacho¡¯s Special¡±. La segunda teor¨ªa, sin embargo, cuenta que fue el propio Ignacio el que culmin¨® su creatividad bautiz¨¢ndola con su apodo, y adem¨¢s a?adiendo la palabra especial: ¡®Nacho¡¯s Special¡¯.
A partir de ese momento la casualidad sigui¨® su curso y, seguramente, las mujeres, al regresar a sus casas, decidieron cocinar un d¨ªa aquello que hab¨ªan conocido en la frontera mexicana y que tanto les hab¨ªa gustado. A la vez, los restaurantes de Piedras Negras se hicieron eco del ¨¦xito culinario de Nacho y empezaron tambi¨¦n a cocinarlo e incluirlo en sus men¨²s¡ Y as¨ª fue como se extendi¨® de ciudad en ciudad y traspas¨® fronteras hasta instalarse en los cinco continentes.
De Ignacio ¡®Nacho¡¯ Anaya s¨®lo se sabe que en 1960 abri¨® su propio restaurante, El Nacho, en el que la especialidad de la casa hac¨ªa honor al nombre del establecimiento, y que falleci¨® en 1975, a los 80 a?os, en Piedras Negras.
La leyenda de los nachos fue creciendo con el tiempo a la vez que lo hac¨ªan la combinaci¨®n de ingredientes y la mezcla de sabores, pero en Piedras Negras, su lugar de origen, un grupo de amigos empresarios quisieron perpetuar la creaci¨®n de Ignacio Anaya constituyendo en 1995 la fecha del 21 de octubre como D¨ªa Internacional del Nacho.
La cita se ha convertido en un festival internacional de varios d¨ªas de duraci¨®n que ha pasado de los 3.000 asistentes en la primera edici¨®n a m¨¢s de 40.000 en los ¨²ltimos a?os. Hay concursos de todo tipo, el nacho m¨¢s ex¨®tico, el m¨¢s original¡ y hasta el m¨¢s grande y el m¨¢s peque?o del mundo: un nacho gigantesco, de 18 metros cuadraros de superficie, hecho con 60 kilos de masa, 70 kilos de queso Wisconsin y 30 kilos de jalape?o¡y otro microsc¨®pico y cortado en 21 partes con bistur¨ª¡
Pero en el centro de las celebraciones que cada a?o se realizan en su honor en Piedras Negras est¨¢ Ignacio Anaya Garc¨ªa, ¡®Nacho¡¯, y no solo prevalece su recuerdo con su legado, sino que preside todo con una gran placa y un monumento de tres metros de altura que lo representa vestido de camarero y con su aclamado plato en la mano izquierda, a punto de ser servido.
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